Nadal impone su mística

El español salva cuatro bolas de partido ante Goffin (6-3, 5-7 y 7-6(9), en 3h 09m) y accede a los cuartos: “Ahora mismo, solo puedo exigirme luchar hasta el final”

Nadal celebra la victoria contra Goffin, este jueves en la Caja Mágica de Madrid.Manu Fernandez (AP)

El grito de la noche anterior en el Santiago Bernabéu se repite en la Caja Mágica, que también invoca a la mística: “¡Sí-se-puede! ¡Sí-se-puede! ¡Sí-se-puede!”. Rafael Nadal está en una situación límite, acorralado y achicando agua frente a David Goffin, que después de haber sorteado el abismo en el segundo set se envalentona y arremete con todo, sabedor de que al campeón de 21 grandes le falta chispa y rodaje, y también algo de aire porque mes y medio de ausencia es mucho tiempo. Es su momento, es lo lógico. Sería lo normal. O tal vez no. Es Nadal quien está al otro lado. Es la inmensidad. As...

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El grito de la noche anterior en el Santiago Bernabéu se repite en la Caja Mágica, que también invoca a la mística: “¡Sí-se-puede! ¡Sí-se-puede! ¡Sí-se-puede!”. Rafael Nadal está en una situación límite, acorralado y achicando agua frente a David Goffin, que después de haber sorteado el abismo en el segundo set se envalentona y arremete con todo, sabedor de que al campeón de 21 grandes le falta chispa y rodaje, y también algo de aire porque mes y medio de ausencia es mucho tiempo. Es su momento, es lo lógico. Sería lo normal. O tal vez no. Es Nadal quien está al otro lado. Es la inmensidad. Así que lo que se veía de un color, de repente adquiere una tonalidad completamente distinta. De los sudores fríos al éxtasis. La vida al ritmo de la épica.

El de Manacor, que no ha conseguido ponerle el lazo al pulso, dos puntos de partido al limbo, se agiganta cuando se sospecha que ya está perdido, que no hay solución, que no hay tren de vuelta. Pero él siempre esconde un billete en el bolsillo interior. Hay traca final. Primero salva tres match points, después se procura otro, el tercero, y cuando Goffin vuelve a la carga, cuarta oportunidad para el belga, sentencia. Atina y la grada madrileña explota: 6-3, 5-7 y 7-6(9), después de 3h 09m. Llega ahora el ansiado cruce generacional con Carlos Alcaraz, superior al británico Cameron Norrie: 6-4, 6-7(4) y 6-3, en 2h 39m.

Será la tercera vez que se enfrentan, tras el episodio del curso pasado en Madrid y el del 19 de marzo en las semifinales de Indian Wells, favorables ambos a Nadal.

Intenta el mallorquín razonar lo irrazonable a pie de pista. “El partido estaba aparentemente controlado, pero las cosas no son perfectas. Ahora mismo solo puedo exigirme luchar hasta el final, y eso es lo que he hecho”, expresa en declaraciones a Teledeporte. “Me encanta la competición y, de alguna manera, los deportistas nos entrenamos para sobreponernos a cosas adversas; si no, desde hace tiempo estaría dedicándome a otras cosas, esa es la realidad. Seguro que esto me sirve de muchísimo”, dice en dirección a los cuartos del torneo, por 15ª vez en sus 19 participaciones.

Todo acompañaba. Por fin lucía el sol en Madrid, enfrente había uno de esos rivales a los que les gusta el peloteo y la noche anterior había dormido a pierna suelta tras la celebración. Nadal irrumpió en la central de la Caja Mágica con buena cara y revitalizado por el fructífero despegue de la jornada anterior, ante Miomir Kecmanovic; también por la enésima resurrección europea del Real Madrid, que él presenció desde el palco del Bernabéu por la noche. La simbiosis es digna de estudio científico. No hay tenista que se levante como el balear ni equipo que escape con tanta habilidad de las llamas que el blanco; tiene el Madrid mucho de Nadal, y Nadal mucho del Madrid.

Uno y otro se reencontrarán el próximo 28 de mayo en Saint Denis. Allí, en la primavera de París, los hombres de Carlo Ancelotti perseguirán su 14º entorchado continental mientras el tenista, si todo va bien y nada se tuerce (llámese pie, llámese costilla…), debatirá en esos momentos por su 14º trofeo en Roland Garros. Como si estuvieran unidos por un cordón umbilical y se retroalimentasen, trazados paralelos, ambos han edificado sus respectivas leyendas a partir de las remontadas y las heroicidades, con la épica como fuerza de tracción. El Madrid se rehízo ante el City, y antes contra el Chelsea o el PSG; y de vuelta está también Nadal, que tras mes y medio en la reserva lidia con el tiempo para llegar en condiciones al Bois de Boulogne.

De lo de rehacerse sabe un rato el de Manacor, experto en cicatrices. Conforme fue cayendo el sol, cambió el guion. Nadal tenía el duelo encarrilado, a falta del tiro de gracia. Dispuso de un 5-3 y dos bolas de partido el mallorquín, pero le faltó la última puntada y la que hasta entonces había sido una tarde relativamente controlada derivó en una encerrona considerable. El belga agradeció la concesión de esa vida extra y se revolvió. Se levantó y contragolpeó. Sabe jugar, sabe enredar Goffin, un jugador talentoso –reciente ganador en Marrakech– que con una pizca más de malicia podría haber alcanzado cotas todavía más altas. El indulto le avivó, y el partido se decidió entre la tensión y los finos equilibrios de un tercer set que pendía de un hilo y podía caer hacia cualquier lado.

Doble dejada al límite

Enrabietado por haber dejado escapar el tren, Nadal se refugió en el vestuario durante la transición y analizó. Dio un paso al frente en la vuelta a la arena con el objetivo de poner tierra de por medio rápido, pero la derecha seguía sin estar del todo limpia y el rival logró defenderse de la primera acometida. Endureció el partido Goffin, rápido de piernas y profundo en el golpeo, y fue marcando el ritmo hasta conducir al español hacia una situación límite. Fue abriendo la pista, sin dar el brazo a torcer, decidido a morder. Mientras, Nadal hacía la goma, a la espera de que llegara ese momento en el que suele levantarse, armar el brazo y noquear. Pero esta vez, se hizo de rogar.

Con la soga al cuello, la respuesta fue colosal. Y la escapatoria un hecho. Ahí quedarán esas dos dejadas majestuosas para el recuerdo, y el rostro desencajado de Goffin. Lo tuvo el belga, rendido al final ante lo inexplicable. Del Bernabéu a la Caja Mágica, del Madrid a Nadal. ¿Cómo lo hacen? No busquen la respuesta. Sencillamente, haciéndolo.

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