Estados Unidos, la potencia vulnerable de la natación
El antaño todopoderoso equipo americano afronta sus Juegos más inciertos después de que en los de Tokio cosechara el menor número de medallas desde la Segunda Guerra Mundial
La acusación velada de que los nadadores de China se dopan aprovechando la incompetencia (o la anuencia) de la Agencia Mundial Antidopaje, abrió las hostilidades. Fue Katie Ledecky, líder indiscutible del equipo de natación de Estados Unidos, quien lanzó la carga este miércoles en París, en el curso de una conferencia de prensa muy poco improvisada. “Queremos transparencia”, exigió la siete veces campeona olímpica. Las aguas de la geopolítica venían turbias, con toda suerte de tensiones comerciales y militares larvadas entre las dos potencias más influyentes del planeta, y Ledecky se arrojó al agua antes de que comience una competición —agendada para el próximo sábado 27 en el pabellón de La Défense— que se presenta tormentosa de por sí.
Estados Unidos afronta el campeonato de natación más incierto en unos Juegos desde la Segunda Guerra Mundial. Desde que su gran estrella, Caeleb Dressel, abandonó la piscina de Budapest alegando “problemas médicos” sin precisar, en plenos Mundiales de 2022, la natación en línea se ha atomizado. Ya en los Juegos de Tokio, por primera vez en la era moderna, las pruebas de velocidad dejaron de ser el territorio en el que los americanos recogían más del 30% de los oros. La inercia parece imparable a la vista de los tiempos del ránking de World Aquatics en la última primavera. Los focos en París ya no iluminan a estrellas de California, Florida o Baltimore. Apuntan a Summer McIntosh, la prodigiosa nadadora canadiense; a Ariarne Titmus, la australiana que ha hecho del mediofondo su laboratorio particular de ritmos inauditos; a Léon Marchand, el ídolo nacional de Francia, el nadador más completo que existe; señalan al rumano David Popovici, que batió el récord mundial de 100 libre en 2022; y también al misterioso chino Pan Zhanle, que este año rebajó la plusmarca de Popovici hasta 46,80s.
Ningún deporte ha reflejado como la natación las derivas geopolíticas del siglo XX. Pero el agua que desde los Juegos de 1948 exhibió el poderío majestuoso de Estados Unidos, ahora en París amenaza con poner de manifiesto una vulnerabilidad desconocida. “Necesitamos a Caeleb, o a alguien como Caeleb”, dijo Rowdy Gaines, veterano campeón estadounidense que oficia de gran voz de la natación en la NBC. “Es absolutamente crítico un líder que nos saque de las sombras”.
Todos esperan a Caeleb Dressel. Pero el granjero de Florida, que se pasó ocho meses sin entrenar y ha regresado con marcas que le alejan de su cenit, no anda muy bien de ánimo. Anthony Nesty, entrenador de los Gators, muy próximo a su círculo, dio la explicación menos críptica: “La salud mental es un asunto serio”.
El heredero de Phelps nunca estuvo a la altura del gigante. Con Dressel en plenitud, campeón en 50 y 100 libre y en 100 mariposa en Tokio 2021, Estados Unidos no consiguió frenar el embate de los países emergentes. Las 11 medallas de oro de los estadounidenses valieron una batalla en un concurso en el que Australia logró nueve oros, Gran Bretaña cuatro, China tres, Rusia dos, Japón dos, y Canadá, Hungría, Sudáfrica, Brasil, Alemania y Túnez un oro cada una. El 30% de los 37 oros disputados en total, en pruebas masculinas y femeninas, fueron la cosecha más reducida que produjo Estados Unidos desde la Segunda Guerra Mundial.
Katie Ledecky, psicóloga y politóloga titulada, líder indiscutible del equipo de natación de Estados Unidos, comenzó a competir antes de arrojarse a la piscina de París La Défense. La siete veces campeona olímpica arrojó un ladrillo sobre el tejado del cuartel de China. De paso, Ledecky, de 27 años, señaló a la Agencia Mundial Antidopaje por promover un régimen de oscurantismo en el que, visto lo visto, puede que no todos los nadadores sean controlados en igualdad de condiciones.
“Espero que todos aquí compitan limpios”, dijo Ledecky, de 27 años, durante la conferencia de prensa oficial del equipo americano en París, en medio de una batería de preguntas sobre el caso destapado en abril por The New York Times, que informó de que 23 nadadores chinos dieron positivo por una sustancia dopante en 2021, antes de los Juegos de Tokio, y aun así la AMA les permitió acudir a la cita. “Pero lo que realmente importa ahora no es si los nadadores [chinos] están limpios en los Juegos. ¿Estaban limpios cuando se entrenaban? Esperemos que ese sea el caso. Esperemos que los controles sean iguales para todos en todo el mundo porque si entrenas con ciertas sustancias prohibidas en tu organismo puedes obtener ventajas luego cuando compites. Los nadadores queremos transparencia. Queremos respuestas para las preguntas que todavía no han tenido respuesta”.
La AMA lo reconoció. Hubo 23 nadadores chinos que dieron positivo por trimetazidina, sustancia que sirve para tratar dolencias cardíacas y que, según la federación china y la agencia antidopaje china, contaminó accidentalmente la comida de los deportistas durante una concentración. Las investigaciones de la AMA, que dio por buenos los informes de las autoridades chinas, exasperaron a los responsables antidopaje de Estados Unidos. El CEO de la agencia estadounidense antidopaje, Travis Tygart, alzó la voz la semana pasada: “La AMA no explica cómo entró la trimetazidina en la cocina; ni cuál es la base científica de este argumento”.
Once de los nadadores chinos que dieron positivo estarán en París. Gasolina para la ira del equipo de Estados Unidos, forzado a marchar en el límite que separa el activismo legítimo del victimismo de los desesperados.
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