Remco Evenepoel contra los colosos: el gran choque de la Vuelta a España
El fenómeno belga defenderá su ‘maillot’ rojo conquistado en 2022 ante la tremenda pareja Vingegaard-Roglic, un Giro, dos Tours y tres Vueltas entre ambos, con Ayuso, Mas y Thomas de secundarios estelares
El penúltimo domingo de julio, el 23, cambió todo. Jonas Vingegaard, ganado el Tour, anunció que correría la Vuelta. A Remco Evenepoel le cambió la cara. El ganador de 2022, que pensaba que solo tendría que vérselas en España con los derrotados, Juan Ayuso, Enric Mas, Primoz Roglic, y con algunas montañas más altas, el Tourmalet o el Angliru, descubrió qu...
El penúltimo domingo de julio, el 23, cambió todo. Jonas Vingegaard, ganado el Tour, anunció que correría la Vuelta. A Remco Evenepoel le cambió la cara. El ganador de 2022, que pensaba que solo tendría que vérselas en España con los derrotados, Juan Ayuso, Enric Mas, Primoz Roglic, y con algunas montañas más altas, el Tourmalet o el Angliru, descubrió que para repetir victoria tendría que poderle al mejor corredor de carreras de tres semanas de la década, al danés inquebrantable en las montañas y casi insuperable en las contrarrelojes.
Descubrió el belga fabuloso que su Vuelta, su regreso en su territorio favorito, España, a una prueba de tres semanas cuatro meses después de abandonar el Giro de rosa enfermo de covid, no sería un camino fácil, sino un desafío colosal. Quizás por eso, después de ganarse en el Mundial contrarreloj de Glasgow un maillot arcoíris que estrenará el sábado con sus compañeros del Soudal-Quick Step, la autoapodada manada de lobos, en la contrarreloj por equipos inaugural por las calles y avenidas de Barcelona –15 kilómetros entre la playa de Somorrostro y la avenida de la Reina María Cristina –, Evenepoel se aparta a un lado –”después del abandono en el Giro no he preparado la Vuelta como el año pasado, así que no puedo decir que vengo a ganarla”, dice. “Hay tanto nivel, además, que mi objetivo es ganar una etapa, al menos, y subir al podio”—y deja que la luz de los focos deslumbre directamente al Jumbo en busca de las contradicciones de un equipo que alinea al ganador del Giro, y de tres Vueltas antes de que Evenepoel cortara su racha, Primoz Roglic, y el ganador del Tour, Jonas Vingegaard, en su primer verano con dos carreras de tres semanas.
La relación entre los dos colosos en las últimas cuatro temporadas refleja la evolución controlada de su Jumbo, la estrategia casi empresarial del equipo neerlandés para gestionar las relaciones entre sus líderes. La primera carrera de Vingegaard fue la Vuelta de la pandemia, el otoño de 2020, en la que, casi juvenil, ayudó a Roglic en su segunda victoria consecutiva. En 2021, se mantuvo la relación de poder, líder-gregario inicialmente, y así se vio en la Itzulia, pero en el Tour, el esloveno, siempre desgraciado en la grande boucle, se cayó el tercer día: promovido al liderazgo, Vingegaard acabó segundo tras Pogacar intocable. En 2022, ya claro el ascendente de Vingegaard, el danés se dejó ganar por el esloveno en la Dauphiné para motivar a este a devolverle el favor con sus ataques en el Galibier que acabaron con la resistencia de Pogacar en el Tour. En 2023, tras ganar uno el Giro y otro el Tour, en la Vuelta se encuentran por primera vez juntos. La curiosidad sobre su relación aumenta. Y Vingegaard intenta diluirla. “Nos ha ido muy bien colaborando los dos otras veces”, dice el danés. “No hay por qué decidir ya quién de los dos es el líder en la Vuelta”.
Como Evenepoel, los demás corredores rebajan su perfil público aprovechando la fortaleza del Jumbo. Juan Ayuso, el mismo que el año pasado, tras terminar tercero a los 20 años detrás del belga y de Enric Mas en el podio de Cibeles, declaró que en 2023 iría a por la victoria final, recuerda ahora que una insidiosa lesión le tuvo parado hasta abril, y que este año toca seguir mejorando poco a poco junto a su compañero en el UAE de Joao Almeida. Y Enric Mas, que vuelve a pedalear con dorsal tras la caída que le forzó a retirarse el 1 de julio apenas cubiertos 100 kilómetros de Tour, usará la participación de tantos colosos —una lista de dorsales nivel Tour, por lo menos: no estará el tremendo Tadej Pogacar, pero sí estará también el segundo del Giro, Geraint Thomas, y otros brillantes secundarios, como el ruso Alexander Vlasov, o jóvenes prometedores, como el nuevo Evenepoel de los belgas, Cian Uijtdebroeks, de 20 años, que debuta en una grande— como quien usa en la playa la crema solar factor de protección 60, como una barrera contra el desánimo. “Mas se siente más cómodo entre grandes”, reflexiona Eusebio Unzue, el jefe de su Movistar. “Corriendo contra ellos, entre ellos, da más sentido a la competición: si les gana, fabuloso; si le ganan, es lo lógico”.
Después de comenzar en Barcelona, la Vuelta llega el lunes a Andorra, a su primer final montañoso, y después, en la primera semana, se encontrará con varias etapas complicadas —el jueves, el Observatorio de Javalambre, en Teruel; el sábado, el duro repecho de Xorret de Catí, en Alacant, y el domingo, el alto de Caravaca de la Cruz, en Murcia—, pero las etapas decisivas llegarán el fin de semana siguiente y el comienzo de la última, tras la contrarreloj individual de Valladolid del martes 5 de septiembre, con el paso de la cordillera de los Pirineos, Tourmalet un día, Larrau-Belagua, el siguiente, el sábado 9, y con los Picos de Europa, el Angliru sobre todo, el miércoles 13 de septiembre. “Serán los tres días importantes, decisivos”, dice Unzue, a quien también distrae, y entristece, estos días los flecos del fallido fichaje de Carlos Rodríguez, a quien el Ineos ha hecho una contraoferta irrechazable: Unzue y Brailsford, el patrón del equipo inglés, negocian la compensación fijada en una cláusula del precontrato que el fenomenal granadino de Almuñécar firmó con el Movistar antes de su magnífico Tour. “Si Mas no ha cometido errores, haciéndolo sobresaliente allí, en su terreno, puede sellar una gran Vuelta”.
Secundarias estas vicisitudes para su deseo de fiesta, la afición prefiere disfrutar de los nuevos brotes del landismo, la espera sin excesiva esperanza en un nuevo fulgor de Mikel Landa, a quien aclaman más que nadie en Barcelona en la presentación de su último desfile con el Bahrein, equipo que abandona para convertirse, a partir de 2024, en el lugarteniente del Evenepoel conquistador del Tour, siempre él y los colosos.
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