El Madrid va como un tiro
Los blancos se imponen a una Real que compitió hasta que por fin irrumpió con huellas Jovic, relevo del lesionado Benzema. El Atlético, a 10 puntos; el Barça, a 16
El fútbol tiene momentos súbitos. ¿Quién demonios hubiera arriesgado un céntimo a que por una noche Jovic sería Benzema? El serbio, en el camión escoba desde su llegada a Chamartín, entró de urgencia en el Reale como un soldado raso y dejó el estadio como portada de una noche tan inopinada para él y para el madridista más eufórico. Al cuarto de hora se rompió Benzema, que parecía eterno, e irrumpió de puntillas Jovic. Poco a poco se familiarizó con la cofradía hasta fundir a la hasta entonces competente Real Sociedad. Primero descargó de maravilla una pelota para el 0-1 de Vinicius. Después, s...
El fútbol tiene momentos súbitos. ¿Quién demonios hubiera arriesgado un céntimo a que por una noche Jovic sería Benzema? El serbio, en el camión escoba desde su llegada a Chamartín, entró de urgencia en el Reale como un soldado raso y dejó el estadio como portada de una noche tan inopinada para él y para el madridista más eufórico. Al cuarto de hora se rompió Benzema, que parecía eterno, e irrumpió de puntillas Jovic. Poco a poco se familiarizó con la cofradía hasta fundir a la hasta entonces competente Real Sociedad. Primero descargó de maravilla una pelota para el 0-1 de Vinicius. Después, sin demora, cazó un cabezazo terminal. Jovic convertido en el enemigo más inesperado de los de Imanol, que resistieron lo que tardó el balcánico en volver a sentirse futbolista.
Lo que es el endemoniado fútbol. Jovic salió del cuarto oscuro en el Reale, donde solo el Athletic había logrado anotar (y por una pifia de Remiro). Fue el turno del serbio como en Elche fue la hora de Mariano. Ancelotti es de piñón fijo, pero hay envites que le resultan.
Hasta el momento Jovic, por instantes, el duelo en el Reale remitía al viejo Atocha de noches de barro y épica. Hoy ya no hay fango en estos estadios como catedrales. Pero quedan partidos en combustión, competidos hasta el hueso. Un combate por cada aliento. Un golpe de pecho tras otro. Allí no se achicaba nadie, ni los eternos Kroos y Modric ni los novicios Guevara y Zubimendi, rebelados contra la nomenclatura adversaria.
Cada equipo ante un reto mayúsculo. Más dispuesto el Madrid para salir en estampida con Vinicius por bandera. Pero, con Jovic aún como un forastero, en el área de Remiro gobernaban los zagueros locales. El conjunto de Imanol ha pegado un sobresaliente estirón defensivo. Más proclive al ataque estático la Real, obligada por un Madrid que no disimula cuando se abriga en campo propio. Defiende mucho mejor cuando se apiña en su rancho que en el contrario. Se cuida muy mucho las espaldas.
Sin Silva y Merino
Por la misma ruta de Vinicius, pero en dirección contraria, circulaba Januzaj, agitador blanquiazul. En un choque con preponderancia de lo colectivo, el descorche debía llegar por algún solista. No lo era, de momento, el rescatado Jovic como tampoco Isak, al que su técnico dio cobertura con Sorloth como pareja ofensiva. Ambos, más que nadie, echaron en falta a volantes como Merino y Silva, ilustrados para asistir. No encontró la Real a un jugador entre líneas, lo que alivió a Casemiro, liberado para auxiliar a sus centrales, con Militão como un jabato. Se bastó frente a los dos delanteros nórdicos. Como en un despeje con sobredosis de fe tras un cabezazo de Isak. Respondió Remiro a un disparo de Rodrygo. Los dos equipos llegaban a la sala de espera del gol. Como broche al extenuante primer acto, Sorloth se embrolló en la contra que condujo al descanso. Por entonces, Jovic todavía era una sombra.
Un descuido de Januzaj comenzó por condenar a la Real, fulminada en el segundo periodo. Para arrestar a Vinicius conviene tener más de un escolta. El belga no socorrió a tiempo a Gorosabel y el brasileño pudo maniobrar como más le gusta, de izquierda hacia el interior del área. Así fue. Vinicius se citó con Jovic, que de espaldas le devolvió el servicio para dejarle frente a Remiro. Este Vinicius ya no falla ni a tiros.
La Real notó la sacudida. Tanto que su firme retaguardia no supo contener a Casemiro, que prolongó de cabeza un córner lanzado por Kroos. Jovic, el más granuja, remachó ante Remiro. Ahí se quebró del todo la Real, boquiabierta ante el intruso Jovic. Nunca había dado con Isak y Sorloth y apenas había tenido pisadas de Oyarzabal, pero con el 0-2 se quedó sin andamio. De repente, a la intemperie. No cogió impulso con los cambios de Imanol. Mientras, Ancelotti, que tanto exprime a su guardia pretoriana, pudo administrar los tiempos. Por ejemplo, proteger a Casemiro de la tarjeta que le hubiera descontado del derbi del próximo fin de semana. Y dar un aire a Kroos, cuyo observatorio es capital.
Con los suyos, con los del gabinete principal de Ancelotti, el Madrid ha cogido carrerilla. En 15 jornadas, el Atlético y el Barça, ambos con un partido menos, circulan a 10 y 16 puntos, respectivamente. Los blancos, si acaso, solo atisban por el retrovisor al Sevilla y al Betis. En el Reale ni siquiera precisó de Courtois. Esta vez su Courtois fue Militão.
Son ya ocho victorias consecutivas en Liga y Copa de Europa. Algunas llegaron con el gancho —las recientes ante Sevilla y Athletic, por ejemplo—. En Donosti respondió ante la exigencia inicial de la Real y Jovic se encargó del resto. Este Madrid va como un tiro.
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