El Arsenal resiste la presión del City con un gol en el último minuto
El canterano Reiss Nelson anota el 3-2 ante el Bournemouth en el minuto 96 y aguanta la embestida del equipo de Manchester, que se impone al Newcastle (2-0)
El Arsenal escaló la pared más fría y dura que se le ha puesto por delante en la cordillera de la Premier. Después de 96 minutos de sufrir cuesta arriba, ante una hinchada perpleja y con el aliento del Manchester City en las orejas, el líder del campeonato remontó un 0-1 al Bournemouth y metió el 3-2 definitivo en la última acción del partido. Con un zapatazo del joven Nelson, suplente casi anónimo, el Arsenal conservó los cinco puntos de ventaja que le mantienen al frente de la l...
El Arsenal escaló la pared más fría y dura que se le ha puesto por delante en la cordillera de la Premier. Después de 96 minutos de sufrir cuesta arriba, ante una hinchada perpleja y con el aliento del Manchester City en las orejas, el líder del campeonato remontó un 0-1 al Bournemouth y metió el 3-2 definitivo en la última acción del partido. Con un zapatazo del joven Nelson, suplente casi anónimo, el Arsenal conservó los cinco puntos de ventaja que le mantienen al frente de la liga más potente del mundo a falta de 12 jornadas para la conclusión.
Philip Billing, el mediocentro del Bournemouth, uno de los equipos menos goleadores y más goleados de la Premier, tercero por la cola y candidato firme al descenso, puso el campeonato en ebullición en el minuto uno de la visita de su equipo al Emirates. Sacó de centro el Bournemouth, progresó con fortuna por la banda derecha y acabó la jugada por la izquierda, en donde apareció Billing. Solo, desapercibido, a la espalda de la defensa local, para interceptar un balón que se filtró por el área sorteando piernas. El 1-0 en el primer minuto colocó al Arsenal ante la montaña. La rampa física, y sobre todo psicológica, de hilar jugadas con finura para superar una defensa cerrada de jugadores decididos a salvar sus contratos de las rebajas. La noticia de que el City se aproximaba a dos puntos de distancia tras batir al Newcastle en el partido del mediodía, añadió ansiedad al joven equipo de Arteta.
El Arsenal sufrió. Le costó recomponerse, serenarse, evitar incurrir en la precipitación. Martinelli se mostró demasiado individualista. Saka se vio en el vértice de demasiados ataques. Redundaron los centros. Tras casi una hora de asedio, sucedió lo inesperado. El Bournemouth contragolpeó, consiguió un par de córners, y Marcos Senesi cabeceó el segundo. La hinchada de Londres se sumió en el silencio. El 0-2 parecía una sentencia. Pero entonces el Arsenal, infatigable, comenzó a descubrir brechas en la defensa del Bournemouth. A falta de los jugadores más creativos, el equipo se aferró al empuje colectivo. A la cabeza de la carga, Thomas Partey. El ghanés remachó un córner primero (1-2) y preparó la jugada del empate (2-2) que metió Ben White irrumpiendo en el segundo palo. Los goles dieron oxígeno a los remontadores. Fuerza para insistir hasta más allá del límite. El cronómetro había superado los 96 minutos concedidos por el árbitro cuando Reiss Nelson, canterano con varias sesiones en su historial, atrapó el último balón rechazado tras el último córner. Lo envió a la escuadra y convirtió a Mikel Arteta, su entrenador, en un hombre desatado, saltarín, convulso de felicidad. El estadio se caía.
“Estoy increíblemente feliz”, dijo Arteta en Sky; “esto fue una locura. Estoy orgulloso de los jugadores. Siempre tuve la sensación de que podíamos remontar porque vi a los jugadores y nunca dejaron de llevar la iniciativa. Ha sido mi mejor partido al frente del Arsenal. No hay nada como compartir estos sentimientos con tu hinchada”.
La tarde había comenzado en Manchester con avalancha del Newcastle. El avance fragoroso de los jugadores que reclutan en la ribera del Tyne sembró el estupor en las gradas del Etihad. Lo que vieron los hinchas durante los primeros minutos del partido del mediodía en Inglaterra fue al Manchester City más fallón de los últimos meses. Resultaba imposible encadenar pases precisos en medio de la presión que hace el Newcastle, conjunto de jugadores atléticos y combativos como pocos. La prueba sirvió para medir la madera de la que está hecho este City. Puede quedarse tranquilo Pep Guardiola: la sed de gloria no se ha saciado entre sus futbolistas.
Gran dejada de Haaland
A falta de De Bruyne, que permaneció estacionado junto a Haaland en los puestos avanzados, todos los jugadores del City se aplicaron en ofrecer salidas al juego de su equipo. Los extremos, Grealish y Foden, los primeros. Obligado a pelear por recuperar pelotas que no conseguía dominar, el City no perdió la forma. Un golpe de suerte premió el esfuerzo cuando Foden hizo un eslalon entre líneas, se coló en el área con una conducción ceñida, y envió el balón a la red. El rebote en Botman contribuyó a desorientar a su portero.
Embarcados en la persecución del Arsenal, los jugadores del City exhibieron todo su orgullo frente a uno de los adversarios más ásperos de la competición. El Newcastle, que nunca ha conseguido imponerse en el Etihad, se jugaba mucho después de caer derrotado en la final de la Copa de la Liga. Necesitaba los tres puntos para agarrarse a los puestos de Champions. No escatimó combustible en su afán por empatar. Solo después de una hora de un ejercicio durísimo de resistencia y ataque pudo el City meter el gol decisivo. Lo consiguió Bernardo Silva, que entró en la segunda parte y combinó con Haaland antes de anotar el 2-0. Bien atado por los centrales rivales, el gigante noruego hizo una dejada digna de orfebre al borde del área. Silva la aprovechó con una gran definición que reafirmó al City en el segundo puesto, metió presión al Arsenal, y envió al Newcastle al quinto puesto de la clasificación. En el cuarto se asienta el Tottenham, a pesar de caer (1-0) ante el Wolverhampton.
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