Eugenio Derbez: “Se ha complicado mucho hacer comedia en estos tiempos”
Tras varias décadas dedicadas al humor, el actor mexicano presenta su última película, ‘Radical’, sobre una escuela marginal en el norte del país. “Nos han hecho creer que si suspendes no sirves para nada. Hay que cambiarlo”, sostiene
Las comedias de Eugenio Derbez (Ciudad de México, 62 años) se han colado en las casas de millones de mexicanos durante décadas. Desde La familia P. Luche, una ficción de comienzos del siglo XXI que se emitía en Televisa, hasta De viaje con los Derbez, un docurreality del 2019 en el que las cámaras se entrometen en la relación del intérprete con sus cuatro hijos. “Es más fácil hacer comedia: la gente prefiere reír que llorar”, sostiene. En el cine, ha sido ese padre inesperado en No se aceptan devoluciones y ha...
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Las comedias de Eugenio Derbez (Ciudad de México, 62 años) se han colado en las casas de millones de mexicanos durante décadas. Desde La familia P. Luche, una ficción de comienzos del siglo XXI que se emitía en Televisa, hasta De viaje con los Derbez, un docurreality del 2019 en el que las cámaras se entrometen en la relación del intérprete con sus cuatro hijos. “Es más fácil hacer comedia: la gente prefiere reír que llorar”, sostiene. En el cine, ha sido ese padre inesperado en No se aceptan devoluciones y ha mostrado sus (dudosas) estrategias para ser un rompecorazones en Instrucciones para ser un latin lover, junto a Salma Hayek y Raquel Welch. Tras una vida dedicada al humor, la versión más dramática del actor llegó con su traslado a Los Ángeles y su papel en CODA, que se llevó el Oscar a mejor película en 2022. “En México no me dieron esa oportunidad”, asevera.
Desde su casa en California, atiende a EL PAÍS por videoconferencia para presentar Radical, un filme que protagoniza y produce y con el que sigue por esta senda más seria. La película, que se ha estrenado este viernes en las salas españolas tras ser premiada en Sundance y en el festival de Málaga, cuenta la historia real de Sergio Juárez, un maestro de una escuela marginal de Matamoros, una peligrosa ciudad de la frontera con Estados Unidos. Con un método innovador, este profesor trata de devolver la ilusión a un grupo de alumnos, condenados a abandonar los estudios y cuyas vidas se ven fracturadas por la violencia que ejerce el crimen organizado.
Rostro conocido de la televisión y el cine mexicano, el actor entró de forma inesperada en la batalla política cuando hace unas semanas el presidente, Andrés Manuel López Obrador, aseguró que algunos grupos se plantearon que fuera su contrincante en las pasadas elecciones de 2018: “Me lo ofrecieron y lo estuve valorando seriamente”, revela Derbez.
Pregunta. ¿Cómo conoció la historia del maestro Sergio Juárez de su última película?
Respuesta. En 2013, se publicó en la portada de Wired Magazine que la próxima Steve Jobs sería una niña de 12 años de Matamoros que había nacido literalmente junto a un basurero. Tiempo después, cuando vivía ya en Los Ángeles, me enteré de que detrás de la niña había un maestro que fue el que inició todo. Entonces fue cuando dije: “Tenemos que hacer esta película”.
P. ¿Qué tipo de alumno era en clase?
R. Era el payaso del salón [la clase], el alumno chistoso. Me hicieron creer que era un mal estudiante porque no me interesaba la física o las matemáticas. Me gustaba la parte creativa: pensaba en chistes o en juegos de palabras. Nos han hecho sentir que por suspender, no servimos. Es hora de cambiar esa narrativa.
P. ¿El sistema educativo actual rompe la desigualdad o la perpetúa?
R. El modelo actual no ha ayudado en nada. Le pregunté a Sergio [Juárez] qué había pasado después de que se vieran los resultados de su método. Me contó que, en lugar de que la gente se planteara ¿cómo lo hizo?, o ¿cómo lo podían imitar?, le decían: “Nos exhibiste, nos hiciste quedar mal, como tontos”. A día de hoy, él sigue usando su método a escondidas.
P. En Radical, el crimen organizado se interpone en los estudios de los alumnos. ¿Hasta qué punto la violencia de esta zona de México determina el futuro de los niños?
R. Muchísimo. Algunos terminan en el crimen organizado y en realidad no quieren. Les acaban obligando los amigos, un hermano o la misma necesidad derivada de tanta carencia. De repente, se dan cuenta de que si se unen [a estos grupos] pueden comer, pagar la renta y vivir mejor. Muchos no llegan ni siquiera a los 25 años porque los matan.
P. Tras muchos años dedicado a la comedia, ha participado en varias películas dramáticas. ¿Echa de menos el humor?
R. En México nunca me dieron la oportunidad [de hacer drama]. Lo busqué durante años y nunca me dejaron. Creían que la gente se acordaría inmediatamente de [algunos personajes como] Ludovico P. Luche o Lonje Moco y que eso los sacaría de la trama. Lo entendí y no fue sino hasta que me mudé a Estados Unidos cuando empezaron a darme otro tipo de papeles.
P. Sus comedias han logrado altas cifras de audiencia. ¿Qué tiene este género que causa tanto interés?
R. Vivimos tiempos difíciles. Estamos saturados. Nos hemos cansado de ver en el noticiero muertes violentas, asesinatos, guerras en el mundo… Además, en las redes sociales estamos expuestos a barbaridad y media. Así que cuando te sientas, quieres ver algo que te entretenga. En esta época es más complicado hacer drama que comedia. La gente prefiere reírse que ponerse a llorar.
El humor siempre va evolucionando, pero lo que me preocupa es que los que hemos cambiado, de manera alarmante, somos nosotros”
P. ¿Ha cambiado el humor de las nuevas generaciones?
R. El humor siempre va evolucionando, pero lo que me preocupa es que los que hemos cambiado, de manera alarmante, somos nosotros. Ya no se entiende que un chiste es un chiste. No puedes decir nada porque todo el mundo se ofende con todo. Si se te ocurre hacer una broma sobre una monjita, te dicen: “¡Ah!, te estás burlando de la religión”. Si es de un cojito: “¡Ah!, te estás burlando de los discapacitados”. Estamos cayendo en la exageración. Si haces humor que no les parece, te cancelan, te censuran y, a veces, terminan con tu carrera. Ya no nos podemos reír de nosotros mismos.
P. ¿Y cómo ha hecho? ¿Se ha autocensurado?
R. He tenido malas experiencias. He dejado de postear muchas cosas de humor en redes sociales porque siempre pienso que puedo ofender a alguien. Nos estamos quedando sin reír. En mis películas no me censuro, pero siempre tengo al estudio [cinematográfico] que me dice: “¿No será mejor que quites este chiste?”. Quieren acabar haciendo películas tibias en las que no se pueda decir nada. Se está complicando mucho hacer comedia.
P. ¿Sigue habiendo barreras para que el cine latinoamericano se vea en el extranjero?
R. Me da muchísimo gusto que, por ejemplo, Radical se estrene en España porque no entiendo cómo, hablando en México el mismo idioma, no podemos compartir el cine. Es muy difícil que una película de aquí se vea allí y al revés. Es muy triste. Tenemos que terminar con esto.
P. Se publicó hace poco que su nombre se barajó como candidato para las elecciones presidenciales. ¿Se lo planteó?
R. Tuve un enfrentamiento con el presidente [Andrés Manuel López Obrador] por el Tren Maya [una nueva ruta ferroviaria por el suroeste de México]. A raíz de que empecé esta lucha por defender la Riviera Maya y los cenotes empecé a adquirir visibilidad política, al grado de que hicieron una encuesta [en 2022] en el periódico Reforma y salí en cuarto lugar [en la carrera electoral] sin haber hecho nada, sin ser político y sin decir que quería ser candidato. Me contactaron para plantearme si me interesaba y lo llegué a valorar muy seriamente. En esta etapa de mi vida tengo todo lo que necesito y me pregunté cómo no había llegado nadie al poder que diga: “Ya lo tengo todo, no tengo que robar para vivir”.
P. ¿Qué le atraía de la propuesta?
R. ¿Qué mejor regalo te puedes dar que ayudar a más de 120 millones de mexicanos? Me hubiera encantado hacerlo, te lo juro, sobre todo porque no le debo favores a nadie, no conozco a nadie en la política, pero el precio por sentarse en esa silla [presidencial] era muy alto. Así que decidí seguir haciendo reír por mi propio bienestar y el de mi familia.
P. ¿Habrá más oportunidades en el futuro?
R. Posiblemente, en una de esas me animo algún día, pero, por el momento, preferí decir no.