La especulación desahucia a los profesores de Formentera

Los docentes denuncian que partir de junio las casas donde viven de alquiler serán destinadas al turismo

Dos personas montan en bicicleta por Formentera.Westend61 (Getty)

Suenan tambores de temporada alta. Y a Víctor Leiva le retumban en la puerta de su casa en Es Pujols. Este mallorquín de 32 años que trabaja como profesor de Formación Profesional en la isla de Formentera tendrá que dejar su piso de alquiler el 31 de mayo porque el propietario lo quiere destinar a arrendamiento vacacional. Mientras, durante el mes de junio él seguirá impartiendo clase en un centro público, pero no tiene muy claro dónde va a vivir. Una semana en casa de algún amigo, otra semana en el sofá de otro...

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Suenan tambores de temporada alta. Y a Víctor Leiva le retumban en la puerta de su casa en Es Pujols. Este mallorquín de 32 años que trabaja como profesor de Formación Profesional en la isla de Formentera tendrá que dejar su piso de alquiler el 31 de mayo porque el propietario lo quiere destinar a arrendamiento vacacional. Mientras, durante el mes de junio él seguirá impartiendo clase en un centro público, pero no tiene muy claro dónde va a vivir. Una semana en casa de algún amigo, otra semana en el sofá de otro, hasta que llegue final de mes y vuelva a Mallorca. “Empieza la temporada alta y aquí pasa por encima de todo y de todos” lamenta. El caso de Leiva no es único. En su círculo hay alrededor de veinte amigos, también profesores, que tendrán que dejar su apartamento antes de que comience junio porque sus propietarios les echan para alquilarlo a turistas.

“Aquí nadie tiene contrato de vivienda, eso es un sueño. Llegas y el propietario te dice antes de entrar que te tienes que ir en mayo. O te adaptas o adiós” explica Àlex Julià, mallorquín de 23 años, que dice que estas prácticas están “muy asimiladas” en la isla, y año tras año los trabajadores desplazados desde otros lugares se ven obligados a aceptarlas “sin una solución a futuro”. Él es profesor de Educación Primaria en el colegio público de Sant Francesc y actualmente paga 600 euros por un estudio “enano” en la carretera de Punta Prima que tendrá que dejar a finales de mayo. La falta de un contrato de vivienda, cuenta, también les perjudica a la hora de beneficiarse del descuento de residente, ya que no pueden empadronarse en la isla y optar a las bonificaciones de los trayectos en barco con Ibiza. “Es de broma, porque luego la gente se lamenta de que no vienen médicos, ni profesores y funcionarios para cubrir los servicios básicos”.

El problema no es nuevo, se repite desde hace años, pero con el paso del tiempo y la irrupción de la masificación turística se ha intensificado. Formentera reúne todas las cualidades para generar una tormenta perfecta: escasez de suelo por sus reducidas dimensiones, alta demanda de vivienda y una economía basada en el turismo con una temporada muy marcada. La isla apenas tiene 82 kilómetros cuadrados y mide veinte kilómetros de largo, con una población residente de unas 12.000 personas que puede alcanzar las 35.000 en el apogeo del verano. Abundan las casas de campo y los estudios y apartamentos, que históricamente muchos propietarios alquilan a visitantes deseosos de recorrer sus playas. Hace cuatro años el Consell insular aprobó la zonificación turística para regular la práctica del alquiler vacacional, que excluía de la actividad los núcleos urbanos residenciales y establecía un techo máximo de plazas.

Profesores de Formentera.

La peregrinación de maestros interinos desde Mallorca a Formentera e Ibiza es habitual cada año. En las Pitiusas suelen obtener contratos de larga duración, mientras que Mallorca tiene mucha más demanda y es más difícil encontrar trabajo permanente siendo un recién graduado. “Si quieres conseguir puntos para la bolsa de trabajo, en Ibiza y Formentera tienes sitio asegurado. Es una especie de inversión a futuro”, dice Leiva, que considera que es la razón por la que muchos de los que terminan sus estudios aceptan rápidamente plazas en ambas islas. Eso sí, una vez allí si dejan el puesto de trabajo sin una razón justificada son penalizados sin poder acceder a las listas durante dos años. Algunos reciben críticas por haberse ido allí sabiendo el problema habitacional que existe, pero Julià replica que si no fuera por los docentes que se desplazan “los niños no recibirían clase”.

Maria Bibiloni llegó desde Mallorca en septiembre para cubrir una plaza de profesora y tuvo que estar dos semanas viviendo en casa de un amigo porque no le alquilaban el piso hasta octubre. Le advirtieron de que tenía que dejar el apartamento el 31 de mayo y sus súplicas para alargarlo hasta el 10 de junio han caído en saco roto. “Yo y un compañero pagamos 1.100 euros al mes por un piso de dos habitaciones y la casera nos dijo que si nos alargaba el alquiler hasta el 10 de junio sería a precio de turista”, lamenta Bibiloni, que habla de “trato inhumano” por parte de muchos de los propietarios con los que han contactado en los últimos meses para buscar una solución y de los que ofrecen “garajes sin ventilación” para pasar el año completo, una oferta, la del alquiler anual, que en la isla es prácticamente inexistente. En septiembre tuvo la posibilidad de quedarse en la Casa de Colonias de Formentera, pero prefirió alojarse en el piso de un amigo “porque aquello es un espacio con literas donde compartes todo con todos”.

La Casa de Colonias, que durante el mes de septiembre se habilita para los profesores recién llegados que no encuentran dónde vivir las primeras semanas de inicio del curso cuando todavía convive la vida de los residentes con la temporada turística, era una de las opciones que manejaba este grupo de docentes. En septiembre cuesta 10 euros por semana y desde hace algunos años se puso a disposición de los profesores durante ese mes como recurso temporal. Sin embargo, Julià explica que les han comunicado que en el mes de junio las dependencias están reservadas para los alumnos de los campus de aprendizaje de Ibiza y no la pueden utilizar. “Tampoco es una solución ideal, es una habitación con literas donde no hay intimidad” señala.

“Poder trabajar de profesora, ejercer de lo que he estudiado es lo mejor que me puede pasar. Pero ahora con el tema de la casa, que tengo que dejar en mayo, estoy supernerviosa, no estoy disfrutado nada esta experiencia”. Bárbara Tomàs, de 30 años, llegó hace apenas 15 días a Formentera para cubrir una baja que ahora se alargará hasta junio. Vive en una casa por la que paga 700 euros al mes que tendrá que dejar el 31 de mayo. Lo único que ha encontrado para el mes de junio cuesta 4.500 euros al mes y su única esperanza es esperar a la solidaridad de algún compañero que le deje un sofá. “Me parece lamentable estar en esta situación” señala. Para Tomàs es una incoherencia que haya quejas por la falta de personal pero después todo el mundo quiera hacer negocio: “Es un problema de estructura, hay que poner una normativa, cumplirla y empezar a cambiar las cosas”.

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