Masturbar la pelota sin llegar al orgasmo

Hablar bien de Qatar es tan arriesgado como criticar a los equipos que tienen mucha posesión de balón: Marruecos le regaló el balón a España para terminar ganándole lícita y épicamente

Marruecos celebra la victoria en los penaltis frente a España.JUANJO MARTIN (EFE)

La policía y el tiki-taka. Dice el dicho que “no se debe robar una vela para leer la biblia”. De modo que, sin olvidar la corrupción como pecado original que nos trajo hasta aquí, es hora de reconocer que el de Qatar es un gran Mundial. Organización irreprochable, estadios maravillosos, juego de alto nivel. También emociones que solo el fútbol puede producir concentradas en pocos kilómetros cuadrados, sin grandes incidentes que lamentar. Hablar bien de Qatar es tan arriesgado co...

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La policía y el tiki-taka. Dice el dicho que “no se debe robar una vela para leer la biblia”. De modo que, sin olvidar la corrupción como pecado original que nos trajo hasta aquí, es hora de reconocer que el de Qatar es un gran Mundial. Organización irreprochable, estadios maravillosos, juego de alto nivel. También emociones que solo el fútbol puede producir concentradas en pocos kilómetros cuadrados, sin grandes incidentes que lamentar. Hablar bien de Qatar es tan arriesgado como criticar a los equipos que tienen mucha posesión de balón. Pero es tan cierto que Doha es en estos días una gran fiesta gracias al fútbol, como que Marruecos le regaló el balón a España para terminar ganándole lícita y épicamente. Para seguir mezclando cosas de distinta naturaleza, no me gusta que Occidente sea la policía cultural del mundo sin tener en cuenta contextos geográficos e históricos, ni tampoco el tiki-taka masturbando la pelota sin llegar al orgasmo.

Jóvenes al rescate. Más allá de España, que murió de 1.000 toques como en Rusia, me gusta ver cómo el fútbol se corrige a sí mismo contra todo pronóstico. En realidad, hablo de mi pronóstico. Pensé que este Mundial consagraría los sistemas, reduciendo la libertad y las posibilidades de desequilibrio de los grandes jugadores. Pero me da mucha satisfacción comprobar que el talento sigue rompiendo las estructuras más sólidas. Y me anima, en términos de futuro, ver a muchos jugadores nacidos en este siglo tomar el mando creativo de este juego con energía, coraje y atrevimiento. En Brasil parecen veteranos Vinicius (año 2000) y Rodrygo (2001); en Argentina aparecieron desde el banquillo Julián Álvarez (2000) y Enzo Fernández (2001) para potenciar y dinamizar al equipo; Inglaterra tiene a Foden (2000) y Bukayo Saka (2001), dos hábiles y rápidos extremos que complementan la experiencia llena de fútbol de Harry Kane.

Talento: esencia o a granel. Son más de 100 los jugadores nacidos en este siglo que han llegado al Mundial y, entre ellos, un buen número de animales salvajes dentro de un fútbol que parece domesticado por el método que caracteriza a la academia. Pero hablemos del talento en estado puro. Empezando por el exuberante Mbappé, que puede cometer imprecisiones y hacer frivolidades a lo largo del partido, pero logra marcar dos goles de distinto signo con su inspiración diferencial y la energía de su juventud. En noventa minutos le sobra tiempo para todo. En la otra punta generacional reina Leo Messi, al que la cabeza hasta le hace ruido cuando se pone a pensar en cómo buscarle la vuelta al partido para encontrar un resquicio que el genio transformará en gol. Ya no tiene aquella velocidad relampagueante, pero queda la esencia recogida en 1.000 partidos jugados a toda inteligencia. Una búsqueda fascinante porque nos muestra la médula del talento.

Y, sin embargo, vive. Pero el fútbol también se juega desde la emoción y este Mundial también es un buen ejemplo. Me gusta ver que el juego macho se ablanda, que los jugadores no esconden el llanto cuando descargan tensión (Pablo Aimar), cuando homenajean a su madre tras un partido (Achraf Hakimi), cuando se abrazan en comunión titulares y suplentes ante un gol o ante un triunfo épico. Si dejamos que el talento se exprese sin tanta represión táctica y si esto sigue siendo un sentimiento con el que jugamos, el fútbol tendrá larga e intensa vida. Todo Mundial es un parque temático de fútbol. Un orgullo compartido, una incertidumbre que puede terminar en felicidad o en drama, un choque de culturas que fortalece identidades sin necesidad de que las banderas entren en guerra… Todo eso es Doha en estos días. Una fiesta de fútbol a la que aún le queda lo mejor.

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