Lufe, el Ikea vasco que está cambiando su modelo productivo para no morir de éxito
Lufe trae a Madrid productos devueltos por sus clientes mientras se prepara para seguir creciendo con un nuevo modelo de producción
A Enrique Arrillaga, fundador de Muebles Lufe, le está costando digerir el crecimiento imparable que ha vivido desde que creó la empresa junto a su mujer en 2014. La compañía, conocida como el “Ikea vasco”, arrancó este año transformando su modelo de producción. Para afrontar su expansión se lanzó en brazos del sistema japonés lean manufacturing que persigue reducir al máximo los desperdicios en la fabricación. “Estamos dándolo todo y sufriendo un montón. Es un procedimiento súperexigente”, sostiene el empresario. “Implantar el lean suele ser un proceso traumático en cualquier compañía porque supone modificar toda la operativa. Nosotros nos hemos dado dos años para conseguirlo”, asegura.
Por ahora, los cambios en la fabricación están provocando que no den abasto, admite el dueño de la empresa. Y, en consecuencia, Lufe ha aumentado el plazo de entrega de sus muebles de una semana a tres. “Estamos a tope de trabajo”, afirma Arrillaga al tiempo que admite: “Hemos frenado el crecimiento por problemas buenos. Para cambiar un modelo que nos permitirá expandirnos más rápido”.
El “Ikea vasco” ha vendido 376.000 muebles de madera de pino maciza en estos diez años. Es la marca de la casa, trabajar con madera local de crecimiento rápido y con certificación ecológica en diseños sencillos que se montan rápidamente. Y a unos precios imbatibles que son los que permiten, en opinión del responsable de la firma, la comercialización por internet. Pongamos como ejemplo las camas, su producto estrella. Desde 93,99 euros se comercializan camas individuales que llegan a 244,99 euros en el caso de las de matrimonio. Estos muebles suponen más del 60% de sus ventas, según el fundador.
Arrillaga es consciente del éxito de Muebles Lufe. “Si en 2014 me hubiesen dicho que iba a vender 40.000 o 50.000 euros diarios no me lo hubiese creído”, reconoce. Y es que este empresario vasco venía de fracasar con la firma familiar, Indubrik, también dedicada a la madera. “No teníamos un producto de valor añadido”, sostiene. “Lo perdimos todo y empezamos de nuevo tirando del último proyecto de la empresa familiar que parecía que podía funcionar y funcionó desde el primer momento”, explica.
La compañía, que en 2017 trabajaba en una nave de 1.000 metros cuadrados y facturaba 800.000 euros, ahora tiene sus cuarteles generales en la pequeña localidad de Aizarnazabal (Gipuzkoa), en una nave de 6.000 metros cuadrados. “Y todo fue gracias a un reportaje de EL PAÍS. Saltamos de 800.000 a dos millones de euros gracias a él”, afirma Arrillaga.
La firma acaba de invertir dos millones en la renovación de toda la maquinaria y espera cerrar el año con un volumen de negocio de 14 millones, con un crecimiento del 17% respecto al año anterior. Lejos de las previsiones que tenían de superar los 20 millones: “No somos capaces de producir”, justifica Arrillaga. Cuando la nueva metodología dé sus frutos, el empresario espera que el crecimiento se dispare. Y poder continuar con su expansión internacional, que llegará de la mano de otra fábrica en Europa, “donde replicaremos el modelo lean que hemos implantado”, sostiene. Actualmente venden sus muebles low cost en Francia, Portugal —mercados que representan el 20% de sus ventas— y acaban de entrar en Italia. Sus siguientes pasos serán Alemania y el Reino Unido. También planean llegar a Estados Unidos.
Pleno rendimiento
En Aizarnazabal máquinas y personas trabajan en tres turnos y a pleno rendimiento. El día de la visita de Negocios a sus instalaciones el equipo de marketing celebraba la venta de sus productos a un famoso. El actor Javier Cámara acababa de hacerse con unos muebles Lufe. No es el prototipo de cliente. Para nada. Las más habituales son las mujeres de entre 30 y 50 años a las que les gusta la decoración, explica la compañía. Gente que busca muebles de madera maciza a buen precio y a la que preocupa la sostenibilidad. Las señas de identidad de Lufe cuyo nombre responde a local, universal, funcional y ecológico.
El secreto del éxito de esta pequeña compañía vasca está, según su dirigente, en producir y vender directamente al cliente final, sin intermediarios. Y en haber conseguido volumen: de sus instalaciones salen diariamente 1.000 bultos. “Es lo que hace que los precios sean tan bajos”, mantiene Arrillaga. “Tenemos claro lo que hacemos y cada vez queremos hacerlo mejor”, agrega. Así es como el “Ikea vasco”, que aspira a amueblar las casas de familias con todo tipo de bolsillos, obtiene unos beneficios del 20%. Y no se plantea tener tiendas físicas porque se comerían sus márgenes.
Arrillaga aprendió la lección tras la quiebra de Indubrik: “Siempre teníamos deuda y eso te hace tomar unas decisiones más forzadas. Ahora no la tenemos. La empresa está súpercapitalizada. Hemos aprendido la lección”, declara.
Aunque la mayor parte de sus ventas se realizan en Barcelona (23%) “por su mayor conciencia ambiental”, Madrid (17%) ha sido la ciudad elegida para la tercera campaña de “Muebles feos” de Lufe. Se trata de una pop up donde se expondrá una colección de 35 artículos devueltos por los clientes por motivos de lo más diverso: como ser “demasiado naturales”, o “tener un alien”. La tienda efímera estará abierta entre los días 2 y 4 de octubre en la ciudad y del 1 al 8 de octubre serán sorteados por internet estos muebles, cinco de los cuales han sido diseñados por influencers. La campaña de marketing se ha hecho anteriormente en San Sebastián y París, dando notoriedad a la marca.
El “Ikea vasco” quiere ganar tamaño. En 2023 más de dos millones de usuarios visitaron su web, tiene más de 300.000 seguidores en las redes sociales y cuenta con una plantilla que se aproxima a las 50 personas, aunque están buscando ampliarla, por ejemplo con un director de producción que les ayude a ganar productividad en la fábrica de Aizarnazabal. “No me voy a quedar quieto hasta conseguir lo que quiero. Lo importante para nosotros es ser eficientes”, zanja el empresario de 57 años.