Carolina Marín: “No soy un robot; yo también tengo miedos”
La campeona olímpica de bádminton se sincera con el EL PAIS antes de volver a competir después del parón por el covid. Dice que se come mucho la cabeza y asegura que le ha venido muy bien el aplazamiento de los Juegos
Está risueña Carolina Marín (Huelva, 27 años) unos días antes de volar a Dinamarca donde a partir de este martes volverá a jugar siete meses después del último torneo (el All England, en el que cayó en semifinales), justo antes que la pandemia bloqueara también el deporte. La campeona olímpica de bádminton en Rio2016 es una de las afortunadas que puede competir, otras disciplinas no lo harán hasta enero. Ha subido al número...
Está risueña Carolina Marín (Huelva, 27 años) unos días antes de volar a Dinamarca donde a partir de este martes volverá a jugar siete meses después del último torneo (el All England, en el que cayó en semifinales), justo antes que la pandemia bloqueara también el deporte. La campeona olímpica de bádminton en Rio2016 es una de las afortunadas que puede competir, otras disciplinas no lo harán hasta enero. Ha subido al número seis del ranking después de la rotura del cruzado; el objetivo era ese, estar en el top ten para ser cabeza de serie en el sorteo de los Juegos Olímpicos. Atiende a EL PAÍS por vídeo-llamada desde su casa. Lo hace 48 horas antes de que se estrene el documental de cuatro episodios que ha grabado con Amazon Prime.
Pregunta. Su lema es ‘Puedo porque pienso que puedo’. ¿Qué es lo que puede?
Respuesta. Puedo crecer sin ponerme límites, siempre estoy dispuesta a aprender cosas nuevas y a ponerlas en prácticas. Puedo marcarme objetivos, tener claro el camino e ir a por ellos.
P. ¿En qué le ha cambiado la pandemia?
R. Me ha enseñado a valorar aspectos que quizás en el día a día pasaban desapercibidos como es el simple gesto de darnos un beso y un abrazo. Pasé el confinamiento con mi madre en Huelva, porque quería estar cerca de mi padre que estaba hospitalizado [falleció a finales de julio], y a mi madre no le daba ni besos ni abrazos, por precaución y para protegerla. También me ha cambiado en el aspecto deportivo. Yo nunca había estado tres meses sin tocar una raqueta y un volante…
P. ¿Qué perdió en esos tres meses?
R. El tacto con la raqueta y la precisión con el volante. Con tacto me refiero al feeling que tienes con el grip [agarre] de la raqueta para los diferentes golpeos. Físicamente estaba muy bien porque mi entrenador me mandó máquinas a Huelva y gracias a ello me he podido mantener bastante bien.
P. ¿Cuánto se tarda en recuperar el feeling?
R. Me sorprendí a mí misma, porque yo normalmente me voy una semana de vacaciones y ya con una semana pierdo bastante feeling con la raqueta y precisión con el volante. Después de tres meses creía que no iba a darle al volante... y no, en una semana ya había recuperado el feeling de antes.
P. ¿Cómo era la Carolina de antes de la lesión?
R. Una lesión te hace madurar, reflexionar y pensar en todo. Con la lesión te vienen muchas inseguridades, muchos miedos. Me preguntaba si volvería a ser la de antes, si volvería a ganar algún partido, algún torneo, si volvería a tener el nivel que tenía antes. Es que cuando me lesioné estaba la número dos del mundo y cuando reaparecí en el primer torneo era la 42 o la 40. Quieras o no es una diferencia muy grande. Cuando me lesioné estaba en uno de mis mejores estados de forma. El trabajo y el equipo me empujaban a tener confianza en mí misma, a estar segura; la rodilla también nos iba guiando.
P. ¿Y la Carolina de ahora?
R. Tiene la madurez que me ha dado la lesión.
P. En el documental cuenta que después de la derrota en Vietnam [torneo en el que volvió ocho meses después de la lesión] le dijo a su psicóloga: ‘María no valgo para esto, no sé si volveré a ser la de antes’. Siempre tendemos a pensar que usted es toda fortaleza, que nada le afecta y que no tiene debilidades. En realidad sí se siente vulnerable.
R. A través de esta docu-serie he demostrado que no soy un robot, soy una persona y por mucha fortaleza que tenga y muestre, soy humana y tengo mis debilidades. Las trabajo mucho para que una vez que esté en la pista no se me vean y siempre se note esa dureza. Pero soy humana. Ese torneo fue el primero después de la lesión, iba con la seguridad de que podía ganarlo, y no habíamos contemplado la posibilidad de perder en el primer partido. Y sí, le dije a María [Martínez, la psicóloga] que quizás no servía ya para esto.
P. ¿Sí ha vuelto a ser la de antes?
R. Me encuentro mejor, todo este tiempo sin competir [por el covid] hizo que me pasara lo mismo que con la lesión. Dedicamos tiempo a mejorar aspectos que durante un año normal de competición es casi imposible hacer. Tenemos tantos torneos que no tenemos tiempo para mejorar ciertos aspectos del juego. Y ahora sí lo he tenido y espero ponerlos en práctica ya en Dinamarca. Quiero ver si de verdad me funcionan con jugadoras de nivel top.
P. ¿Qué aspectos ha trabajado?
R. Soy muy atacante en la pista y tengo más variedad de golpeo en el ataque. Y quiero ver precisamente si eso es efectivo.
P. ¿Le gusta que gracias al documental vaya a salir la versión humana de Carolina que muchos desconocen?
R. Sí, es una de las cosas que más me gusta, de hecho, porque casi todo el mundo me conoce como la Carolina deportista. Y ahora se van a ver las dos versiones. Fuera de la pista soy lo contrario a lo que se ve. Muy familiar sobre todo. La gente va a conocerme mucho más de cerca.
P. Llegó al CAR con 14 años ¿cómo es vivir la adolescencia y crecer lejos de sus padres?
R. Estoy tremendamente orgullosa de mis padres y tremendamente agradecida. Ellos lo saben. No todos los padres dejan irse a una hija de 14 años a 600 kilómetros de casa, a una hija de Huelva a la capital de España. La situación que tenía en casa tampoco lo facilitaba: soy hija única, mis padres ya estaban separados. Pues imagínese que le proponen a su hija irse a un centro de alto rendimiento a perseguir su sueño ¡con el bádminton! Algo totalmente desconocido aquí en España. Mis padres se perdieron toda mi adolescencia y yo me la pasé en una ciudad sin familiares.
P. ¿Ellos no disfrutaron de su hija, pero usted?
R. A mí me dio la madurez que cualquier persona suele tener con 20 años. Me llegó de forma más temprana, porque estás sola en una ciudad muy grande y tienes que ir formándote tu sola.
P. ¿Qué queda de aquella Carolina?
R. ¡Queda, claro que queda! Y quedará hasta que tenga 40 o 50 años y no esté jugando al bádminton. Esa Carolina niña hay que llevarla dentro. Independientemente de la edad, esa niñez hay que seguir llevándola. Yo tengo 27 años y me siento como si tuviera 18 o 15. Ese cariño, entusiasmo, diversión, esa alegría, esas ganas, nadie me las ha quitado, ni la edad.
P. ¿Sí se puede ser entonces deportista de élite conservando esa niñez e ingenuidad?
R. Sí, una cosa no quita la otra. La madurez cambia, claro. Pero el entusiasmo no hay que perderlo. Cuando ya no lo tenga, quizás ya no estaré dedicándome a esto.
P. ¿Qué le hace dudar?
R. Cuando tengo claras las cosas, las tengo claras y voy palante con ellas. Y nada ni nadie me va a desviar. Pero muchas veces, antes de la competición si hago superbien dos entrenamientos y otro no me sale bien… ya empiezo a dudar de mi misma. Me quedo muchas veces con la parte negativa: 'Uf, he hecho un entrenamiento regular, no sé si estoy totalmente preparada para la competición’. Eso me pasa bastante, de hecho con María hemos trabajado en quedarnos con las cosas positivas de las semanas previas a los torneos para ir a jugar reforzada y con confianza.
P. ¿Se come mucho el coco?
R. Sí, me como mucho la cabeza y por todo. No concilio el sueño fácil, me cuesta bastante dormirme y cuando llega la noche y estoy en la cama es cuando más vueltas le doy a las cosas, a cómo me ha ido el día, cómo han ido los entrenamientos, quizás alguna decisión que tenga que tomar, alguna conversación que tenga que tener con algún miembro del equipo o con alguien de mi familia.
P. ¿En qué le ha venido bien el aplazamiento de los Juegos?
R. Creo que soy una de las pocas afortunadas a la que le ha venido bien. Precisamente por la situación personal que he estado pasando [la larga recuperación del padre después del accidente y el posterior fallecimiento] y que no me hacía estar al cien por cien concentrada, era imposible. Tenía la cabeza completamente en otro lado, que era obviamente donde tenía que estar. Al final el aplazamiento y pensar que tengo un año de tiempo me hace estar más tranquila conmigo misma, más relajada en los entrenamientos porque sé que tengo bastante tiempo para prepararlos muy bien, para tener las cosas más claras. Más que nunca quiero ir a por ese oro.
P. Ha hecho algunas concentraciones en altura en Sierra Nevada. ¿En qué ha notado beneficios?
R. La última fue a finales de agosto, estuvimos tres semanas. El principal beneficio para los que jugamos al bádminton es la parte física, el fondo, tenemos mucho más… Porque en cuanto al juego el volante en altura vuela muchísimo, pero una cosa exagerada, tanto que tenemos que pedir un volante especial, que nos lo tienen que fabricar, picarles todas las plumas porque aun así va muy, muy rápido. En la defensa eso lo notas y lo mejoras porque los volantes de ataque llegan muy rápidos.
P. ¿Si cierra los ojos e imagina Tokio, qué ve?
R. Me veo subida al podio con el himno sonando y la medalla de oro colgada.