Graduados en Fisioterapia: precariedad y emigración por su ausencia en la red pública

El mercado privado está saturado. Terminan la carrera 1.000 profesionales más que hace cinco años, pero apenas el 20% trabaja en ambulatorios y hospitales, donde escasean

Un fisioterapeuta y un paciente en una clínica en Alcalá de Henares, en 2020.Fernando Villar (EFE)

Hubo un tiempo, a principios de este siglo, que a los fisioterapeutas se les llamaba los nuevos dentistas. Se presagiaban ganancias suculentas, pero el mercado laboral se ha saturado y la precariedad existe en muchos casos. Cuando se instauró la diplomatura de tres años, en 1986 ―antes eran enfermeras con una especialización―, se titularon en una década (hasta 1996) 5.557 universitarios, según datos de la Asociación Española de Fisioterapeutas (AEF); en los siguientes 10 años su número se duplicó y ahora, que es un grado de cuatro años, salen al mundo laboral 4.800 titulados cada curso (2.500 ...

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Hubo un tiempo, a principios de este siglo, que a los fisioterapeutas se les llamaba los nuevos dentistas. Se presagiaban ganancias suculentas, pero el mercado laboral se ha saturado y la precariedad existe en muchos casos. Cuando se instauró la diplomatura de tres años, en 1986 ―antes eran enfermeras con una especialización―, se titularon en una década (hasta 1996) 5.557 universitarios, según datos de la Asociación Española de Fisioterapeutas (AEF); en los siguientes 10 años su número se duplicó y ahora, que es un grado de cuatro años, salen al mundo laboral 4.800 titulados cada curso (2.500 hombres y 2.300 mujeres), 1.000 más que en 2015.

La cifra, como ocurre en otras titulaciones sanitarias sin numerus clausus la joya de la corona de los mejores expedientes de ciencias―, como Odontología o Psicología, está lejos de frenarse. Se imparte en 42 sedes de 35 universidades públicas ―un centro más que en 2015― y en 18 privadas, tres más que entonces. Un gran porcentaje de alumnos en la privada son extranjeros, en especial franceses. Los responsables de educación superior de la Asociación Española de Fisioterapeutas son meridianos por escrito: “El crecimiento en los últimos 20 años ha sido muy elevado, hay que parar de abrir facultades. Las autoridades deberían estudiar las necesidades del mercado y el número de egresados antes de autorizar un grado en las universidades públicas y privadas. Formar estudiantes no resulta barato y no garantizarles empleo digno es éticamente inadmisible”. La Universidad de Vigo calcula una inversión de 7.000 euros anuales en cada alumno por las instalaciones para prácticas. En la mayoría de los centros públicos se exige al menos un 10,5 sobre 14 para ingresar, por lo que muchos optan por la privada (que cuesta de 6.000 a 8.000 euros anuales).

Otros colectivos son menos combativos. “No creemos que sobren fisioterapeutas, hay que darles una salida laboral acorde a las necesidades de la población que no estamos cubriendo”, defiende María José García, portavoz del sindicato de enfermeras Satse, que les representa. Eva María Lantarón, presidenta de la Conferencia de Decanos de Fisioterapia, puntualiza: “Se ha de valorar si los grados que se abren cuentan con los recursos para la impartición de los contenidos recogidos en el plan de estudios, entre ellos las prácticas académicas externas. Si no es así, no hay que aprobar la puesta en marcha”. El curso que viene se inaugura en Vitoria la Universidad Euniz, privada, que tiene las Ciencias del Deporte y la Fisioterapia como gran carta de presentación.

Según el portal especializado en empleo Glassdoor, el sueldo de fisioterapeuta en un hospital público oscila entre 22.000 y 24.500 euros al año y en los centros privados entre 18.000 y 30.000. “Considero que es un salario bajo. Invierten una media de 2.000 euros al año en formación continua”, sostiene Lantarón. La AEF habla de la “uberización” del trabajo. “Las clínicas de fisioterapia pueden no aplicar los convenios colectivos del sector, que ya son bajos y diferentes en cada provincia, y tener profesionales trabajando para ellos como autónomos, aunque la empresa los trate como asalariados”. La asociación sostiene que no contar con un sindicato propio les perjudica.

Intrusismo

“Tienen un intrusismo laboral tremendo. En cualquier momento uno se atribuye o fomenta una terapia muy aproximada a la fisioterapia sin los conocimientos necesarios”, sostiene García, de Satse. “Y a pesar de ser imprescindibles dentro de la sanidad pública, no se les está dando la importancia que tienen. Dentro de su afán curativo, se olvida del nivel preventivo y rehabilitador”, prosigue.

La inestabilidad laboral ―muchos son autónomos― choca con la recomendación de la Organización Mundial de la Salud: un fisioterapeuta por cada 1.000 habitantes. Si se cuentan los fisioterapeutas que trabajan en el sector privado, hay 1,3 por cada 1.000 habitantes, pero no atienden apenas en ambulatorios y hospitales, donde no se les contrata. AEF cree que el número es “suficiente, pero el problema es que no están dentro del sistema público: el 80% de los 62.000 colegiados está en el ámbito privado”. Y denuncia la falta de equidad en el acceso: “Aquellos con un poder adquisitivo suficiente podrán costeárselo”.

Lantarón, decana en la Universidad de Vigo, se suma a las críticas y da cifras: “Según el Ministerio de Sanidad, en el 2010 había 4.649 fisioterapeutas en el SNS [Sistema Nacional de Salud] y en el 2020 hay 6.277 fisioterapeutas. Aumenta el número, pero hay que seguir por esa línea”. Y explica el porqué: “Se ha visto la rentabilidad que supone acceder al tratamiento de fisioterapia pronto. Se reducen las bajas laborales y se evitan cronicidades y secuelas al no mantener a los pacientes en las listas de espera”.

En Francia, Italia, Reino Unido, Portugal, Irlanda, Bélgica y Alemania estos profesionales son recibidos con los brazos abiertos. En 2015, Anna Comes, hoy con 29 años, tenía cinco trabajos: fisioterapeuta a domicilio y en un hospital, celadora, entrenadora y árbitra de baloncesto. Hacía un año que se había graduado en la Universidad de Valencia y no podía más, no lograba formarse en algún centro de rehabilitación. Una amiga la llamó: tenía un puesto para ella en uno en medio de un bosque en Francia. Anna, con un máster en Neurología y las nociones básicas de francés, en tres meses arregló los papeles y se instaló allí. Reconoce que cuando logra la estabilidad necesita cambiar y eso explica su biografía. Dio el salto a París y no tardón en ser funcionaria en un hospital, aunque ahora vive en un pueblo de los Alpes. Gracias a una excedencia de 10 años, va alternando trabajos de fisioterapia según le conviene, y en 2020 montó con su pareja una empresa, Vente a Francia, que ayuda a instalarse en el país a enfermeras y compañeros de profesión.

“Ayudamos en el proceso de buscar trabajo, [aprender] el francés, el papeleo...”, cuenta Comes, con más de 3.300 personas pendientes de sus consejos en Instagram. “Hemos ayudado a 46 personas ya. Entre los fisioterapeutas se conoce la oportunidad porque han venido compañeros o han ido a darles una charla a la universidad... En Francia la fisioterapia la cubre la sanidad al 100%”. Un tiempo trabajó en Suiza con un gran sueldo, “pero cada vez el emprendimiento me lleva más tiempo y yo lo que quiero, lo que me llena, es ayudar a otros”.

AEF pone un ejemplo muy ilustrativo. ”Durante unos años, una empresa alemana formaba durante el último año académico a los estudiantes interesados en lengua alemana para que obtuviesen el nivel B1 y facilitarles la integración laboral al disminuir la barrera lingüística”.

Facultades en España con más alumnos franceses que nacionales

Solo un 15% de quienes tratan de estudiar Fisioterapia en Francia lo logra pues, como los futuros enfermeros y dentistas, tienen que cursar un año de formación sanitaria común y luego aprobar un concurso público. La competencia es tal que un 40% de los fisioterapeutas franceses se gradúa fuera de su país. Muchos, por su proximidad geográfica, recaban en España. Los datos hablan solos. En la Universidad San Pablo CEU de Madrid los inscritos españoles, 102, son minoría (320 en total). Los franceses suman 165. En el CEU explican que pueden estudiar en español o en inglés y que les ofrecen la posibilidad de hacer prácticas —vitales en el grado— en Francia. En el CEU-Herrera Oria, con sedes en Valencia y Elche, más de lo mismo: de los 993 alumnos, 599 son franceses. Les ofrecen clases de español gratuitas.

En la Universidad Europea de Madrid tienen la posibilidad de cursar los estudios en francés y los eligen 500 de los 600 franceses que estudian fisioterapia en sus aulas. Representan casi a la mitad del alumnado, que alcanza los 1.300 inscritos en ese grado. En la Europea de Valencia prácticamente no hay otra cosa que franceses: son 420 de 500. Y en la Europea de Canarias, una universidad nueva en expansión, en sus listas aparecen 66 futuros fisioterapeutas de esa nacionalidad.

San Jorge, universidad privada en Zaragoza, también acoge a muchos franceses por su cercanía geográfica, pero no comparte sus cifras.

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