La zona euro reorienta su estrategia fiscal por el temor a una inflación prolongada
El comisario de Economía, Paolo Gentiloni, pide convertir las ayudas “universales” de la pandemia en medidas “temporales y dirigidas”
La economía europea es en estos momentos ese animal sediento que atraviesa un terreno seco y pedregoso: sobre su cabeza ya trazan círculos, como una bandada de aves rapaces, las sombras de una posible recesión. Esta palabra no sale aún de boca de los ministros de Economía y Finanzas de la zona euro, reunidos este lunes en Bruselas para fijar las orientaciones fiscales de cara a la elaboración de los presupuestos de los Estados miembro en 2023; pero la situación se puede v...
La economía europea es en estos momentos ese animal sediento que atraviesa un terreno seco y pedregoso: sobre su cabeza ya trazan círculos, como una bandada de aves rapaces, las sombras de una posible recesión. Esta palabra no sale aún de boca de los ministros de Economía y Finanzas de la zona euro, reunidos este lunes en Bruselas para fijar las orientaciones fiscales de cara a la elaboración de los presupuestos de los Estados miembro en 2023; pero la situación se puede volver “compleja”, “incierta”, “muy preocupante”, por usar las expresiones del comisario europeo de Economía, Paolo Gentiloni, y salir de ella sin un picotazo en el lomo va a requerir casi de un ejercicio de funambulismo entre los estímulos selectivos y el rigorismo fiscal: un “equilibrio cuidadoso” lo ha denominado Valdis Dombrovskis, vicepresidente ejecutivo de la Comisión.
El Ejecutivo comunitario cree que ha llegado el momento de pasar de las medidas “universales” con las que se atajó la pandemia, a otras temporales y teledirigidas a los colectivos más vulnerables afectados por los precios de la energía y los alimentos, un diagnóstico que comparte España: “Frente a las bajadas de impuestos generales o medidas de corte global, es necesario adoptar medidas que se adapten y que se orienten al apoyo a los colectivos y a los sectores más afectados”, ha enfatizado Nadia Calviño, vicepresidenta primera del Gobierno y ministra de Asuntos Económicos, en una comparecencia antes de la cita. Calviño ha asegurado que sigue previendo un crecimiento “fuerte” en España en 2022 e “importante” en 2023, “incluso en un contexto de tan elevada incertidumbre”.
“Aunque nuestras economías siguen siendo resistentes, apoyadas por importantes medidas políticas tomadas a nivel de la UE, de la zona del euro y de los países, los factores de riesgo mundiales, incluidos los relacionados con la guerra, la pandemia y la volatilidad de los mercados financieros, siguen siendo elevados”, asegura el comunicado sobre orientación fiscal pactado este lunes por los ministros de los 19 países de la zona euro. “El Eurogrupo considera que no está justificado apoyar la demanda global mediante políticas fiscales en 2023, sino que hay que centrarse en la protección de los más vulnerables, manteniendo al mismo tiempo la agilidad para el ajuste, en caso necesario”, prosigue el texto.
“Ya existen muchos planes para amortiguar el impacto de los altos precios de la energía, pero no podemos gastar colectivamente para salir de [ellos]”, ha valorado Paschal Donohoe, presidente del Eurogrupo, en una comparecencia tras el encuentro. “Por eso nos centramos en la importancia del apoyo dirigido y de la inversión en soluciones duraderas en términos de energías renovables y eficiencia energética”.
Algunos socios comunitarios, como Países Bajos, tradicionalmente alineado entre los halcones económicos, han entrado en la cita mostrado su rechazo a crear nuevos instrumentos de compensación comunitarios y han reclamado ser “transparentes” con la ciudadanía sobre lo que puede y no puede hacer la UE para enfrentarse a una crisis que comienza a extenderse como una enredadera. “Sin embargo, tenemos que estar atentos”, ha añadido Sigrid Kaag, ministra de Finanzas de Países Bajos, que ha reclamado una actuación concertada. “Hemos de ser cautelosos y tener en cuenta a aquellos que apenas podían llegar a fin de mes incluso antes de la crisis actual”.
La incógnita del gas
El cierre por mantenimiento del Nordstream 1, el gran gasoducto ruso con destino Alemania, decretado este lunes por el gigante Gazprom y cuya reapertura es de momento una incógnita, añade un punto más de perplejidad a un escenario que se parece mucho al que los modelos de las previsiones económicas de primavera de la UE catalogaban como “severo”: implicaba cerrar el año con un crecimiento aún positivo, pero muy próximo a cero, con tasas de inflación superiores a las previstas, y con una “contracción trimestral” de la producción económica.
El Ejecutivo comunitario contempla entre las hipótesis factibles que Moscú decida no reabrir la manija del gas una vez acaben las obras de mantenimiento del Nordstream 1: “Es un riesgo que no podemos excluir”, ha dicho Dombrovskis en una comparecencia poco antes de la reunión con los ministros de finanzas de la UE. “Estamos [muy preocupados]”, ha expresado Gentiloni. “Si se producen estos cortes, no solo tendrá consecuencias macroeconómicas en el crecimiento, sino que tendremos que gestionar una situación difícil”.
Hasta la fecha, Gazprom ha cortado el suministro de este combustible fósil de forma total o parcial a 12 Estados miembro. La contienda energética podría ponerse de color aún más oscuro a medida que pase el verano y se aproxime la temporada de frío. El Ejecutivo de la UE tiene previsto presentar el miércoles de la semana que viene un plan de emergencia para hacer frente de forma coordinada desde Bruselas a una posible reducción energética. El objetivo es evitar que se repita la respuesta fragmentada del primer zarpazo de la pandemia.
La energía lleva meses convertida en el principal componente de la cabalgada de precios en la zona euro: la inflación rompió en junio un nuevo techo y asciende ya al 8,6% interanual, cinco décimas por encima del dato de mayo, que ya era un registro sin precedentes desde la creación del euro, según la estimación publicada la semana pasada por Eurostat. Los precios de la energía subieron un 41,6%.
Cambio en la política económica
“Estos precios altos y continuos de la energía se están filtrando al resto de la economía y la inflación se está afianzando y extendiendo. Por eso también es necesario que el BCE actúe”, ha subrayado Dombrovskis. El Consejo de Gobierno del Banco Central Europeo tiene previsto reunirse el jueves de la semana próxima con el fantasma de la inflación y el fin de la era de los tipos negativos rondando la sala de forma insistente.
El organismo capitaneado por Christine Lagarde ha anunciado ya un incremento de tipos del 0,25% en julio y otro en septiembre, que puede llegar al 0,5%, el principio de una senda de subidas que podría llegar al 2% en 2023. Algunos analistas estiman que el contexto actual aboca irremediablemente a una subida más extrema de hasta 50 puntos básicos en julio y otros 75 en septiembre.
Bruselas, además, presentará esta semana las previsiones económicas de verano con una “esperable” revisión a la baja del crecimiento económico para este año, “y aún más” para el próximo, debido a la conjunción de incertidumbres y riesgos, y una “revisión al alza” de la inflación, según ha detallado Dombrovskis. Es “un buen momento para debatir las orientaciones de la política fiscal para 2023″, ha añadido. “Tenemos que encontrar el equilibrio adecuado entre proporcionar apoyo a la economía, especialmente a los más vulnerables, en relación con los altos precios de la energía y los alimentos, pero también avanzar en general hacia una postura fiscal más prudente, teniendo en cuenta los efectos sobre la inflación y los efectos del endurecimiento monetario sobre los costes de financiación de la deuda soberana”.
Más coordinación
El comisario Gentiloni ha reclamado mantener un alto grado de coordinación para navegar unas aguas turbulentas y manejar la transición de una crisis ya conocida, la de la covid, hacia otra de momento desconocida, la derivada de la guerra en Ucrania, provocada por la invasión de Rusia en febrero, y los desbocados precios de la energía.
Durante la pandemia, ha argumentado Gentiloni, “necesitábamos dar un apoyo fuerte y universal a nuestra economía”. Ahora, en cambio, el alto nivel de inflación requiere apostar por “medidas más específicas y temporales”, ha asegurado, pero en ningún caso “perennes”. “Esta es la orientación de la política fiscal de la Comisión. Y confío en que los ministros compartan esta orientación”.
El italiano ha reclamado diferenciar las políticas fiscales de los socios comunitarios “según el nivel de la deuda” y ha defendido la “agilidad” para abordar la presente crisis que permite la cláusula de escape, prorrogada en 2022, lo que confiere a los Estados miembro una mayor libertad para elaborar los presupuestos de 2023. Este mecanismo, un botón de seguridad que pulsó Bruselas al inicio de la pandemia, es el que permite la suspensión de las normas fiscales que contiene el Pacto de Estabilidad y Crecimiento.
Hasta 14 Estados miembros tienen ratios de deuda pública superiores al 60% del PIB, según la cifra al cierre de 2021 publicada en abril por Eurostat. En cabeza se encuentran Grecia (193,3%), Italia (150,8%), Portugal (127,4%), España (118,4%), Francia (112,9%), Bélgica (108,2%) y Chipre (103,6%).