Brendan Fraser: “No es tan fácil librarse de mí”

El actor, conocido sobre todo por películas comerciales, impresiona al festival de Venecia con su interpretación de un profesor obeso en ‘The Whale’ y empieza a resonar para los Oscar

Brendan Fraser anoche en el Festival de Venecia. Foto: Marco Bertorello | Vídeo: EPV

Millones de espectadores conocen su cara. Le ha visto escapar de una momia o volar por la jungla colgando de una liana. Se han reído con él, una y otra vez. Pero pocas veces han observado de qué era verdaderamente capaz Brendan Fraser. Ni el propio director Darren Aronofsky era tan consciente de su talento. Tampoco controlaba toda su filmografía. P...

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Millones de espectadores conocen su cara. Le ha visto escapar de una momia o volar por la jungla colgando de una liana. Se han reído con él, una y otra vez. Pero pocas veces han observado de qué era verdaderamente capaz Brendan Fraser. Ni el propio director Darren Aronofsky era tan consciente de su talento. Tampoco controlaba toda su filmografía. Pero asegura que algo, en las entrañas, le dijo que ahí estaba el actor que llevaba buscando 10 años. Se había pasado una década imaginando a “todas las estrellas de Hollywood”, en palabras del cineasta, para el papel principal de The Whale, el de Charlie, un profesor obeso, encerrado en su casa, su cuerpo y sus remordimientos. Hasta que se cruzó con Fraser y supo que la búsqueda había terminado. El resultado, que se ha estrenado estos días en el Festival de Venecia, ha asombrado y entusiasmado al público. Tanto que algunos ya dan por hecha la primera nominación del actor a los Oscar.

“Nunca me fui tan lejos. No es tan fácil librarse de mí”, se ríe el propio Fraser, en un encuentro este lunes con periodistas en la Mostra. Lleva un sombrero y un habla lenta, que resuena casi como un susurro. Y el superpoder, como él mismo confiesa, “de soltar bromas para desviar la atención”. En la charla, sin embargo, apenas lo usa. Porque hay mucho, y profundo, del que hablar. Tanto que el actor corrige el sesgo de una pregunta sobre cómo las prótesis transformaban su físico en el rodaje. Y relata con extrema seriedad la creación del material con una impresora 3D, las casi seis horas diarias que tardaba en convertirse en Charlie y cómo debió aprender a moverse de forma distinta. “Estoy muy orgulloso y contento de haber trabajado en un filme con tanta gente tan talentosa y que propone un mensaje de tolerancia”, agrega.

Brendan Fraser, en una escena de 'The Whale'.AP

The Whale se limita a un apartamento y cinco personajes: Charlie y las visitas que recibe. El hombre afronta el epílogo de su autodestrucción. Pero, antes, quiere hacer “al menos una cosa bien en la vida”, según Fraser: es decir, recuperar la relación con su hija Ellie. Tanta intimidad se debe a la obra teatral original que Aronofksy adapta, de Samuel D. Hunter. Y también a la elección del cineasta: “En plena época de covid no me parecía responsable filmar una gran producción. Una obra tan íntima era más apropiada”. Apenas pocas semanas antes del estallido de la pandemia, el creador decidió que Fraser era la estrella que siempre había buscado. Y, entonces, terminaron rodando en el peor momento de la crisis sanitaria, cuando había poca información y ninguna vacuna. “Recuerdo pensar: ‘Puede que sea la primera y última vez que hagamos esto’. Creo que, unido a todas las precauciones que tomábamos, hizo que nos cuidáramos más entre todos como equipo”, sostiene el intérprete.

Quizás el actor de verdad siempre estuviera ahí. Pero su rostro había desaparecido como protagonista de grandes producciones. Desde su última La momia, Corazón de tinta y Viaje al centro de la Tierra, todas de 2008, su estrella había declinado, y Fraser cambió de rumbo hacia la televisión, el cine más independiente o de secundario en, por ejemplo, Sin movimientos bruscos (2021), de Steven Soderbergh. Durante años, ha sido considerado exclusivamente un niño bonito, un rostro angelical con cierto talento para la retranca —su mejor arma en las películas de La momia—, y poco más. Esa cara, y los músculos que la acompañaban, era perfecta para productos como, por ejemplo, George de la jungla o Al diablo con el diablo.

Darren Aronofsky (izquierda) y Brendan Fraser, ayer en Venecia.ETTORE FERRARI (EFE)

“La diversidad siempre ha sido el pilar de mi carrera. He intentado y espero no repetirme. Y, al mismo tiempo, mantener quién soy”, defiende Fraser. Desde luego, este peso ligero de Hollywood había demostrado que podía actuar en las pocas ocasiones en las que accedió a un guion con carne. Como en El americano impasible, el Crash de Paul Haggis, o, mejor aún, su Clayton Boone en Dioses y monstruos, sobre los últimos días de James Whale, el director de Frankenstein. El drama describe la relación entre el cineasta con un joven jardinero, el personaje de Fraser, que sirve como confesor y juguete de una última seducción. Ahí, quizás, se le escapó la nominación al Oscar al actor de reparto. Aunque esta vez puede conseguir la principal. “Yo soy el primer sorprendido. Me pincho para saber que es verdad”, agrega. Porque el año próximo, por ejemplo, se le verá en Killes of the Flower Moon, de Martin Scorsese.

Hijo de canadienses, Brendan James Fraser nació en Indianápolis hace 53 años. Su padre, periodista, trabajaba para el servicio en el exterior de la oficina nacional de Turismo de Canadá. Por eso los Fraser se mudaron en numerosas ocasiones durante la infancia de Brendan, el pequeño de cuatro hermanos. Su ascenso en el cine fue vertiginoso: al año de debutar ya estaba en 1992 dos títulos completamente opuestos que sirvieron como estupenda carta de presentación: la comedia El hombre de California, en la que encarna a un cavernícola al que descongelan dos estudiantes de instituto, y Private School, en la que interpreta a un talentoso jugador de fútbol americano que debe enmascarar que es judío para entrar en una escuela de élite.

Y así llegaron la fama, su matrimonio con la actriz Afton Smith, taquillazos populares, buenos trabajos… y 2007, el año del desbarajuste.

En esa temporada, Fraser empezó a aparecer en malas películas (puede que no le llegaran buenos guiones, o que realizara elecciones lamentables) y encaró un divorcio doloroso. En 2013 incluso volvió a los tribunales cuando solicitó una reducción de la pensión alimenticia que pasaba a su exesposa por sus hijos: su sueldo no daba más de sí. En 2018 contó que 15 años antes, Philip Berk, entonces presidente de la Asociación de la prensa extranjera en Hollywood, había abusado de él en un almuerzo. Esa confesión unida a las múltiples operaciones que ha sufrido para recuperarse de las lesiones sufridas durante años de secuencias muy físicas en películas de acción y la muerte de su madre le llevaron a una depresión.

Ahora, al fin, The Whale le ha dado su gran oportunidad. Y él ha vuelto. Si es que se había ido.

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