Los alumnos españoles soportan cada vez más horas de clase mientras en la UE se reducen
Los estudiantes de secundaria tienen un 20% más de tiempo lectivo que la media europea y un 30% más que los de Finlandia, según un nuevo informe de la OCDE
Los alumnos españoles pasan a tener, al llegar a la educación secundaria, muchas horas de clase. Muchas más de las que tienen de media los estudiantes en el conjunto de la UE. El nuevo informe educativo de la OCDE publicado este martes pone de manifiesto, además, que dicha diferencia en la carga lectiva no se está reduciendo, sino al revés. Después de la última reforma educativa, los chavales españoles tienen aún más horas de clase, mientras...
Los alumnos españoles pasan a tener, al llegar a la educación secundaria, muchas horas de clase. Muchas más de las que tienen de media los estudiantes en el conjunto de la UE. El nuevo informe educativo de la OCDE publicado este martes pone de manifiesto, además, que dicha diferencia en la carga lectiva no se está reduciendo, sino al revés. Después de la última reforma educativa, los chavales españoles tienen aún más horas de clase, mientras los sistemas educativos de otros países europeos, con variaciones, tienden más bien a lo contrario.
En el mismo informe de 2019, Education at a Glance (que en España cuenta con una versión propia elaborada por el Ministerio de Educación, llamada Panorama de la Educación), el alumnado español de secundaria tenía 1.054 horas de instrucción. Ello suponía un 18,1% más que la media de la UE (que en aquella edición se calculó sobre la base de los 23 países europeos que formaron parte del informe), que se situaba en 892 horas, y un 30% más de horas que Finlandia, uno de los referentes mundiales de la educación, donde se daban 808 horas. Cuatro años después, la radiografía de la OCDE, una organización de la que forman parte los países más ricos del mundo, refleja que los estudiantes españoles tienen 1.057 horas de instrucción, lo que supone un 20,6% más que la media en la UE (que en esta ocasión se calcula con 25 países). Finlandia sigue teniendo las mismas horas, pero otros países, como Portugal, Alemania e Irlanda, las han reducido, mientras algunos, como Francia y Suecia, las han aumentado, aunque siguen por debajo del nivel español.
Las horas lectivas en secundaria se situaban en torno a las 950 en 2003, y han ido subiendo con cada reforma educativa. Ello tiene como consecuencia que los estudiantes tengan una mayor carga de evaluación, tanto durante los cursos como en Selectividad, advirtieron en un documento publicado el año pasado, Cuaderno sobre aprendizaje competencial en España: Diagnóstico y Recomendaciones para una Transformación Curricular Exitosa, los investigadores en educación Lucas Gortazar, Juan Manuel Moreno, Inés Fernández, Ana Herrero y Ángel Martínez, de EsadeEcPol. Y también provoca que dichas horas de clase absorban unos recursos que podrían dedicarse a lo que los autores consideran “políticas más eficaces para el éxito escolar”, como “más diversificación curricular o desdobles, reducir el número de alumnos por clase o ampliar el refuerzo escolar y extraescolar para los alumnos que mayor desajuste curricular tienen y más rezagados van”.
La gran carga lectiva que tiene el alumnado de secundaria en España (en primaria los niños también tienen más horas de clase que el promedio de sus vecinos de la UE, pero la diferencia es más razonable, de un 7,3%) es el producto de la tradición y de la forma en que, cada vez que hay una reforma educativa, se negocia la llamada ordenación de los estudios, la parte de la normativa que establece cómo se distribuye el tiempo escolar. Un exresponsable educativo lamentaba, mientras se diseñaba la última, que, cuando las especialidades que se sienten minusvaloradas presionan para tener más horas en el currículo, la administración opta generalmente por aumentar el tiempo total antes que compensar la subida de una materia con la reducción de otra. Bastante desgaste supone aprobar una nueva ley educativa (no hay más que ver cómo terminaron, en términos de desgaste político, la mayoría de ministros que las han impulsado en las últimas décadas), como para enfrentarse después a los departamentos, sociedades y asociaciones que representan a las respectivas asignaturas. Y aquellos que podrían actuar como contrapeso de dicha tendencia, los estudiantes y sus familias, ni suelen tener información sobre lo que sucede en el resto de la Unión Europea ni están lo bastante organizados como para ejercer una oposición efectiva.
El informe, que la OCDE publica anualmente desde los años noventa, también pone de manifiesto que las vacaciones escolares españolas se concentran en los meses de verano ―como sucede en otros países del sur de Europa, que, entre otras cosas, son más calurosos―. Todo ello, sumado a la jornada intensiva ―concentrada solo en la mañana― que tienen casi todos los institutos públicos, determina la alta densidad del horario escolar de los adolescentes españoles.
Menos desventaja
Las nuevas ediciones de Education at a Glance y el complementario Panorama de la Educación que elabora el Ministerio de Educación reflejan otras características del sistema educativo español que ayudan a comprender mejor el país. El factor que mejor predice la trayectoria académica del alumnado es el nivel de estudios de sus progenitores. Y España parte con una gran desventaja respecto a su entorno. El 35,8% de la población de 25 a 64 años solo tiene, como mucho, la Educación Secundaria Obligatoria, cuando en la UE el porcentaje no llega a la mitad (16,6%). La evolución es, sin embargo, positiva; el porcentaje se ha reducido casi 10 puntos entre 2012 y 2022, gracias al progreso del nivel educativo de los jóvenes.
El análisis por niveles de estudios muestra que el problema estructural de España respecto a su entorno europeo es que tiene un déficit de población con estudios técnicos (como la FP de grado medio) y un exceso de ciudadanos con niveles bajos de formación. En la parte alta, los estudios terciarios (que incluyen los universitarios y los de FP de grado superior), el país se sitúa, en cambio, ligeramente por encima de la media.
Uno de los objetivos de la nueva ley de FP es potenciar la formación que se desarrolla de forma mixta entre centros educativos y entornos de trabajo. Y los datos de la OCDE acreditan dicha necesidad. En España solo el 2,4% del alumnado de segunda etapa de la educación secundaria estudia la llamada FP dual (en la que al menos el 33% del tiempo se desarrolla en empresas), mientras que en la UE lo hace el 40,4%.
España sigue teniendo un porcentaje muy alto de jóvenes de 18 a 24 años que ni estudia ni trabaja: el 17,2%. En la UE , donde la media es del 13,7%, solo es más elevado en Italia. Pero está mejorando: dos años antes era el 20% y hace 10, cerca del 30%. Si se observa una franja de edad más amplia, de los 15 a los 29 años, el porcentaje español de ninis bajó en 2022 al 12,7%, según Eurostat, y se situó en el 11,7% en la media comunitaria.
La brecha de género española en la tasa de empleo es menos intensa que en los países de su entorno, según Education at a Glance. Entre quienes tienen como mucho la ESO, dicha brecha se sitúa en España en 19 puntos porcentuales, frente a los 21 de la UE. En la población con estudios de segunda etapa de educación secundaria, la brecha es de 8 puntos en España y de 13 en la UE. Y entre quienes tienen estudios terciarios, la diferencia se reduce en España a tres puntos porcentuales y a cinco en la UE.
Las secuelas de la crisis que se inició con el estallido financiero de 2008 siguen apreciándose en los datos de inversión educativa en España. Las familias cubren el 11% del gasto total en las etapas que van desde primaria hasta la FP de grado medio y el Bachillerato, cuando en la UE solo asumen el 5%. Entre 2012 y 2020, el peso de la inversión pública en el conjunto del gasto educativo retrocedió 2,5 puntos porcentuales (hasta situarse en el 88% del total). Pero con una divisoria clara: entre 2012 y 2016 cayó 3,4 puntos, y entre 2016 y 2020 aumentó casi un punto.
La etapa educativa donde el retroceso de lo público resulta más evidente es en la educación terciaria, en el que la parte pública del gasto educativo retrocedió un 6% entre 2012 y 2020. Un descenso que proviene de la combinación de los recortes y de la expansión de la oferta privada en la FP de grado superior y los estudios universitarios. En primaria y secundaria, en cambio, la caída fue de un 0,9%. España destina el 8,1% de su gasto público total a la educación, frente al 8,8% de promedio en la UE y del 10% en el conjunto de la OCDE.
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