Dembélé, apoteósico, destruye al Athletic
El extremo francés, que participó en los cuatro goles, culminó un partido serio y equilibrado del Barça ante un frágil y desconcertado conjunto bilbaino
Al Barça se le ha puesto cara de francotirador en la Liga. Apunta, dispara y cobra el gol con la frialdad del pistolero que se sabe todos los rincones del Camp Nou. Los azulgrana han liquidado los dos últimos partidos con una eficacia y una precisión sin precedentes si no se rebobina hasta los tiempos del tridente Messi-Luis Suárez-Neymar. Aunque la nómina de delanteros es muy diferente y los equipos se parecen poco, los goles avalan al Barça. Hoy manda Lewandowski y quienes le acompañan a cada partido, una rueda de delant...
Al Barça se le ha puesto cara de francotirador en la Liga. Apunta, dispara y cobra el gol con la frialdad del pistolero que se sabe todos los rincones del Camp Nou. Los azulgrana han liquidado los dos últimos partidos con una eficacia y una precisión sin precedentes si no se rebobina hasta los tiempos del tridente Messi-Luis Suárez-Neymar. Aunque la nómina de delanteros es muy diferente y los equipos se parecen poco, los goles avalan al Barça. Hoy manda Lewandowski y quienes le acompañan a cada partido, una rueda de delanteros cambiante y de momento solvente, incluso cuando juega Dembélé. El francés, mitad héroe y mitad villano, fue la estrella de la noche en que Valverde regresaba al Camp Nou. La hinchada se engancha al equipo como si cada partido fuera una final y, por tanto, se impone la victoria sin excusa para no perder la senda del Madrid.
Xavi se la jugó con Dembélé y su respuesta fue inequívoca porque no se recuerda un encuentro en el que acertara en la toma de todas las decisiones, muy concentrado, responsabilizado y certero, consciente de la competencia que se ha abierto para jugar con Lewandowski. Dembélé responde a la figura de aquellos extremos clásicos que encaraban y regateaban a los defensas sin parar ni pensar, y también sin miedo, convencidos de que no perderían la pelota sino que acabarán por generar una ocasión, sobre todo cuando desbordan al calor de la afición, pocas tan entregadas como la del Camp Nou. La facilidad con la que empiezan y acaban la jugada los azulgrana, y por supuesto Dembélé, es últimamente sobrecogedora: los goles caen en un momento como fogonazos, para que después el equipo mate el partido sin remordimientos, como si cada tanto a favor o en contra valiera un punto en la Liga.
Dembélé no dio tiempo a debatir siquiera sobre la última alineación de Xavi que parecía camuflar a Pedri. A cuenta de las rotaciones, el entrenador toca el once cada partido, a veces condicionado también por las características del rival, sobre todo cuando se trata de equipos que tienen carácter y velocidad como el Athletic. El ideario se da por supuesto porque no hubo un futbolista más radical con el estilo que el actual entrenador del Barça. Ocurre, sin embargo, que su aplicación depende de los jugadores elegidos, que son muchos y diferentes, y de su puesto en la cancha: Dembélé no se parece en nada a Ansu ni a Ferran, tampoco es lo mismo poner a De Jong de medio centro que de interior junto a Busquets y por supuesto cuesta ver de falso extremo izquierdo a Pedri. Nadie reparó en el carrusel por la centelleante aparición de Dembélé.
Un débil Athletic
El francés fue desequilibrante para el Barça e indetectable para un Athletic difícil de entender desde la formación de Valverde y desconcertado por el plan de Xavi. No aparecieron Sancet ni Muniain, dos futbolistas tan capitales en el Athletic como los hermanos Williams, seguramente porque el Txingurri también tenía un plan para enfrentar al Barça. La intensidad y la presión son innegociables, incluso en el Camp Nou, y la puesta en escena fue plausible: apretaban mucho y tapaban bien los rojiblancos y a los azulgrana les costaba profundizar hasta Unai Simón. No hay antídoto que valga, sin embargo, para Dembélé, igual de solvente como rematador que de pasador, un solista único para resolver un partido supuestamente coral, táctico y un punto emotivo para Valverde.
El imprevisible Dembélé se convirtió en el futbolista más fiable del Camp Nou. Las cuatro jugadas que trazó acabaron en gol: cabeceó como si fuera Kocsis, superior en el salto a Yuri, un centro templado de Lewandowski después de que el ariete alcanzara el rechazo de Unai a disparo del propio Dembélé. Los delanteros se intercambiaron los papeles para el 1-0. El francés acompañó acto seguido a Sergi Roberto en el 2-0: el lateral se arrancó para apoyar su carrera en Dembélé, situado como poste en el costado derecho, y soltó un fuerte tiro que dio en Iñigo Martínez para despistar a Unai. El 3-0 ofreció la versión del extremo que centra para el remate Lewandowski. El polaco recibió con la derecha y, después de un control orientado, se giró para sentar a De Marcos y chutar con la izquierda a la red del Athletic.
Al Barça le alcanzaron 22 minutos para tumbar al Athletic. Y por si quedaba alguna duda, para certificar que no fue cuestión de un momento de inspiración sino de un partido pletórico, Dembélé filtró un pase de gol para Ferran antes de ser sustituido por Xavi. No hubo noticias del Athletic, que lleva 21 años sin ganar en el Camp Nou, negado Nico Williams por Balde, y siempre muy expuesto a la goleada del Barcelona.
Los azulgrana ganan sentido de equipo, son más compactos, equilibrados y serios, suman jugadores a la causa —De Jong y Balde— y no paran de meter goles con Lewandowski por más que la figura ayer fuera Dembélé, un viejo conocido de Valverde. El Txingurri sabe que no hay plan que valga para frenar al desconcertante extremo, a veces ángel y en ocasiones demonio, anoche asombrosamente cuerdo en el Camp Nou.
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