Rock and roll y João Félix
El Atlético se impone al atrevido Salzburgo en un partido vertiginoso al remontar con dos goles de la joven estrella lusa
Golpe a golpe. Gol a gol. Con João Félix, Marcos Llorente y Correa estelares, dibujando jugadas y remates plenas de inspiración, técnica y verticalidad, el Atlético pudo imponerse al moderno y locuaz Salzburgo. Rock and Roll en el Metropolitano. Del bueno, que diría Klopp. Un partido memorable a sablazos. Muy alejado de los patrones que siguen los encuentros del Atlético. Bonito por descontrolado, por las alternativas en el marcador. Por jugarse a dos porterías. Por ver a dos equipos enciscados en la tarea de hacer un gol que les proporcionara un triunfo vital para ambos. Para el Atlético supo...
Golpe a golpe. Gol a gol. Con João Félix, Marcos Llorente y Correa estelares, dibujando jugadas y remates plenas de inspiración, técnica y verticalidad, el Atlético pudo imponerse al moderno y locuaz Salzburgo. Rock and Roll en el Metropolitano. Del bueno, que diría Klopp. Un partido memorable a sablazos. Muy alejado de los patrones que siguen los encuentros del Atlético. Bonito por descontrolado, por las alternativas en el marcador. Por jugarse a dos porterías. Por ver a dos equipos enciscados en la tarea de hacer un gol que les proporcionara un triunfo vital para ambos. Para el Atlético supone su primera victoria en esta fase de grupos, pero también que puede ser ganador a ramalazos de juego ofensivo. Sin miedo y al ataque.
Visto lo sucedido en Múnich, Simeone entendió que el partido requería piernas. Y de ellas va sobrado Marcos Llorente. Rompió el Cholo la pareja Herrera-Koke para que el exmadridista escoltara al mexicano. La amenaza de las transiciones vertiginosas del Salzburgo devolvió a Llorente a la posición para la que fue fichado. Y como está pletórico de gasolina y autoconfianza, juega a todo fútbol. Con libertad para desengancharse, lo mismo rompía con un desmarque al espacio que aparecía en las proximidades del área de Oblak para hacer una recuperación.
El ritmo lo impuso el Salzburgo de inicio. Alto, con poca pausa y poco centro del campo. A esas revoluciones se encontró cómodo Llorente y también João Félix, que intuyó que el partido iba a ser de espacios y chispazos. Otro que también cuando anda fresco de piernas se eleva y gobierna desde su exquisita técnica. Suyo fue el primer aviso. Una delicia de remate acrobático a pase de Herrera que estrelló en el larguero. No amenazaba el Salzburgo, pero en su trazo de equipo atrevido no le perdía la cara al choque. Un equipo joven, sin complejos, invitando al Atlético al intercambio de golpes. Y fueron los rojiblancos los primeros en lucir pegada. Un martillazo raso de Llorente con la zurda, atento para engatillar el disparo tras un culebreo de Correa. A todo campo como juega, Correa le filtró un pase magistral desde el círculo central. Su carrera fue rompedora para citarse con Stankovic y a su toque sutil solo le faltó menos potencia o abrir menos el tobillo para el golpeo. Suárez también tuvo el gol, pero empaló mordida una volea.
El perdón rojiblanco se convirtió en castigo cuando Herrera perdió un balón con el equipo saliendo. Berisha se lo hizo llegar a Szoboszlai y el húngaro sacó a pasear ese cañón de precisión que tiene por pierna derecha. Metió el exterior y Oblak solo escuchó el zumbido y el estampido seco de la pelota en la red. El tanto fue otra señal de que el Salzburgo no combina juventud y acongoje. No se había resentido de la lesión de Daka, su dinámico hombre gol, ni se derrumbó con el tanto de Llorente.
Conexión con Suárez
La pinta de equipo afilado la siguieron mostrando los jugadores de Jesse Marsch a la primera concesión del Atlético tras el descanso. Una pérdida en el flanco izquierdo. Un pase cruzado a la espalda siempre disponible de Trippier, un centro raso y Berisha para empujarlo. Tres toques y gol. El fútbol de hoy interpretado por un equipo fresco y bonito de ver. Abierto para proponer un partido de ida y vuelta. Y ahí se topó con Correa y João Félix, que huelen la sangre en ese tipo de paisaje. Una conducción de Luis Suárez la remataron con un tuya-mía en el que el argentino sentó cátedra en el manejo de los espacios cortos con uno de sus giros. Luego le sobró generosidad para que el luso empujara el empate.
A partir de ahí un partido más espasmódico aún. Pendular. Con el gol rondando las dos áreas. Con Oblak metiendo una mano milagrosa. Con João Félix apuntando mal un cabezazo o empalando un disparo con Koke esperando para marcar a placer. Pero siempre sintiéndose el luso metido en el partido. Disfrutando de un fútbol vertiginoso. Culminando la remontada con un control y un disparo seco que acabó con el osado Salzburgo.