España, Francia y Portugal aspiran a que la UE financie la mitad del BarMar, que costará 2.500 millones
El tubo, por el que solo transitará hidrógeno verde y no gas natural, debe estar operativo a finales de la década
Casi dos décadas después, Europa tiene una propuesta creíble para trasladar grandes volúmenes de energía en estado gaseoso desde la península Ibérica al centro y el norte del continente. El presidente francés, Emmanuel Macron, el presidente del Gobierno de España, Pedro Sánchez, y el primer ministro de Portugal, António Costa, han escenificado este viernes en Alicante —en el marco de la cumbre Euromediterráne...
Casi dos décadas después, Europa tiene una propuesta creíble para trasladar grandes volúmenes de energía en estado gaseoso desde la península Ibérica al centro y el norte del continente. El presidente francés, Emmanuel Macron, el presidente del Gobierno de España, Pedro Sánchez, y el primer ministro de Portugal, António Costa, han escenificado este viernes en Alicante —en el marco de la cumbre Euromediterránea— su pacto para la puesta en marcha de un tubo submarino valorado en 2.500 millones de euros que permitirá el trasiego de hidrógeno verde entre Barcelona y Marsella a partir de 2030. A diferencia de lo previsto hasta hace solo unos días, el ducto no llevará gas natural; ni siquiera en sus primeros años de operación, por lo que su utilidad para solventar la actual crisis energética será nula.
Los escollos que frenaron durante años el proyecto, llamado a acabar con el tradicional aislamiento ibérico del entramado energético continental, son ya historia. Las sempiternas críticas francesas han quedado atrás con el cambio de trazado —de los Pirineos al Mediterráneo— y la seguridad de que la infraestructura no tendrá la etiqueta de gasoducto sino de hidroducto. Bruselas también parece más dispuesta que nunca a financiarlo, siquiera parcialmente: si se califica como proyecto de interés comunitario (PCI, por sus siglas en inglés), hasta el 50% de su coste puede provenir de las arcas europeas.
Para ello, el BarMar —también conocido como H2Med, en su versión ampliada, si se incluye la nueva interconexión entre Portugal y España— se presentará antes del día 15 a la convocatoria de proyectos de infraestructura abierta por la Comisión Europea y se someterá a la consideración de la cumbre de líderes europeos del próximo jueves. La presencia en Alicante de la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, supone un potente espaldarazo público.
Por el futuro tubo transitará el 10% del hidrógeno verde que necesitarán los Veintisiete en 2030: de los 20 millones de consumo total previsto por los países de la UE, dos procederán de España y, en menor medida, de Portugal. El plan inicial pasaba por que esta infraestructura también sirviese en una primera fase para transportar gas entre la península Ibérica—que cuenta con una amplia capacidad de regasificación infrautilizada— y Alemania y el resto de grandes consumidores del centro y el norte de la Unión, pero esa opción se ha desechado para poder obtener financiación europea.
“Es un paso adelante, que desbloquea el proyecto tras el chantaje de Putin y la guerra de Ucrania. España aspira a ser un referente mundial en el ámbito del hidrógeno, y este va a ser el primer gran corredor del hidrógeno de la Unión Europea”, ha subrayado Sánchez en la comparecencia conjunta de los cuatro líderes.
La Península, nuevo ‘hub’ energético europeo
“El hidrógeno va a cambiar la historia de Europa y va a ser una parte crucial de nuestro sistema energético. El proyecto va claramente en la buena dirección y le doy la bienvenida para que postule para los fondos comunitarios”, ha deslizado Von der Leyen. “Esto es solo el principio, pero es un principio muy promisorio. La Península será uno de los grandes hubs [centros] energéticos de Europa”. La presidenta de la Comisión Europa ha añadido que se está trabajado para “abrir” este proyecto a los países del norte de África, para lo que ya hay acuerdo con Egipto y negociaciones con Marruecos. Costa ha elogiado la actitud constructiva de Francia para “superar los obstáculos”, mientras que Macron ha destacado que el proyecto es “totalmente coherente” con el objetivo europeo de “dejar atrás lo fósil” y conseguir la “soberanía energética”.
Como todo proyecto a largo plazo, en torno a un vector energético que todavía no es una realidad plena y cuyos costes de producción siguen siendo mayores que los de su alternativa sucia —el hidrógeno gris, producido a partir de combustibles fósiles—, persiste una sombra de duda en torno a qué ocurrirá con esta alternativa energética. Sin embargo, la avalancha de planes de inversión en los últimos meses —el anuncio de Cepsa, la semana pasada, de que invertirá 3.000 millones para la producción de hidrógeno verde en Andalucía o el de Maersk del mes pasado son los dos últimos de una larga lista—, constituye el mejor termómetro del creciente interés por un vector que está llamado a acelerar la descarbonización de sectores como el transporte pesado o la industria en los que la electrificación es mucho más compleja.
De cumplirse los planes del Gobierno y del sector, sin embargo, en 2030 la generación nacional ya excederá la demanda interna y podrá empezar a exportarse. “Para entonces, en las zonas con más capacidad de generación renovable, como España, ya será competitivo en precio respecto al gris. Y antes de 2050 será más económico”, apuntan fuentes gubernamentales. Eso, subrayan, teniendo únicamente en cuenta el coste de la energía, sin incluir en la ecuación los derechos de emisión de CO₂ que lleva asociada la producción de hidrógeno gris.
Quienes siguen de cerca el mundo del hidrógeno verde suelen comparar su situación actual —de promesa, pero también de zozobra— con la que atravesaban la eólica y la solar fotovoltaica —las llamadas a generar el ingente volumen de electricidad requerido para su producción— en sus primeros estadios de desarrollo tecnológico. Tras un periodo de madurez tecnológica, tanto los aerogeneradores como los paneles solares son hoy una realidad plena, con costes de producción mucho menores que los del resto de tecnologías. Cuanto más dinero haya en liza, enfatizan desde el sector, más rápido se llegará a un horizonte en el que el hidrógeno verde sea una realidad tangible.
En un intento por acelerar el desarrollo de esta alternativa energética, la Comisión Europea acaba de proponer a los Veintisiete que, de forma transitoria, todo el hidrógeno que sea producido con electricidad —sea cual sea su origen— reciba el marchamo de verde. De cuajar, esta propuesta beneficiaría muy particularmente a países como Francia, donde la matriz eléctrica es altísimamente dependiente de la nuclear y el peso de la eólica y la solar sigue siendo muy bajo. Fuentes de La Moncloa han dejado la puerta abierta a que el llamado hidrógeno rosa, el fabricado con energía atómica, acabe siendo considerado “renovable”, al menos de forma transitoria, aunque pugnarán por que esa etiqueta solo recaiga en el procedente de fuentes verdaderamente renovables y no solo no emisoras de gases de efecto invernadero.