‘Eureka’: el enigmático viaje de Lisandro Alonso por la trágica experiencia de los pueblos indígenas

El director argentino vuelve a colaborar con Viggo Mortensen después de ‘Jauja’ en un tríptico que recorre, del wéstern a la reserva y la selva, los paisajes reales e imaginarios de los nativos americanos

Viggo Mortensen, en una imagen de 'Eureka', de Lisandro Alonso.

Eureka arranca con el mismo formato cuadrado que Jauja (2014), la anterior película de su director, el argentino Lisandro Alonso, y bajo la misma mirada perdida, la del actor Viggo Mortensen en el papel de un hombre que busca desesperado a su hija. Pero el paisaje no es esta vez el de La Pampa, sino un rocoso desierto en blanco y negro que responde a los códigos de una vieja representación: la del wéstern clásico. Como en tantas películas del género, ...

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Eureka arranca con el mismo formato cuadrado que Jauja (2014), la anterior película de su director, el argentino Lisandro Alonso, y bajo la misma mirada perdida, la del actor Viggo Mortensen en el papel de un hombre que busca desesperado a su hija. Pero el paisaje no es esta vez el de La Pampa, sino un rocoso desierto en blanco y negro que responde a los códigos de una vieja representación: la del wéstern clásico. Como en tantas películas del género, en los primeros segundos de Eureka surge un testigo mudo, un nativo americano ajado por el sol que canta como un chamán al horizonte para luego desaparecer en lo más alto del paisaje.

Este primer bloque de Eureka corresponde al del territorio del mito, una conocida ceremonia que se rompe cuando su ritual se cuela, en una perfecta transición, por una ventana del presente, un viaje veloz y prosaico a través del espacio y el tiempo que nos lleva de golpe al corazón de la película. En un instante, queda atrás la representación de la conquista del Oeste, y la cámara se adentra en la realidad de sus consecuencias.

La observación lenta y distante que caracteriza el cine de Lisandro Alonso, que con Jauja confirmó su condición de director de culto, se resuelve en este segundo tiempo a través de la rutina de dos mujeres (una oficial de policía y su sobrina) cuya desgana vital guía al espectador por una reserva india donde el curso de la vida se ha vuelto tan triste y depresivo como el lugar en el que la historia arrinconó a los pueblos originarios. La médula de Eureka está en esta zona central y concretamente en el personaje de la joven nativa, cuya difícil verdad se va abriendo paso mientras el rastro de su tía parece desvanecerse por las mismas desoladas carreteras que patrulla.

Alonso vuelve a colaborar en el guion con el escritor y poeta Fabián Casas (que también coescribió Jauja). A ese tándem se suma esta vez el escritor Martín Caamaño. Así, pisando terrenos extraños, siempre entre lo real y lo fantástico, Eureka resulta una arriesgada conjunción de ideas, historias, lugares, instantes y rostros cuyo ánimo comulga con el paisaje, sombríos en los no-lugares de la reserva y ardientes en la selva del tercer y último acto. Quizá las imágenes de Eureka encallan más de la cuenta pero cuando por fin vuelan —como en toda la parte final del segundo bloque, desde la irrupción del abuelo de la joven nativa—, lo hacen alto y se abren a una emocionante magia.

Estamos en Dakota del Sur, cerca del parque nacional de las Badlands, y de la tierra sagrada de los Arapaho, los Cheyenne y los Lakota Sioux, en uno de los lugares más pobres y castigados de Estados Unidos, la reserva de Pine Ridge, con condiciones de vida tercermundistas y un índice de alcoholismo del 80%. Es un lugar trágico, y si queda algún vestigio del pasado, este asoma en una transición (o quizá transmigración) para el recuerdo que se cierra cuando la cámara abandona Pine Ridge a través de las Colinas Negras, en el lugar exacto donde la cara B del célebre Monte Rushmore se presenta como un monumento inacabado. Ese lugar real parece un mascarón gigante que invoca poderes ocultos aún vivos, capaz de abrir un nuevo túnel en el espacio y, como dice el personaje del abuelo, a través de “la ficción del tiempo”. Tras la pobre reserva, la historia continúa en la exuberante selva amazónica brasileña a mediados de los años setenta donde la experiencia indígena se moverá en un opaco terreno mágico.

Allí, entre el sensual curso de un río y lo que parece un crimen pasional o fratricida, se cierra esta película ambiciosa y difícil cruzada de destellos oníricos que la engrandecen, como su alucinante final y esa extravagante ave, el jaribú americano, que desde el cartel mismo del filme parece evocar todos los hechizos y enigmas de los pueblos indígenas.

EUREKA

Dirección: Lisandro Alonso. 

Intérpretes: Viggo Mortensen, Chiara Mastroianni, José María Yazpik, Rafi Pitts, Viilbjørk Malling Agger. 

Género: western/drama, Argentina-Francia-Alemania-Portugal-México, 2023.

Duración: 146 minutos. 

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