El FMI y el Banco de España alertan de problemas en la banca por la deuda empresarial
La banca española es más sólida que en 2008, pero ambos organismos apuntan que el repunte de los créditos dudosos puede provocar serias dificultades a partir del año próximo
Una gran perturbación económica sin su correspondiente crisis financiera es como un Hamlet sin calavera. La pasada primavera la civilización parecía haber llegado, una vez más, a su fin: la pandemia doblegó los sistemas sanitarios, forzó un confinamiento digno de hace seis o siete siglos y dio paso a una crisis económica que ha dejado a los grandes países con un ojo morado, y a España con ojo y medio a la virulé. Si no ha ido más lejos es porque bancos centrales y Gobiernos han proporcionado ayudas de todo tipo. Hace 10 años fue la banca la que metió al mundo —y a España en particular— en una ...
Una gran perturbación económica sin su correspondiente crisis financiera es como un Hamlet sin calavera. La pasada primavera la civilización parecía haber llegado, una vez más, a su fin: la pandemia doblegó los sistemas sanitarios, forzó un confinamiento digno de hace seis o siete siglos y dio paso a una crisis económica que ha dejado a los grandes países con un ojo morado, y a España con ojo y medio a la virulé. Si no ha ido más lejos es porque bancos centrales y Gobiernos han proporcionado ayudas de todo tipo. Hace 10 años fue la banca la que metió al mundo —y a España en particular— en una pesadilla; esta vez el sector bancario no es el problema, aunque puede llegar a serlo: las pistolas humeantes de la crisis financiera son uno de los grandes riesgos. “Vienen tiempos duros”, resumía hace unos días con desarmante sinceridad el primer ejecutivo de La Caixa, Gonzalo Gortázar.
¿Cómo están los bancos? Bien, pero no tan bien. Y van a estar peor, según el Banco de España, el FMI y casi cualquier casa de análisis que haya caído en la cuenta de que el sistema financiero es como uno de aquellos aviones de principios del siglo pasado: propenso a estrellarse. La media docena de expertos consultados para esta crónica bancaria no esconde sus temores al respecto. Y una de las voces más explícitas es precisamente la del responsable de todo el tinglado, el gobernador Pablo Hernández de Cos. “Hay que evitar a toda costa que la crisis sanitaria que se transformó en crisis económica acabe generando una crisis financiera”, advertía en un discurso reciente. Esa mutación en crisis financiera dejaría muchas más cicatrices en términos de paro, de caída del PIB, de desigualdad y demás indicadores económicos.
El Banco de España estima que más de la mitad de las empresas españolas acabarán en pérdidas el aciago 2020. El impacto en la renta de los hogares ha sido demoledor. La incertidumbre radical se destila en un solo dato: el ahorro de las familias está en máximos, alrededor del 30% de la renta disponible, por lo que los economistas llaman “motivo precaución”: por puro y simple miedo a lo que pueda suceder. Ese aire de plaga de úlceras ya se ha dejado notar en la cuenta de resultados del sector, que pierde 7.500 millones en lo que va de año. Y lo peor está por venir: el deterioro económico se ha trasladado moderadamente, de momento, a los créditos dudosos, pero el supervisor estima un fuerte repunte de la morosidad a partir de 2021, “incluso en el escenario más benigno”, una vacuna que funcione.
El FMI tiene una opinión similar. El Fondo Monetario advierte “del peligro de que la recesión se metamorfosee en estrés financiero, con costes económicos y sociales aún mayores”. Y cierra su último informe sobre España con una conclusión oscura: “Algunos bancos podrían tener problemas de solvencia si la crisis se profundiza”.
Ese es el gran riesgo: problemas puntuales de solvencia que dirijan hacia España la atención de los mercados e impongan una narrativa al estilo de El traje nuevo del emperador. La banca se atragantó con la burbuja inmobiliaria la pasada crisis: desde entonces ha cuidado sus colchones de capital, ha emprendido fusiones defensivas y planes de reducción de costes (con el despido de unos 20.000 empleados en plena crisis) y ha mejorado, en fin, su capacidad para absorber pérdidas. El presidente de la patronal AEB, José María Roldán, destaca “la enorme velocidad de reacción de las entidades a los acontecimientos, con provisiones, planes de reestructuración y hasta tres fusiones en marcha”. A ese traje, sin embargo, se le ven algunas costuras. Una: la banca española sale mal parada en las comparaciones de capital de máxima calidad con el resto de la eurozona. Dos: en los escenarios más negativos de los test de estrés del BCE pueden faltar seis puntos de capital, y no es nada fácil conseguir ese dinero ahora. Tres: el sector tiene un problema endémico de rentabilidad, por los tipos de interés bajo mínimos y el exceso de capacidad. Y cuatro: el músculo fiscal de España es escaso, y si viene un lío el Gobierno tiene menos margen que otras capitales para gastar.
“No me sorprendería una crisis financiera derivada de la morosidad empresarial, más aún cuando el sector ha reducido sus provisiones recientemente después de haberlas reforzado a principios de año”, resume el profesor Antonio Torrero. Xavier Vives, del IESE, sostiene que los bancos “van a sufrir en función de lo que se alargue la crisis, y la cosa no pinta bien”. “El nivel de morosos va a ir hacia arriba: el Ejecutivo ha alargado los plazos de devolución de las líneas del ICO, pero ahí hay un problema latente, de empresas zombi que van a cerrar cuando esas ayudas expiren. Lo bueno es que los bancos han mejorado sus defensas. Lo malo es que cuando se retiren las ayudas alguna entidad financiera puede salir muy mal retratada”, añade Vives. Vicente Cuñat, de la London School of Economics, apunta que en realidad no se sabrá cómo están los bancos “hasta que esté claro qué empresas no van a sobrevivir sin respiración asistida”. “Puede haber problemas puntuales de solvencia cuando empiece a morir tejido empresarial que solo se mantiene con vida con las muletas públicas, y en la pasada crisis aprendimos que un problema en una entidad puede acabar suponiendo un lío en todo el sector”, cierra Joaquín Maudos, del IVIE.
En ese caso, Hernández de Cos es claro: “Sería necesario adoptar medidas adicionales”. Los bancos se tragaron más de 65.000 millones en ayudas públicas la pasada crisis; de ese dinero el Estado da por perdidos 42.000 millones. Otro rescate, aun puntual, provocaría un serio problema de opinión pública: puede que sea mejor aprobar más ayudas ahora para sostener rentas, empleos y empresas que tener que inyectar dinero público en alguna entidad si vienen mal dadas.
“En escenarios adversos habrá que hacer más”
“El Gobierno ha hecho lo que debía, pero tarde, poco y mal”, lamenta el economista Juan Ignacio Crespo; “tenemos ya encima una doble recesión y es preferible gastar más para sostener a empleos y empresas”. El Banco de España ha lanzado nítidamente ese mensaje, pero tanto Economía como Hacienda se decantan por una visión algo más ortodoxa. “En escenarios más adversos habrá que hacer más”, dijo Pablo Hernández de Cos hace unos días. El gobernador cree que si llegan las vacas flacas la solución solo puede ser europea: un banco malo continental y un fondo de garantía de depósitos que complete la unión bancaria europea. El problema es que Berlín se niega en redondo a avanzar en esas dos direcciones porque teme acabar pagando los agujeros bancarios en algún país del Sur. Las dudas de los mercados van más allá de España: Italia tiene graves problemas de mora empresarial desde hace dos décadas; Portugal ha sido el país menos generoso con las ayudas y sus bancos podrían pasarlo mal; el aumento de la deuda empresarial en Francia es vertiginoso, y Alemania, a pesar de que ha sido más generosa que ningún otro país con los avales e incluso con inyecciones de dinero público en sus empresas, “tiene uno de los peores sistemas bancarios del mundo, pero el soberano más fuerte, y eso es un escudo para la crisis más feroz”, según fuentes del sector.