Lucas Pérez contra el fútbol negocio
El futbolista coruñés deja el Cádiz, desciende dos categorías, renuncia a dos millones de euros y paga la mitad de su traspaso para jugar en el Deportivo
El 11 de junio de 2022 Lucas Pérez (A Coruña 1988) estaba en Riazor. Ya había terminado la temporada en Primera -donde jugaba para el Cádiz- y acudió al estadio de su ciudad para ver un partido donde el Deportivo se lo jugaba todo: final del playoff de ascenso a Segunda División contra el Albacete. A los coruñeses les valía el empate, estadio lleno y ambiente de élite. Pero ...
El 11 de junio de 2022 Lucas Pérez (A Coruña 1988) estaba en Riazor. Ya había terminado la temporada en Primera -donde jugaba para el Cádiz- y acudió al estadio de su ciudad para ver un partido donde el Deportivo se lo jugaba todo: final del playoff de ascenso a Segunda División contra el Albacete. A los coruñeses les valía el empate, estadio lleno y ambiente de élite. Pero ocurrió lo imprevisto: 1-2 para el Albacete. El Deportivo se quedaba un año más en Primera RFEF, la tercera categoría del fútbol español y la tercera temporada a ese nivel que le tocaba padecer al club. Tragedia. Recuerdan los que estaban con él que Lucas rompió a llorar. Y que no podía parar. De regreso a casa, caminando como un hincha más, seguían las lágrimas.
Había dos cosas en ese llanto que era el de una ciudad con 24.000 socios en un club de tercera. Estaba el sentimiento de un futbolista que, a la vez, es hincha del Deportivo desde niño y estaba, también, la promesa que le habían hecho y que no iba a poder cumplirse.
Semanas antes, Manuel Vizcaíno, presidente del Cádiz, le había dado su palabra: si el Depor ascendía a Segunda División le dejaría salir. Supondría bajar una categoría, pero el jugador estaba empeñado. Tanto, que le insistió igualmente al presi tras la debacle contra el Albacete. Y a su representante. Y a quien se pusiera por delante. ¿Pero cómo vas a descender dos divisiones?, solía ser la respuesta. Su fijación enfadó a parte de los aficionados gaditanos, que le pitaron cuando arrancó la temporada. Lucas respondió con goles y el presidente y algunos de sus compañeros se dirigieron a la hinchada: ¿silbáis a un jugador porque quiere regresar al equipo que siente? ¿Acaso no es eso lo que siempre defendéis? Se acabaron los pitos desde ese momento. Pero no la cruzada de Lucas.
“Se quería ir, se quería ir. Mi Depor, mi Depor, mi Depor... Todo el día con eso. Siempre mi Depor”, dice su representante. Se quería ir, pero no a un equipo mejor. Ni a un club que le pagase más. Se quería ir al equipo del que es hincha y que, desde hace años, sobrevive malherido. Esas cosas ya no ocurren. En realidad, nunca ocurrieron.
Repasando encuentra uno el caso de Cristiano Lucarelli, delantero italiano que, en la flor de su carrera, renunció a ofertas millonarias para irse a Segunda División a jugar con el equipo de su vida, el Livorno. Poco más. El resto de ejemplos nos ofrecen futbolistas que regresan al club de su corazón en el ocaso de su carrera, como Trezeguet en el River Plate de la B. Lo de Lucas pinta inédito: es titular y goleador en un equipo de Primera, baja dos categorías, renuncia a dos millones de euros netos, va a ganar una décima parte de lo que le ofrecía el Cádiz y ha pagado de su bolsillo la mitad del traspaso (medio millón de euros) para ayudar al Depor a completar el fichaje. Fiesta en A Coruña, ilusión incalculable por el regreso de su neno y, posiblemente, un caso único en el fútbol mundial. Tan raro es que hay quien desconfía. Estamos tan habituados a que en el fútbol las cosas se rijan por dinero que quien opera desde otra lógica pasa a convertirse en sospechoso. Moverse por sentimientos en la era del fútbol-negocio genera incomprensión.
Es evidente que saltar con red es más fácil. En el año 2016 Lucas fichó por el Arsenal. Logró, de esta forma, solventar parte de su vida económica gracias, también, a negocios e inversiones que han prosperado. Con el apartado material resuelto le quedaba decidir qué hacer en lo que le queda de carrera: seguir marcando goles en Primera para intentar salvar a distintos equipos o buscar lo emocional jugando para la camiseta de su vida y, de paso, convertirse en leyenda: el chaval coruñés que regresó para sacar a su equipo del barro. Lucas quiere alimentar su estima, no su bolsillo. Y eso, en un mundo mercantilizado al extremo, te convierte en un objeto extraño.
Si acaso el asunto puede ser más llamativo: Lucas ya había renunciado a ganar más por jugar en A Coruña. Lo hizo en 2015, cuando ni mucho menos tenía la vida resuelta. Jugaba entonces para el PAOK Salónica y aceptó irse por primera vez al Depor por 150.000 euros cuando el club griego le daba 600.000. Cuajó la temporada de su vida e hizo que un Arsenal de Champions pagara su cláusula de 20 millones de euros. “Ni entonces quería irse”, explica su representante. “Me pidió que negociara una renovación en el Depor por siete años. Pero el club necesitaba el dinero. Yo ahí me di cuenta: este tío tiene la sangre blanca y azul”.
Regresaría cedido en 2017, una temporada tensa que terminó en descenso para el Depor y regusto desagradable para el jugador, cuestionado por parte de la afición. Ese es otro de sus motores vitales: reconciliarse con aquellos que le criticaron. Erigirse como indiscutible referencia deportivista.
Lucas Pérez nació hace 34 años en el barrio coruñés de Monelos, extrarradio popular donde fue criado por sus abuelos. Se lo llevó la cantera del Alavés en juveniles, sin haber pasado por las inferiores del Depor. Se fue con esa espina. Cuando lo fichó el filial del Rayo Vallecano conoció al que hoy es su representante, Loren Román. “Yo lo que quiero es jugar en el Depor”, le dijo en la primera conversación que mantuvieron. Nunca dejaría de escucharlo.
Estos días a Lucas y a su representante les están llamando de medios de todo el mundo. Quieren conocer la historia del tipo que renuncia a dinero y prestigio por lucir el escudo en el que cree, en una semana en la que hemos conocido que un club va a pagar a un futbolista 200 millones de euros por temporada. En un mes en el que el Mundial se ha jugado en Qatar. En un año en el que el Newcastle inglés ha sido adquirido por el Fondo de Inversión Pública de Arabia Saudí. En una década en la que varios clubes europeos han pasado a ser propiedad de Emiratos. Prefiere Lucas no dar entrevistas de momento. El sábado que viene, en lugar de en Mestalla contra el Valencia, le toca jugar contra Unionistas de Salamanca y esa es su preocupación estos días. Mientras, desde Cádiz, los hinchas finalmente comprenden la decisión pese a perder a su delantero. ¿Quién no quiere ese sentimiento en sus jugadores? Lucas respondió marcando gol en su último servicio de amarillo en un partido que el propio Depor, a punto de cerrar el traspaso, le había pedido no jugar. Lucas se negó.
Habrá quien le discuta los motivos, habrá quien lo critique mientras a la vez se lamenta de la codicia que mueve el mundo. Podrá salirle bien o regular. Pero ya ha pasado a la historia. Trasciende al Depor, trasciende la alegría que estos días experimenta la afición coruñesa y le trasciende a él. Simboliza algo. Lucas contra el fútbol negocio. El chorvito de Monelos contra los Emiratos.
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