Rusia se lleva por delante un tercio del granero ucranio
La ofensiva sobre Ucrania reduce drásticamente la siembra y cultivo de cereales en el país, mercado clave para la alimentación mundial
La guerra de Ucrania se recrudece y aumenta la serie de consecuencias trágicas derivadas. El rastro de las bombas deja tras de sí sangre y destrucción desde el primer momento. Y el desarrollo de un conflicto bélico que se ha encallado ha hecho que los efectos nocivos se hayan metastatizado hasta tal punto que el granero ucranio, clave para la alimentación mundial, se desangre. En esta campaña, el área cultivada de trigo, maíz, cebada, soja, colza y gira...
La guerra de Ucrania se recrudece y aumenta la serie de consecuencias trágicas derivadas. El rastro de las bombas deja tras de sí sangre y destrucción desde el primer momento. Y el desarrollo de un conflicto bélico que se ha encallado ha hecho que los efectos nocivos se hayan metastatizado hasta tal punto que el granero ucranio, clave para la alimentación mundial, se desangre. En esta campaña, el área cultivada de trigo, maíz, cebada, soja, colza y girasol en el país ya se ha reducido una cuarta parte en la zona no ocupada por Rusia. Y la cosecha decrecerá en más de un 28%, según los datos de EOS Data Analytics, proveedor mundial de análisis de imágenes de satélite y expertos en agricultura de precisión en Ucrania. A esto hay que sumar la superficie en la zona ocupada o en disputa, lo que aumenta la pérdida hasta un tercio.
El resultado es el encarecimiento de precios: la cotización del trigo se ha elevado con fuerza desde el inicio de la guerra. De hecho, esto se ha exacerbado en las últimas semanas con las tensiones y la escalada del conflicto. Tras un verano en el que el precio se relajó, ahora ha vuelto a dispararse tras la suspensión de Rusia del acuerdo para exportar cereales ucranios a través del Mar Negro. Finalmente, Moscú ha dado marcha atrás y ha vuelto al pacto, pero los futuros de los cereales se resintieron. El pasado lunes, por ejemplo, se encareció un 7,7% el trigo y un 2,8% el maíz, según Bloomberg. Se repetía así lo ocurrido semanas atrás después de que el presidente ruso Vladímir Putin volviera a la carga en represalia por el ataque al puente que conecta Rusia con Crimea.
La disminución en superficie cultivada viene de dos partes fundamentales: una, por la zona del este y sur del país que han pasado a estar bajo el control ruso. Y otra, por el daño sobre las tierras durante el conflicto. “Entre un millón y dos millones de hectáreas ya están perdidas por completo, porque durante la guerra se van quemando”, explica Dmytro Svyrydenko, gerente de desarrollo empresarial de EOS Data Analytics. Y luego está el territorio que sigue controlando Ucrania y no se ha quemado, pero que sí está muy dañado por haber sido lugar de combate o por la caída de misiles, como se ve en las imágenes satelitales facilitadas por la compañía. “La superficie total sembrada hasta casi final de verano es de 22,9 millones de hectáreas, de las que ya hemos perdido unos cinco millones que están en los territorios ocupados y Kiev no controla”, añade Svyrydenko. De esta forma, Ucrania se queda muy lejos de los más de 32 millones anuales que alcanzaba en los ejercicios previos a la guerra (todavía más de un 40% por debajo).
Según previsiones de la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura) de antes del verano, estaba en riesgo hasta un 30% de la cosecha de las tierras dedicadas al cultivo. Unas estimaciones que casan con las de los expertos de EOS Data Analytics, que sitúan la reducción de la cosecha anual en un tercio. Por tipo de cultivo, las que más sufren por el momento son trigo, cebada y girasol, por encima del 30% de pérdida en extensión y cosecha bruta en el territorio no ocupado por Rusia.
La FAO, en un comunicado de este viernes sobre la oferta y la demanda de cereales, aseguraba que la salida de cargueros por el Mar Negro ha aliviado la capacidad de almacenamiento disponible en Ucrania y ha mejorado su pronóstico de producción. Aunque ha recordado que “las graves restricciones de liquidez debidas a la guerra darán lugar a una reducción de la superficie cultivada”. Esta situación supondrá asimismo un varapalo para la economía del país: la agricultura representaba antes de la guerra el 10% del producto interior bruto del país (en España, por ejemplo, supone solo el 2%) y emplea al 14% de su población activa. Además, el territorio más golpeado por la invasión rusa han sido las principales zonas agrícolas de Ucrania. Es decir, los daños al sector se han multiplicado al recaer sobre el área más productiva.
El conflicto bélico forma así una especie de efecto dominó. Primero, los misiles hacen inservible el campo fértil. Además, parte de la maquinaria y personal dedicado a la siembra no está disponible, lo que reduce la capacidad de producción. Y esto, a su vez, tiene como consecuencia una menor exportación. España tira mucho del granero ucranio, principalmente para el aceite (un tercio del girasol que se consume en el país llegaba de Ucrania) y el maíz (un 20% de lo que se consume). Por tanto, está encareciendo los productos en los supermercados, ya que se reduce la oferta y los sustitutos son menos económicos.
Esto afecta también a la alimentación animal —trigo, maíz y soja figuran entre los ingredientes básicos para la preparación del forraje—, donde se emplea buena parte del grano ucranio que llega a España, según las organizaciones agrarias. Lo que también presiona sobre el precio en supermercados. Bruselas, para amortiguar este golpe, ha flexibilizado los requisitos para la importación de maíz de Argentina y Brasil, con lo que tratará de suplir la reducción de las importaciones de Ucrania.
África se lleva la peor parte
Los países más expuestos a las exportaciones de cereales ucranios están fuera de Europa, donde ya existe una crisis alimentaria por la falta de alimentos. “Hay 400 millones de personas, principalmente en África y Asia, que dependen de esta exportación”, asegura Svyrydenko. Este zarpazo golpea al suministro por dos vías, ya sea por la reducción de la cosecha o por la imposibilidad de que puedan partir al mismo ritmo que antes de la guerra los barcos cargados. “Hay países en el norte de África y otros, como Bangladesh, que son muy dependientes de las exportaciones ucranias. Si se reduce el área de siembra, afecta a la exportación. Además, otro factor importante es si la logística está completamente operativa para enviar la cosecha”, incide la experta en política agraria Petra Berkhout.
La red logística para exportar cereales quedó dañada de forma indirecta al protegerse de los avances rusos. Ucrania cercenó su salida y acceso marítimo: ante el peligro de un ataque por mar a ciudades costeras clave como Odesa, Kiev minó las aguas del mar Negro. Así, consiguió que las fragatas de guerra no pudieran atacar Ucrania, pero a la vez imposibilitó asimismo la salida o entrada en la zona de buques comerciales, entre ellos los cargueros de cereales.
En la necesidad de dar salida a estos cereales se basó el acuerdo para permitir el paso de buques cargados desde Odesa. Se consiguió habilitar el corredor en agosto, pero ya había tal cantidad de grano bloqueado de la campaña anterior (las cifras oficiales superaban los más de 20 millones de toneladas) que será casi imposible dar salida a todo, menos aún con un ritmo muy por debajo del habitual. Ucrania tenía capacidad para exportar unos seis millones de toneladas al mes y ahora solo puede llegar a unos dos millones de toneladas mensuales, según reconoció en junio Taras Visotskii, ministro de Agricultura ucranio. Este efecto dominó tan dañino sigue su camino imparable.