Como Pogacar en Jaén, Jonas Vingegaard, en O Gran Camiño, gana también la primera carrera que disputa
El ciclista danés, ganador del Tour de 2022, ataca y gana en solitario la etapa de O Gran Camiño en el viacrucis del Monte Trega
La épica del frío y la nieve le dio paso a la épica del paisaje, el Miño que muere en el Atlántico a sus pies, y allá, a su frente, Portugal, y por encima de todos, bajo el sol rutilante y frío, un campeón. Botando sobre las piedras, un pavés descomunal, losas gigantescas en un caminito estrecho y empinado, flanqueado por 14 cruces de piedra, un viacrucis completo dedicado a Santa Trega (Santa Tecla) que algunos recorren de rodillas, llega tremendo, pedaleando, ...
La épica del frío y la nieve le dio paso a la épica del paisaje, el Miño que muere en el Atlántico a sus pies, y allá, a su frente, Portugal, y por encima de todos, bajo el sol rutilante y frío, un campeón. Botando sobre las piedras, un pavés descomunal, losas gigantescas en un caminito estrecho y empinado, flanqueado por 14 cruces de piedra, un viacrucis completo dedicado a Santa Trega (Santa Tecla) que algunos recorren de rodillas, llega tremendo, pedaleando, Jonas Vingegaard, el ganador del Tour, un gigante danés, que no sufre, goza. Ha atacado cuando el ascenso al monte que marca la punta sudoeste de Galicia se hace aún en asfalto, antes del desvío de 231 metros que da carácter y personalidad al final de la segunda etapa de O Gran Camiño. Faltaban 2,4 kilómetros, exactamente, para la meta cuando el danés, de 26 años, culminó el trabajo de todo su equipo, de los tremendos dos últimos trabajadores, Rohan Dennis, el australiano experto, y Joannes Staune Mittet, un niño danés, del equipo continental debutando con los mayores, que se multiplica por su ídolo.
No es la demostración exuberante y exagerada de Tadej Pogacar, el derrotado del Tour, el favorito de la afición por su estilo, la semana pasada en Andalucía, es más bien la demostración del ciclismo calculado, analítico y, finalmente, arrojado, del danés y de su equipo, el muy estructurado Jumbo.
En Galicia, en la carrera de las maravillas, cierta magia y piedras, Vingegaard consigue su primera victoria en España –“Ah”, dice, “¿es mi primera victoria en España? No había caído”– y anuncia a todos, y a Pogacar, que está preparado también en 2023 para darle duro, y que también es capaz de ganar, como el esloveno entre los olivos de Jaén, que es capaz de ganar la primera etapa que termina, junto al Miño, el Atlántico, la devoción por una santa, las playas de Baiona y castros galaicos, que todo eso se amontonaba el Camiño de Pontevedra de O Gran Camiño. Y la afición disfruta. Habrá duelo entre dos ciclistas igual de fuertes y tan diferentes de personalidad. “Pero también me gusta correr y también me gusta ganar”, dice el danés tranquilo. “Mi forma es buenísima, y ya lo sabía antes, pero me sorprendió que nadie me siguiera cuando ataqué... Estoy supercontento y orgulloso”.
O Gran Camiño se abre para Vingegaard, favorito también para ganar las dos etapas que le quedan. El sábado, O Camiño de Ourense, con final en la abrasada este verano Valdeorras en el incendio que desoló grandes bosques autóctonos en la frontera con el Bierzo, en Rubiá, el alto de su Castelo, el cortafuegos natural que salvó de las llamas el parque natural de la Enciña da Lastra (y antes, dos pasos por Santa Mariña do Monte, durísimo puerto, corto, cinco kilómetros, y rampas del 20%). “No sé cómo la afrontaré. A ver cómo me siento”, dice Vingegaard, que vuelve a vestir un maillot amarillo de líder siete meses después de lucirlo en los Campos Elíseos. “Es muy guay vestir de amarillo”. Y el domingo, la contrarreloj de 18 kilómetros que lleva a los ciclistas a la plaza del Obradoiro de Santiago por el camino de Fisterra-Muxía, y tramos por calzada romana. Segundo en la etapa, y a 28s en la general, el portugués Ruben Guerreiro, y tercero, a 31s, Ion Izagirre.
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