Alcaraz elige la mesa de los reyes
El murciano de 19 años llegó y dio un patadón en la puerta, que suele ser la manera en la que se derriban los imperios, sin aviso y dando cera
Sometido al fielato de tres tenistas que rara vez han dejado migas a los demás, el tenis se pregunta desde hace años por la sucesión de Federer, Nadal y Djokovic, con una respuesta inequívoca: hay aspirantes, pero no sucesores. ¿Cómo pronosticar una sucesión cuando los veteranos campeones todavía gobiernan con puño de hierro? Mejor preguntárselo a Carlos Alcaraz, que ha levantado la mano y desea responder. ...
Sometido al fielato de tres tenistas que rara vez han dejado migas a los demás, el tenis se pregunta desde hace años por la sucesión de Federer, Nadal y Djokovic, con una respuesta inequívoca: hay aspirantes, pero no sucesores. ¿Cómo pronosticar una sucesión cuando los veteranos campeones todavía gobiernan con puño de hierro? Mejor preguntárselo a Carlos Alcaraz, que ha levantado la mano y desea responder. Ganó el Open de Estados Unidos, se erigió en el número uno del mundo y dejó al mundo del tenis cavilando sobre sus inexplorados recursos. Con solo 19 años, ha puesto al tenis a soñar.
Esta temporada no era distinta a todas las que se pierden en el recuerdo desde que Federer comenzó a ganar torneos en 2003, inmediatamente perseguido por Nadal y poco después por Djokovic. Sin el genial suizo en las canchas y Djokovic vetado en el Open de Australia y de Estados Unidos por su negativa a vacunarse, un maltrecho Nadal ha defendido la bandera de los veteranos como si fuera un chaval. Venció en Australia y en Roland Garros. Djokovic aprovechó la venia de los británicos, acudió a Wimbledon y ganó sin mayores problemas.
En muchos aspectos, ha sido un año muy frustrante para unos cuantos jugadores que pretendían recoger el testigo de los campeones. Medvedev se había ganado un merecido crédito por su victoria sobre Djokovic en la anterior edición del Open de Estados Unidos y su posterior presencia en la final del Open de Australia. Un buen aspirante, quizá un sucesor. O no, porque Medveded se ha enganchado al mismo vagón en el que viajan el griego Tsitsipas, el alemán Zverev o el ruso Rublev.
Jóvenes, pero con una larga experiencia en el circuito, apuntan alto y disparan más bajo de lo que deberían. No consiguen establecerse como una alternativa indiscutible a los tres grandes. Padecen un síndrome que les achica. Por ahora, solo son respetuosos aspirantes. Alcaraz es otra cosa. Quiere ser el indiscutido sucesor, el líder de un nuevo gobierno en el tenis. No ha especulado, ni tampoco ha demorado un instante su vertiginosa ascensión. Llegó y dio un patadón en la puerta, que suele ser la manera en la que se derriban los imperios, sin aviso y dando cera.
Sí, se hablaba mucho de Carlos Alcaraz en los corrillos del tenis, un chaval de Murcia que se adelantaba a su tiempo y recorría el circuito juvenil como un cohete. En 2021, apuntó grandes maneras en el Open de Estados Unidos. En enero de este año, cautivó a los especialistas en Australia. En cualquier caso, era una osadía situarle en el mismo pelotón con Tsitsipas, Medveded y compañía.
Alcaraz no ha esperado a nadie. En algún momento de esta temporada, más que probablemente después de sus sonoros recorridos en Indian Wells, Miami y Madrid, comprendió que su trayectoria no dependía de pequeños, medidos y correctos pasos, ni de las cábalas sobre su talento entre los gurús del tenis. Carlos Alcaraz lo quería todo, aquí y ahora. No ha perdido ni un minuto en conseguirlo. No se ha comportado como un diletante encogido por la hegemonía de los viejos monstruos. Por si acaso, Alcaraz ya les había derrotado esta temporada. En Madrid venció a Nadal y Djokovic. El mensaje estaba enviado.
Los especialistas ya han comenzado a desmenuzar todas sus cualidades con afán de entomólogos. Saben que se encuentran ante un fenómeno muy especial. Todo indica que la amplitud de sus registros es tan reseñable como su voluntad para imponerlos en las pistas. No espera a nadie porque prefiere que le persigan. No quería comer en la mesa de los aspirantes. Carlos Alcaraz prefiere sentarse en la mesa de los reyes.
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