Alcaraz y el reto de jugar como ‘otro’ Alcaraz
El murciano, citado en los octavos con el alemán Struff, ofrece una versión más contenida por su temor a resentirse de sus problemas en el antebrazo derecho
Desde hace casi un mes, Carlos Alcaraz se enfrenta a un desafío mayúsculo: no ser Carlos Alcaraz, o al menos no del todo. No ese que se conoce y que trasciende como un tenista diferente, contracultural, creativo y dominador cuando le fluye el drive. Hoy por hoy, las circunstancias le obligan a reformularse —el dolor que arrastra en el antebrazo derecho desde hace casi un mes se atenúa, pero no termina de fiarse del todo— y a competir contra su propia naturaleza, sin poder lib...
Desde hace casi un mes, Carlos Alcaraz se enfrenta a un desafío mayúsculo: no ser Carlos Alcaraz, o al menos no del todo. No ese que se conoce y que trasciende como un tenista diferente, contracultural, creativo y dominador cuando le fluye el drive. Hoy por hoy, las circunstancias le obligan a reformularse —el dolor que arrastra en el antebrazo derecho desde hace casi un mes se atenúa, pero no termina de fiarse del todo— y a competir contra su propia naturaleza, sin poder liberarse, encorsetado. Es el otro Alcaraz. “Distinto”, apunta él.
“No voy a decir que esté jugando a bajo porcentaje o con el freno de mano, sino de una manera diferente”, introduce en la sala de conferencias, después de apear a Thiago Seyboth Wild (doble 6-3, en 1h 15m) y acceder sin un solo rasguño en los octavos de final. “Todos estamos acostumbrados a verme pegar la derecha al 200%, y muchas veces Juanki [Ferrero, su preparador] me dice que no hace falta tanto incluso estando bien, que hay que relajar y sacar la mano adelante. Y eso es lo que estoy haciendo ahora. Es una derecha cercana al 100%, estoy contento por el modo en el que estoy jugando; corre la bola, que es lo que venimos trabajando desde hace mucho tiempo”.
Al regresar de la gira norteamericana de marzo, el tenista comenzó a sentir unas punzadas en el músculo pronador redondo y el dolor le obligó a renunciar al despegue de la gira sobre arcilla, en Montecarlo, y después al Godó, donde defendía el título conquistado el curso pasado. El tratamiento hizo efecto, pero, aun así, sigue teniendo el temor a que el brazo se resienta y pueda poner en peligro su participación en Roland Garros, a partir del 26 de mayo. De ahí esta versión más contenida y la precaución extra. “No da problemas, seguimos mejorando, pero siguen ahí esos pensamientos de cómo va a ir, y creo que van a tardar en irse. Sigo sin fiarme del todo, sigo pensando en ello. Aún está en mi mente”, admite el de El Palmar.
Cuenta que el cuerpo le pide reventar la bola, como siempre, pero que poco a poco va aprendiendo a dosificar y a regular; un ejercicio tan complejo como indispensable —no solo ahora, sino en perspectiva— que le exige amoldarse a otro registro y a controlar sus instintos. No obstante, no pierde la esencia. Mira constantemente al frente, pero se trata de contemporizar, de imprimirle un punto menos de potencia al tiro para evitar accidentes. “Cada vez que pego una derecha más agresiva de lo que vengo haciéndolo, me viene el pensamiento de cómo va a reaccionar el antebrazo. Peor hoy [por ayer] he dicho que era una prueba de fuego porque no sabía cómo iba a reaccionar, y al final ha ido superbién”, aprecia.
Más conservador
Ante Seyboth Wild, al igual que en la primera escala del torneo de Madrid frente a Alexander Shevchenko, el número tres del mundo edificó su juego sobre el revés y no llegó a descargar de verdad con el drive. Pese a la moderación, más conservador, firmó 11 golpes ganadores más que su adversario (20-9) y atinó en ocho de las 10 ocasiones que visitó la red, y prevaleció en 32 de los 57 puntos decididos desde la línea de fondo. Es decir, las buenas constantes vitales de su juego se mantienen. Si el día del estreno sorteó la barrera del miedo al decidir saltar a la pista —lo hizo a última hora, y no sin un prolongado debate con su equipo—, en la segunda aparición ejerció con practicidad, sin tantos arabescos como es habitual en él.
De nuevo, lució la venda compresora que protege la musculatura y se desempeñó con más sobriedad que espectacularidad. Tampoco hizo falta otra cosa. Otra vez, sorteó la prueba y su confianza crece: “Vine [a Madrid] un poco nervioso, porque no sabía como iba a manejar lo del brazo, pero estoy muy feliz. He jugado a un gran nivel, desde el principio hasta el final”. Y confía en seguir aplicándolo. Toca un baile con Jan-Lennard Struff, el cañonero al que rindió hace un año en la final, en tres sets: “Es un poco incómodo. Hace saque y volea, y tiene buenos tiros de fondo. Sé que no va a ser fácil, pero a la vez sé que a este nivel puedo hacer grandes cosas, aunque ahora no sea lo prioritario en mi cabeza. A este nivel voy a darme oportunidades de ganar el partido, de tener opciones”.
Él y Rafael Nadal sobreviven en un cuadro en el que ya no figura el malagueño Alejandro Davidovich, batido el domingo por Andrey Rublev (7-6(10) y 6-4). También fue apeado otro de los jóvenes talentos, el danés Holger Rune (6-4, 4-6 y 6-3 favorable a Tallon Griekspoor). Este lunes, el programa ofrece entre otros compromisos los de Rafael Nadal y Sara Sorribes. El mallorquín se mide con el argentino Pedro Cachín (no antes de las 16.00, La 1 y Movistar+) y la jugadora valenciana perdió contra la número uno, la polaca Iga Swiatek (6-1 y 6-0).
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