El Cádiz mete en apuros al Eibar
Un gol de Negredo tritura al equipo vasco, en el que Dmitrovic, su portero, falló un penalti en la segunda parte
Cádiz parecía Eibar, porque llovía, pero no lo era. Hace años que se cerró el debate sobre los campos duros como el cemento en el sur y embarrados de serie en el norte. Salvo catástrofe natural, Ipurua y el Carranza se parecen como dos gotas de agua: la misma altura del césped, el mismo riego de aspersión. Aquellas áreas pequeñas descarnadas a partir de octubre, como la hierba de la pista central de Wimbledon el día de la final, son tan frondosas como un claro en ...
Cádiz parecía Eibar, porque llovía, pero no lo era. Hace años que se cerró el debate sobre los campos duros como el cemento en el sur y embarrados de serie en el norte. Salvo catástrofe natural, Ipurua y el Carranza se parecen como dos gotas de agua: la misma altura del césped, el mismo riego de aspersión. Aquellas áreas pequeñas descarnadas a partir de octubre, como la hierba de la pista central de Wimbledon el día de la final, son tan frondosas como un claro en la selva amazónica.
Y como el factor público no existe, y las gradas del Carranza están más vacías que en aquellos días ya lejanos de desesperanza, en los que sólo iban los que querían divertirse persiguiendo a los linieres, Cádiz se parece a Eibar cuando llueve, aunque no es lo mismo, y los hombres de Mendilibar no se sienten cómodos sin escuchar la sirena de la fábrica de Alfa.
En realidad, los jugadores eibarreses no se sienten cómodos esta temporada ni en casa ni fuera. Ni siquiera Bryan Gil, natural de Barbate, que quiere ser profeta en su tierra y no lo consigue, pese a sus intentos. Tampoco Enrich, autor de un gol anulado, porque su remate de cabeza le golpea después en la mano antes de entrar a la portería. Tampoco Dmitrovic, el portero, sí, que tiene la oportunidad más clara del Eibar en el lanzamiento de un penalti que le adivina su colega Ledesma, cuando el marcador ya está en contra y avanza la segunda parte.
En cambio, están cómodos los del Cádiz, aunque el Carranza parezca Ipurua, porque los amarillos han vuelto a su juego de comienzos de temporada, cuando cedían la pelota al rival, ajustaban las líneas, jugaban juntos y concentrados y sacaban adelante los partidos.
Volvieron a hacerlo contra el Eibar, un equipo incómodo casi siempre, pero en estos momentos, más consigo mismo, que pelea contra sus demonios y que con la victoria del Elche comenzó el partido en puestos de descenso, que a estas alturas de la temporada empieza a ser cosa seria.
Parce en su salsa Negredo, cazador, depredador del área, que lo mismo ejerce de palomero que de constructor del juego y que está a verlas venir de lejos, como en el centro de Espino, en una jugada que él mismo inició, y que culminó colándose desde atrás para rematar cruzado de cabeza, lejos del alcance de Dmitrovic.
Y con el marcador a favor y los nervios del Eibar también en su haber, el Cádiz se somete al bombardeo azulgrana, que resuelve con su fuego antiaéreo, concentrado, como cuando comenzó el campeonato, saliendo a la contra cuando puede, y puede a veces. Negredo, antes de marcharse a descansar, tiene la más clara en una delicatessen que intenta ante la salida de Dmitrovic, que bota en el área pequeña y se le va fuera. Luego Lozano también puede quitarle los nervios de un plumazo a su entrenador, pero falla y a Álvaro Cervera se le ponen de punta hasta que en el 97, Del Cerro Grande manda parar y gana su equipo. Ya no llueve en Cádiz, o llueve menos. En Ipurua jarrea.