Tormenta a lo grande en Augusta
Tiger, Rahm y DeChambeau están arriba arriba en una primera jornada del Masters que no se completa por el retraso tras la lluvia
El cartel anunciaba a Bryson DeChambeau como el púgil protagonista de la velada. Estadounidense, 27 años, el mayor pegador del circuito, terror de Augusta. Levantó los puños DeChambeau, un saco de músculos, y pegó, vaya si pegó, aunque algunos de sus esperadísimos mamporros acabaran en el aire. El Masters abrió por fin las puertas del cielo verde (parecía que nunca iba a empezar; al retraso de siete meses en el calend...
El cartel anunciaba a Bryson DeChambeau como el púgil protagonista de la velada. Estadounidense, 27 años, el mayor pegador del circuito, terror de Augusta. Levantó los puños DeChambeau, un saco de músculos, y pegó, vaya si pegó, aunque algunos de sus esperadísimos mamporros acabaran en el aire. El Masters abrió por fin las puertas del cielo verde (parecía que nunca iba a empezar; al retraso de siete meses en el calendario por la pandemia se unió la interrupción de tres horas por la lluvia al poco de comenzar), y bajo sus focos se desató la verdadera tormenta. Un ejército marcha en busca de la chaqueta verde. Paul Casey fue un metrónomo con cinco birdies y un eagle para firmar -7, Tiger Woods dejó claro que tendrán que matarle mil veces por mucho que le duelan los huesos (-4), Jon Rahm sabe que esta es la suya, y no quiere dejarla escapar ni una vez más (-3), DeChambeau mezcló lo fino y lo grueso (-2)... La jornada no pudo completarse por la falta de luz y dejó en la persecución a otro puñado de ilustres: Justin Thomas (-5), Dustin Johnson (-3), Justin Rose (-3)... Se ha hecho esperar el Masters. Valió la pena.
Que Jon Rahm está maduro para ganar el Masters se vio en el primer asalto. Después de perder la calle en el hoyo 11 (su segundo del día, comenzó por el 10), cargó muy pronto con un bogey al que sumó otro en el hoyo siguiente, en el corazón de un vacío y triste Amen Corner, al errar un putt corto. Su sangre caliente podría haberlo hecho perder la perspectiva en otro momento. Ya no. Con 26 años cumplidos el martes, Rahm juega con la pasión del aspirante y la paciencia de quien ha sido número uno del mundo. Solo tardó un golpe en enderezar el rumbo. La salida del 13. Par cinco. El vasco la jugó con escuadra y atrapó el birdie redentor. Demonios fuera. Rahm no se dobla en los malos momentos.
Los primeros nueve hoyos los cerró con el puño cerrado por otro birdie y en la segunda vuelta llegó la explosión. Su segundo golpe en el hoyo 2 se ganó un hueco de privilegio entre lo mejor del día. Dirección a bandera para el eagle. Con la moral disparada, aceleró con otra lección desde la calle en el 3 para rebajar más el marcador. Y aunque descontó un golpe en el 7 (putt fallado, bogey) y no sacó juego al par cinco del 8, está sentado en la zona noble. Son ya ocho rondas seguidas bajando del par en Augusta. Mucho mérito. "Han sido muchos altibajos porque me costó acostumbrarme. Me he levantado a las cuatro y media de la mañana y cuando iba al tee para salir se ha suspendido..., pero estoy feliz, es un buen inicio de torneo. Lo habría firmado antes de empezar el día”, analizó.
Rahm tenía primera fila para el espectáculo DeChambeau. El cañonero apareció con la puntería desviada. Y la potencia sin control... Como ejemplo el hoyo 13. A una mala salida siguió otro mal golpe, la bola perdida en los arbustos y doble bogey. Sin los mapas de greens que no se permiten en Augusta, y que el americano sabe leer como nadie, le faltó seguridad. Aun así dejó dos derechazos para sacar los prismáticos. En el hoyo 5 mandó la bola a 317 metros. En el 9, a 333. Hasta a las cámaras de televisión les costaba seguir el misil por el cielo. Junto a Rory McIlroy y Cameron Champ, en la corte de los mayores pegadores. Su penitencia, que solo cogió ocho calles de 14 (57%), por las 12 de 14 de Rahm (85%).
Por ahora, la chaqueta es de Tiger, firme como un roble. Sin líos desde la salida, con buenas recuperaciones, fiable en el juego corto, sin ningún bogey por primera vez en sus últimas 106 rondas en un grande. Y sonriendo mucho durante el día. Es la magia de Augusta, que rejuvenece los espíritus. Como si el tiempo no hubiera pasado, por ahí se baten Langer y Olazabal. El doble campeón marchaba +2 tras ocho hoyos. El otro español en liza, Rafa Cabrera, fue cara y cruz: tres birdies en los cuatro primeros hoyos y dos bogeys y un doble bogey en los cinco últimos (+1).
Clasificación completa tras la primera jornada.
Tv: Movistar Golf, de 13.30 a 23.30.
Un drenaje como el del Bayern
Augusta no parece Augusta. No es abril sino noviembre, y las azaleas que solo florecen en primavera ya no están, dejando al Masters sin su explosión de color. Los árboles no son postales verdes, sino que un tono ocre y rojizo pinta un paisaje melancólico, más triste todavía por la falta de aficionados, solo acompañados los golfistas por algunos periodistas y familiares. Se juega en medio de un silencio de cementerio. El Masters parece una película muda. Para colmo un diluvio tiñe aun más de gris la atmósfera. La tromba de agua es tal a primera hora de la mañana que toda la jornada parece en peligro. No en Augusta. “Este es el campo más preparado que hay”, explica Daniel Carretero, que durante dos años trabajó en el selecto equipo de greenkeepers encargados de cuidar este museo al aire libre. “Lo que se ve es un campo espectacular, pero por debajo hay otra maravilla. Hasta la CBS tiene millones de cables enterrados. Los greens tienen drenaje por todos lados. Es como un campo de fútbol. Augusta tiene un sistema como el del estadio del Bayern de Múnich, hidrónico. Calienta el subsuelo. Se expulsa aire, que con el calor del agua de las tuberías hace que los greens se recuperen lo máximo posible”, cuenta Carretero, que después de su máster en Augusta trabajó cuidando el césped del estadio de Las Palmas.
Aun así el chaparrón se dejó notar. La bola se frenaba al patear, no rodaba en las calles y se quedaba clavada en las trampas de arena. “En casos así, la principal preocupación en Augusta es mantener los búnkers. La arena de las paredes se mueve hacia abajo y luego con palas hay que ponerla arriba y con unos rastrillos especiales se remueve. Esto hace que se quede la arena más granulada, como pelotitas”. Fue un mal menor después de un inicio muy pasado por agua.