Brian Harman conquista el Open Británico y Jon Rahm es segundo
El estadounidense celebra su primer grande y el vasco logra en Liverpool su mejor clasificación en un British
El golf es tan maravilloso por gente como Brian Harman. Seguramente ningún deporte es más favorable al triunfo de un actor secundario. La gloria puede ser para el jugador más inesperado cuando en liza están las mayores figuras del planeta. Solo así se puede explicar que Harman, estadounidense de 36 años que se presentaba como el 26º del mundo y coleccionaba dos lejanas victorias (2014 y 2017) en el circuito americano como máximos logros, levantara este domingo en Royal Liverpool l...
El golf es tan maravilloso por gente como Brian Harman. Seguramente ningún deporte es más favorable al triunfo de un actor secundario. La gloria puede ser para el jugador más inesperado cuando en liza están las mayores figuras del planeta. Solo así se puede explicar que Harman, estadounidense de 36 años que se presentaba como el 26º del mundo y coleccionaba dos lejanas victorias (2014 y 2017) en el circuito americano como máximos logros, levantara este domingo en Royal Liverpool la histórica Jarra de Clarete de campeón del Open Británico por delante de golfistas de superior jerarquía. El zurdo y bajito (1,70m) Harman jugó con la exactitud de un reloj y festejó su primer grande al finalizar con 13 golpes bajo el par, seis de ventaja sobre Jon Rahm, Tom Kim, Sepp Straka y Jason Day, siete sobre Emiliano Grillo y Rory McIlroy. Scottie Scheffler se detuvo en el par, Cameron Smith bajó al +1 y Adrian Otaegui al +5.
Rahm selló con un putt para birdie en el 18 ese segundo puesto, su mejor resultado en un British tras el tercer lugar en el podio de 2021. El vasco aspiraba a una remontada épica para abrochar su tercer laurel del Grand Slam y unirse a Seve Ballesteros como los únicos españoles en besar la copa del British. La cuenta nacional en el major británico seguirá congelada en los tres domingos que coronaron al genio cántabro en 1979, 1984 y 1988, el último hace ya 35 años.
Rahm braceó en la piscina de Liverpool desde el primer chapuzón de una jornada muy british, calada por una fina y constante lluvia. Su primer golpe de la jornada decisiva visitó el rough de la izquierda, un desvío que se quedó en susto porque el vasco salió del charco con un buen segundo golpe a green y el par en el bolsillo. Fue un inicio casi calcado al de la memorable jornada anterior, bordeando el emboque en las cuatro primeras paradas hasta presentarse en el primer par cinco del día. En ese hoyo 5 la fortuna le guiñó el ojo a Rahm. Su bola aterrizó entre unos arbustos a la derecha de la calle, pero se posó limpia y sin obstáculos en un pasillo entre los setos, el camino milagrosamente despejado, y desde ahí conectó un impacto que le dejó en bandeja el primer birdie del día para apretar las distancias. Harman ya sentía entonces en el cogote el acecho de las fieras. El líder, un aficionado a la caza que posa en las redes sociales con sus conquistas, era esta vez el cazador cazado, la presa. Un mal segundo golpe en el 2 le condenó a un chip y dos putts que acarrearon un bogey que alimentaba todas las dudas en el aspirante a grande. También sufrió con otro paseo por la maleza en el 3, una escapada que ya no pudo sortear en el 5. Justo allí donde la bola de Rahm había burlado la trampa, el envío de Harman hizo agua: a pleno arbusto y un golpe consumido hasta volver a la calle, una rémora que se duplicó con un putt desviado. Del birdie del español al bogey del estadounidense en la misma baldosa, y en cinco hoyos la brecha que había pasado de seis golpes de renta a tres (-10 por -7). Llovía y refrescaba en Liverpool pero ardía el Open.
Para Harman cada hoyo era un examen, y el candidato superó la primera prueba de fuego después de los dos primeros patinazos. Y de qué forma. Un birdie en el par tres del 6 y otro seguido en el 7 con un bingo desde siete metros le devolvieron en un chasquido el botín que había cedido y una buena dosis de oxígeno. El hombre también había partido el sábado con titubeos y luego estabilizó el pulso. Misma receta ahora. El Open Británico se jugaba en cada esquina de Royal Liverpool. Asalto a asalto. Y cuando sonó la campana al final de los nueve primeros hoyos Harman era el campeón por puntos. El zurdo resistía con -12 y por detrás todo eran codazos por la segunda posición. Rahm dio un paso atrás con un bogey en el 9 al fallar el putt de par, McIlroy había perdido velocidad después del subidón de tres birdies en los cinco primeros hoyos, y Young, Grillo, Day, Straka y Fleetwood avanzaban a un ritmo insuficiente. En el ecuador de la última ronda, cinco golpes de ventaja para el líder.
Cazar es también una estrategia, cuenta Harman. Una enseñanza que dice aplicar al golf. En el segundo tramo del recorrido se trataba de lavar y guardar la ropa, sumar pares y no meterse en líos. Conservar la calma como quien espera durante horas, escondido entre los árboles, que aparezca el animal al que apunta. El objetivo, la Jarra de Clarete, estaba en su mirilla bien nítido, y a la tropa de perseguidores les costaba agitar la escena para ponerle nervioso. Rahm sumó pares en el 10 y el 11, el hoyo que el sábado se comió de un bocado con el driver. Esta vez no era ese golfista en trance bendecido por una varita, sino un batallador en medio del agua en Liverpool. El vasco, eso sí, nunca baja los brazos en esas situaciones en las que otras figuras se dejan llevar. Así peleó el par en el 12 previo rodeo por el rough, y la dejó dada para birdie en el par tres del 13 en un último intento de remontada.
El campeón del Masters no había dicho todavía su última palabra, y más todavía cuando Harman patinó con un bogey en esa misma parada y la distancia volvió a apretarse (-11 por -7). Rahm, sin embargo, le devolvió el regalo en el 14. Se intercambiaron exactamente los papeles: birdie para el estadounidense con un putt majestuoso de 12 metros y bogey para el español. Para Harman era la marca del campeón, y ya se dedicó a caminar por los últimos hoyos exhibiendo repertorio, prácticamente infalible en las distancias cortas (acertó en 58 de 59 putts de tres metros o menos en todo el torneo) y con la certeza de que la gloria era suya (y también un cheque de tres millones de dólares, el mayor de la historia en el Open). No hubo discusión sobre una victoria que le aúpa al puesto número 10 de la clasificación mundial. Como dijo Rahm, “ha ganado por seis golpes, esto es golf”. Desde ahora ya no es un secundario.
Clasificación final del Open Británico.
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