Caeleb Dressel, potencia contra cadencia

A veces tengo la impresión de que su cuerpo se inclina hacia un lado más de la cuenta, y esto le hace perder eficiencia, pero en la final de los 100 libres consiguió un balance perfecto

Caeleb Dressel, en primer término, en las series de 50m libres en Tokio.PATRICK B. KRAEMER (EFE)

En la Universidad de Indiana llamábamos entrenamiento en punto muerto al ejercicio que consistía en empujarnos desde la pared de la piscina, picando piernas y extendiendo un brazo hacia adelante dejándolo inmóvil, mientras con el otro dábamos una brazada completa de crol, y así alternativamente, con uno y otro brazo. Era una manera de adiestrar la coordinación y la cadencia. Hay nadadores sin la cadencia correcta que mueven simultáneamente un brazo por el aire mientras cogen agua con el otro; cuando la propulsión ideal se consigue con una posición completamente asimétrica de brazos y piernas. ...

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En la Universidad de Indiana llamábamos entrenamiento en punto muerto al ejercicio que consistía en empujarnos desde la pared de la piscina, picando piernas y extendiendo un brazo hacia adelante dejándolo inmóvil, mientras con el otro dábamos una brazada completa de crol, y así alternativamente, con uno y otro brazo. Era una manera de adiestrar la coordinación y la cadencia. Hay nadadores sin la cadencia correcta que mueven simultáneamente un brazo por el aire mientras cogen agua con el otro; cuando la propulsión ideal se consigue con una posición completamente asimétrica de brazos y piernas. Los hombres como Caeleb Dressel, que han buscado imprimir la mayor fuerza ofreciendo la menor resistencia en el agua, han ganado tanta potencia en el gimnasio que a veces pierden la cadencia correcta.

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Por eso hay drogas relajantes que en natación se consideran dopaje. Un tranquilizante puede ser contraproducente en casi cualquier deporte de alto nivel, pero en la natación puede ser muy beneficioso si se buscan la cadencia perfecta y la rectitud simétrica. Ese equilibrio se consigue con técnica y con una mente serena, del mismo modo que se pierde con los nervios y la fuerza descontrolada. Cuando veo nadar a Dressel, a veces tengo la impresión de que su cuerpo se inclina hacia un lado más de la cuenta, y esto le hace perder eficiencia. No descarto que los grandes volúmenes de entrenamiento atlético en seco que ha realizado le desequilibren en el nado libre. Lo compensa porque así empuja más agua y porque casi todos los velocistas tienen el mismo problema. En los últimos metros de la final de los 100 libres consiguió un balance perfecto mientras que Chalmers y Kolesnikov no evitaron perder un poco de cadencia.

Hugo González y Nicolás García nadan con la cadencia perfecta. Sus marcas son excelentes. Gozan del apoyo técnico necesario. Este no es un deporte aleatorio como el fútbol. No me explico cómo fue posible que no mejorasen sus tiempos en las pruebas decisivas. La presión en el centro acuático de Tokio es relativa: ¿qué presión puede haber sin público? No tiene sentido que Nicolás hiciera el mismo paso por los 100 y los 150 en la final y en las series. Dicen que son muy jóvenes. Hugo con 22 años ha experimentado lo que es la presión en las finales del campeonato universitario estadounidense y es campeón de Europa. Nicolás tiene 19. No olvidemos que hasta hace poco la natación de máximo nivel se acababa a los 24 años.

La española Antoñita Real hacía unas marcas bárbaras en fondo y fue olímpica en Montreal con 12 años. Yo fui a México en 1968 cuando acababa de cumplir 16. Nadé mi primera carrera en el 4x200 y cuando me subí al poyete me di cuenta de que estaba en unos Juegos y me temblaron las piernas. Mi ventaja era que no tenía ninguna responsabilidad. No se televisaba. A los medios no les interesaba. Llegué a México con una marca de 2 minutos 16 segundos en 200 espalda y nadé la final en 2,12. Pensé: “Aquí todos tenemos dos piernas, dos brazos, dos ojos y dos orejas. ¿Por qué no voy a poder?”.

Santiago Esteva fue el primer finalista español de natación en unos Juegos, en 1968.

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