El deporte del pueblo se para cuando el pueblo para

El fútbol español, además de ser nuestro más grande espectáculo de entretenimiento tiene, por serlo, una enorme responsabilidad

Voluntarios ayudan en las labores de limpieza de las calles de Alfafar, Valencia, este domingo.Miguel Ángel Polo (EFE)

Fue el 23 de noviembre del año pasado, lo sé porque tengo la foto del móvil delante. Al acabar el acto en la librería Ramón Llull (premiada como la mejor de España del año 2022), nos fuimos Rafa Rodríguez, editor de la revista Verlanga, y Almudena Amador y Paco Benedito, dueños de la librería, a cenar. Ya cerca de la medianoche nos retiramos. Me acompañaron los tres al hotel cuando me aparté un momento al ver un graffiti y un mensaje. Cuando uno va a muchos sitios poco tiempo, suele estar a la que salta por la call...

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Fue el 23 de noviembre del año pasado, lo sé porque tengo la foto del móvil delante. Al acabar el acto en la librería Ramón Llull (premiada como la mejor de España del año 2022), nos fuimos Rafa Rodríguez, editor de la revista Verlanga, y Almudena Amador y Paco Benedito, dueños de la librería, a cenar. Ya cerca de la medianoche nos retiramos. Me acompañaron los tres al hotel cuando me aparté un momento al ver un graffiti y un mensaje. Cuando uno va a muchos sitios poco tiempo, suele estar a la que salta por la calle. Fui a aquel muro y saqué la foto, y al llegar a mi habitación busqué la frase (‘No ser res si no s’es poble’), el poema al que descubrí que pertenecía, el autor del poema y su vida y circunstancias.

Recuerdo que en la puerta del hotel les dije a mis acompañantes que estaba muerto de sueño, pero me obsesioné con el poema y con Vicent Andrés Estellés, su autor, un buen rato en la cama con el móvil. “Allò que val és la consciència / de no ser res si no s’és poble. / I tu, greument, has escollit. / Després del teu silenci estricte, / camines decididament”, termina. Y empieza, imponente: “Assumiràs la veu d’un poble, / i serà la veu del teu poble, / i seràs, per a sempre, poble, / i patiràs, i esperaràs, / i aniràs sempre entre la pols, / et seguirà una polseguera”. Y sigue, traduzco al español: “Y tendrás hambre y tendrás sed, / no podrás escribir los poemas / y callarás toda la noche / mientras duermen tus gentes, / y tú solo estarás despierto, / y tú estarás despierto por todos”.

Son versos hipnóticos, de esa poesía que hace país. Tras los años dedicados a Berlanga y Sorolla se pretendió que hubiese un Año Estellés, pero Les Corts votaron que no (esta es otra historia, o no: es la historia de siempre). No tuve claro que la suspensión de la jornada de fútbol fuese necesaria hasta el sábado; o sea, hasta que empezó. De hecho, el viernes en El Larguero expresé dudas: por un lado lo veía natural, casi imprescindible que no se jugase: ¡qué vergüenza!; por el otro, ¿no es el fútbol un espectáculo de recreo, de dispersión, de entretenimiento, que quizá aliviase 90 minutos la preocupación de gente de fuera de Valencia (esta, por desgracia, no está para alivios)? Sólo al ver la pelota rodando, los equipos uniformados y el público en los estadios, se da cuenta uno de dónde y cuándo tiene que estar la voz de un pueblo, y que no se es nada si no se es pueblo, y que es insoportable la idea de que haya espectáculos tan importantes que sigan mientras no se sabe cuántos cuerpos sin vida quedan por encontrar en tu país.

No, el fútbol no es cualquier cosa. Si es el deporte del pueblo, el fútbol se detiene cuando tu pueblo se queda sin casa y sin trabajo, no tiene que comer y beber, y busca cadáveres. La jornada de hoy nos sobraba hasta a los que al principio dudábamos; a estas horas del domingo no es que importe o no el resultado: es que a las imágenes de los partidos les pasa como a las cosas que se nos aparecen en el presente, pero las creemos pasado, como antes de, puro archivo, y el fútbol español además de ser nuestro más grande espectáculo de entretenimiento tiene, por serlo, una enorme responsabilidad.

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