La escritora Siri Hustvedt se despide de su marido, Paul Auster: “Me hubiese gustado anunciar su muerte”
La novelista estadounidense publica un reivindicativo mensaje en su Instagram apuntando lo extraño que fue encontrarse la noticia en internet antes de poder escribir a sus allegados: “Nos robaron la dignidad”
“Fui ingenua, pero me hubiese gustado haber sido la persona que anunciara la muerte de mi marido, Paul Auster”. Con esas palabras comienza la escritora Siri Hustvedt el mensaje público en su cuenta de la red social Instagram para despedirse de su marido, el novelista, guionista y director, autor...
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“Fui ingenua, pero me hubiese gustado haber sido la persona que anunciara la muerte de mi marido, Paul Auster”. Con esas palabras comienza la escritora Siri Hustvedt el mensaje público en su cuenta de la red social Instagram para despedirse de su marido, el novelista, guionista y director, autor de obras como La trilogía de Nueva York, y que murió el 30 de abril, a las 18:58 de la tarde en Nueva York (12:58 hora peninsular española): “Murió en casa en la habitación que amaba, la biblioteca, una habitación con libros en cada pared, desde el suelo hasta el techo, pero también altas ventanas que dejaban entrar la luz”.
Hustvedt (Minnesota, 69 años) utiliza su carta abierta para criticar la manera en la que se publicó la noticia, que se encontró en internet antes de que el cuerpo de su marido hubiera salido de su casa de Brooklyn, el barrio del que se hizo inseparable: “Los obituarios ya estaban publicados. Ni yo, ni nuestra hija, Sophie, ni nuestro yerno, Spencer, ni mis hermanas, a las que Paul amaba como si fueran las suyas y lo acompañaron en su muerte, tuvimos tiempo para asumir nuestra pérdida”. La escritora, que en marzo de 2023 anunció el cáncer de pulmón de su marido con otro mensaje en la misma red social, asegura que no tuvieron tiempo para llamar ni mensajear a sus seres queridos, antes de que comenzaran “los gritos” por internet: “Nos robaron esa dignidad. Desconozco la historia completa sobre cómo pasó, pero sí sé una cosa: está mal”.
Después de este mensaje sobre cómo funciona hoy la información, la autora de Todo cuanto amé, pasa a sincerarse sobre la enfermedad de Paul Auster, muerto con 77 años: “Nunca se fue de Cancerland [el país del cáncer]. (...) Después de que los tratamientos fallaran, el oncólogo le ofreció quimioterapia, pero se negó y pidió ser tratado en casa”, cuenta sobre los últimos días del escritor de La invención de la soledad, El país de las últimas cosas y Brooklyn Follies. “Muchos pacientes experimentan los estragos del tratamiento de cáncer, y algunos se curan, pero lo que el mundo de la medicina educadamente califica como ‘efectos adversos’ se convierten rápidamente en una cascada de realidad de una crisis tras otra, causada no por el cáncer, sino por el tratamiento. (...) Un ‘efecto’ puede poner en riesgo la vida (...) y el cuerpo se debilita más y más. Paul no pudo más, aunque nunca mostró un síntoma de autocompasión”.
Siri Hustvedt conoció a Paul Auster en 1981, a la salida de una lectura de poesía, y se casó con él al año siguiente. Antes de llegar al “país del cáncer” al que se refería ella en sus mensajes, la familia había pasado tiempos familiares convulsos. Daniel Auster, hijo del novelista y la también escritora Lydia Davis, falleció en abril de 2022 por sobredosis a los 44 años. En su cuerpo se hallaron restos de heroína y fentanilo, el potente opioide que en Estados Unidos está causando estragos, y se encontraba en libertad condicional, acusado de homicidio involuntario por la muerte de su bebé de 10 meses.
“Ha sido un año lleno de emergencias, no tanto por el cáncer en sí, sino por los tratamientos. Vivir con alguien que padece una enfermedad letal te cambia la vida”, ya contó en un viaje a Madrid el pasado marzo. Hustvedt, galardonada con el Premio Princesa de Asturias de las Letras en 2019, se despide con un mensaje de amor hacia Auster, y a todo lo que definió su persona y su obra: “Su estoico coraje y sentido del humor hasta el final de su vida fue un ejemplo para mí. Dijo varias veces que le encantaría morir contando un chiste. Le dije que eso era improbable, y se rio”.