Alcaraz: error estratégico y desilusión
No es lo mismo jugar contra Tsitsipas que contra un auténtico campeón como Djokovic. Pretender repetir la misma estrategia no fue acertado
Menuda desilusión nos llevamos los aficionados españoles después de haber depositado nuestra confianza en la victoria en semifinales de Carlos Alcaraz. Unas inoportunas molestias físicas impidieron al jugador murciano luchar para alcanzar su segunda final de Grand Slam y su primer título en París. El jarro de agua fría nos cayó encima en el 1-1 del tercer set, cuando vimos a Carlos detenerse y reclamar asistencia médica. Supimos, al poco tiempo, que el problema eran unos calambres en las piernas,...
Menuda desilusión nos llevamos los aficionados españoles después de haber depositado nuestra confianza en la victoria en semifinales de Carlos Alcaraz. Unas inoportunas molestias físicas impidieron al jugador murciano luchar para alcanzar su segunda final de Grand Slam y su primer título en París. El jarro de agua fría nos cayó encima en el 1-1 del tercer set, cuando vimos a Carlos detenerse y reclamar asistencia médica. Supimos, al poco tiempo, que el problema eran unos calambres en las piernas, en primer lugar, que se le fueron trasladando a otras partes del cuerpo, después. Yo creo que la causa de los mismos fue más fruto de la tensión que de la dureza o la duración del encuentro.
Aun viendo cómo el tercer set se le escapaba como polvo de arcilla entre los dedos, yo tenía la esperanza de verlo reaccionar y seguir luchando por el partido en el cuarto. Pareció, de hecho, en los inicios de esta manga que su cuerpo respondía algo mejor y que, a pesar de no desempeñarse al cien por cien, sí que podría hacerle frente al serbio. La experiencia nos ha enseñado que los partidos de Grand Slam son muy largos y que, superando situaciones muy adversas o molestias físicas que no sean una lesión, por supuesto, a veces se consigue darles la vuelta. Lamentablemente, en este caso no fue así. Tal vez el estado físico de Carlos fue un verdadero impedimento. O tal vez le faltó un poco de tranquilidad y de convicción para seguir luchando.
El partido quedó resumido, pues, en esos dos primeros parciales. Novak salió mucho más entonado que en los partidos previos. Iba imprimiendo una buena velocidad a los intercambios y obligando a Carlos (o Carlitos si lo prefieren, yo no me acabo de acostumbrar) a pasar más bolas de las que está acostumbrado a hacer con sus otros rivales. Llegamos a escuchar a Juan Carlos Ferrero dirigirse a él desde la tribuna y decirle, creo que muy acertadamente: “No querrás ganar a Djokovic en cinco golpes”. Este error en los inicios del encuentro le costó el primer set.
En lugar de intentar construir el punto con intercambios más largos quiso cerrarlos demasiado pronto, provocando la respuesta acertada del balcánico la mayoría de las veces. No fue tan explícito su entrenador pero, por supuesto, no es lo mismo jugar contra Stefanos Tsitsipas que contra un auténtico campeón como Djokovic. Ante el griego pudo competir con alegría y ejecutar golpes ganadores con suma facilidad después de tres o cuatro intercambios. Pretender repetir la misma estrategia contra un jugador de la magnitud del serbio provocó la rápida rotura de su servicio y la entrega de ese primer set por 6-3.
La situación cambió y nos ilusionó cuando en la segunda manga, Carlos adoptó los consejos recibidos y, sin perder la agresividad y potencia en sus golpes, empezó a jugar con algo más de paciencia; movió más a su rival y lo fue obligando a un mayor desgaste físico. Novak goza de una impecable preparación física, pero no hay que olvidar los 16 años que separan a estos dos jugadores. Obviamente, era necesario llevar la estrategia del encuentro en esa dirección. Vimos cómo Novak empezaba a depender más del murciano, cómo entregó su servicio en el séptimo juego y cómo, a pesar de haberlo recuperado en el siguiente juego, acabó cediendo esta segunda manga por un apretado 7-5.
Nuestras ilusiones se fueron al traste justo cuando Carlos había encontrado la línea para luchar por la victoria. Y tuvimos que ver cómo entregaba esos dos últimos parciales, con un rictus no sé si más de decepción, de sufrimiento o de dolorosa contención. Una verdadera pena que tanto él como los aficionados veremos compensada, a buen seguro, por las oportunidades y las victorias que disfrutará en su prometedor futuro.
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