De los Arribes del Duero, en Zamora, a la murciana Yecla: 12 grandes vinos españoles de 12 zonas poco conocidas

En la gran diversidad vitivinícola de España, reflejada en las 101 Denominaciones de Origen Protegidas (DOPs), solo unas pocas han logrado situarse entre las más apreciadas y reconocidas por los consumidores. Es ciento que la gran mayoría de los grandes vinos se elaboran en ellas, pero hay otras que suenan menos, y que no por menos conocidas dejan de tener en su haber vinos de gran calidad, generalmente elaborados con variedades de uva local y autóctonas, como bobal, bruñal, juan garcía, mandó, picapoll, prieto picudo, rufete o sumoll. La mayoría son pequeñas, algunas recientes, aunque otras llevan muchos años con la máxima calificación de una zona vitivinícola. Pero todas batallando por un reconocimiento que, sin duda, se merecen. Estos 12 vinos lo demuestran con creces.

Arribes (Zamora)

Ubicada en el majestuoso paisaje del parque natural Arribes del Duero, garganta de granito excavada por el río donde las aves gozan de protección y cobijo, esta Denominación de Origen pugna por hacerse un hueco en el panorama vitivinícola español. Sus 274 hectáreas de viñedo inscritas en el Consejo Regulador guardan el tesoro de variedades autóctonas, como la mayoritaria juan garcía, pero también la expresiva y minoritaria bruñal, riqueza sobre la que se asientan sus vinos más singulares. Hoy Arribes cuenta con un grupo de viticultores juramentados para salvar el viñedo en riesgo de desaparición que elaboran vinos de diseño moderno y competitivo, esenciales para salvar una comarca que necesita de la vid para sobrevivir. Para lograrlo han modernizado sus instalaciones y aplicando la más avanzada técnicas vitivinícolas.

Bullas (Murcia)

Dedicada hasta hace no mucho a la producción de graneles, esta joven Denominación de Origen murciana ha dado un giro radical hacia la calidad. Para ello cuenta con un entorno de pequeños valles, como Aceniche y los de la Sierra de Espuña, con sus ramblas secas y pedregosas a diferentes altitudes que pueden llegar a los 900 metros, fundamental para afrontar los desafíos vitivinícolas del cambio climático, donde se crean diversidad de microclimas mediterráneos caracterizados por la buena intensidad lumínica, el gran diferencial térmico noche-día y las fuertes tormentas y aguaceros ocasionales. En sus 1.172 hectáreas de viñedo se cultivan viejas cepas de la variedad mayoritaria monastrell, de gran potencial enológico, pilar vitivinícola con el que afrontar la dura competencia de sus vecinas Jumilla y Yecla.

Calatayud (Zaragoza)

Esta histórica zona se encuentra ante una encrucijada: debe compaginar la elaboración de vinos recios, corpulentos y alcohólicos, dedicados al rentable granel, con la apuesta decidida por tintos más elegantes, refinados, complejos y sobre todo singulares. De su elección depende el desarrollo vitivinícola de la Denominación de Origen Calatayud, y el porvenir de sus 3.500 hectáreas. Parece que lo ha entendido. Lo primero ha sido renovar su producción partiendo de las excelentes condiciones para la viticultura de calidad en sus elevadas laderas y terrazas del valle del Jalón y sus afluentes, donde se cultivan cepas viejas de garnacha sobre suelos pedregosos, calizos, y pizarrosos, perfectamente adaptados al clima continental extremo. Es obra de enólogos y viticultores que han decidido volcar su trabajo y sabiduría en forzar y forjar el cambio.

Empordà (Girona)

La renovación de los vinos ampurdaneses tomó impulso cuando la bodega Perelada se decidió por la máxima calidad. Había argumentos de peso para sacar a esta zona vitivinícola catalana del letargo: ubicada en las laderas de las sierras de Rodes y Alberes asomada al mar por su escarpada costa; variedad de terruños con características edafológicas diversas: granítica en las zonas montañosas, aluvial en la llanura, y pizarrosa en la franja costera; clima benigno que recibe las influencias del mar y de la tramontana, el temible viento que seca y enloquece. No son, por tanto, tierras que soporten la uniformidad en el tratamiento enológico. Al contrario, su verdadera riqueza se expresa en la fuerte personalidad de sus pagos repartidos en las 1.766 hectáreas de la Denominación de Origen que conforman el Alt Empordà y Baix Empordà.

León

Encasillada en la categoría de los vinos baratos, sean graneles, rosados, o los populares claretes, la Denominación de Origen León, con 1.225 hectáreas de viñedo, batalla por poner en valor las posibilidades vitivinícolas de una zona con una variedad autóctona, la prieto picudo, de gran potencial para elaborar vinos de calidad. Particularmente si se cultiva en terrazas de aluvión ubicadas en las zonas más altas del relieve montañoso de la cordillera cantábrica, sobre suelos pedregosos y calizos, bajo la influencia de un clima continental atlántico muy recio y frío, con fuerte contraste de temperaturas entre el día y la noche, y con alta luminosidad, todo lo cual favorece un lenta y sana maduración de las uvas. Solo así la prieto picudo es capaz de expresarse en vinos estructurados, poderosos pero delicados, con el añadido de su impagable personalidad.

Manchuela (Albacete y Cuenca)

La de Manchuela es una de las zonas vitivinícolas menos conocidas pese a que su producción supone el 5,1% del total de vino en España. Felizmente, está experimentado últimamente un avance notable en la oferta de vinos de calidad gracias a la labor de pioneros venidos de fuera, como el periodista Víctor de la Serna. Gente que ha sido leer las potencialidades de la Denominación de Origen y sus 12.478 hectáreas. de viñedo. Se trata de un territorio delimitado por los ríos Cabriel y Júcar, que cuenta con cepas viejas de bobal plantadas a más de 900 metros de altura en suelos ricos en caliza, donde impera el clima continental-mediterráneo. Todo ello permite que las uvas expresen su gran intensidad frutal. Pese a ello, todavía casi el 90% de su producción, unos 2,5 millones de hectolitros, se destina a la exportación, lo que dificulta su presencia nacional.

Méntrida (Toledo)

Necesita afrontar esta Denominación de Origen toledana, ubicada en el valle del río Alberche, a los pies de la ladera sur de la sierra de Gredos, con unas 9.000 hectáreas de viñedo, el desafío de reorientar su mayoritaria producción granelista, donde lo que se busca es volumen, intensidad de color y alto grado alcohólico, hacia la elaboración de vinos de calidad acorde con las actuales tendencias de consumo. No es tarea fácil porque hay que vencer históricas inercias. Pero Méntrida cuenta con algunos poderosos argumentos para lograrlo: el hecho de que haya plantaciones en la zona norte que pueden alcanzar los 850 metros de altura, donde el clima continental-mediterráneo se modera; la variedad de suelos: areno-arcillosos, calcáreos y graníticos; y excelentes cepas viejas de garnacha, la variedad mayoritaria. Ya hay ejemplos de ello.

Pla de Bages (Barcelona)

La histórica zona vitivinícola catalana, hoy mayoritariamente granelista, se debate entre la insignificancia enológica o el desarrollo hacia la calidad. Insistir en el volumen, o pretender competir en los mercados nacionales e internacionales con vinos elaborados a base de variedades como cabernet sauvignon, merlot o syrah, que ocupan casi dos tercios de las 550 hectáreas de viñedo inscrito, no parece tener mucho recorrido. Por contra, el futuro de la Denominación de Origen Pla de Bages se encuentra en su extraordinaria morfología, con altitudes que van desde los 200 metros en el sur hasta los 1.200 en Montserrat. Y en la fuerte personalidad de sus variedades autóctonas, como mandó, uva casi extinguida, que a principios del siglo pasado señoreaba terrazas, valles y zonas boscosas de la mediterránea y luminosa tierra de Bages.

Ribera del Guadiana (Badajoz)

No tiene las cosas fáciles Extremadura, tierra de graneles y vinos para destilar (alcohol vínico) que pesan sobre su imagen como una losa. De ahí que la necesidad de dignificar esta región histórica llevara a la Junta de Extremadura a unificar las distintas zonas vitivinícolas extremeñas en una sola Denominación de Origen, la tercera de España en superficie calificada, con 43.000 hectáreas de viñedo. Una medida que tiene la ventaja de aunar esfuerzos para su promoción, y la dificultad de englobar a seis comarcas vitícolas con diferencias notables, desde las tierras llanas de suelos fértiles ricos en nutrientes en Tierra de Barros, donde domina la blanca cayetana, a la orografía complicada, con numerosos cerros y pequeños valles, de Montánchez, o las laderas, con altitudes que van de los 600 a los 800 metros, de Cañamero.

Ribera del Júcar (Cuenca)

Esta Denominación de Origen manchega, con algo más de 9.000 hectáreas de viñedo, de clima continental, se ubica en el valle del río Júcar donde el pino mediterráneo inicia la mancha verde, las noches son frescas, el viento viene cargado de humedad recogida en la cuenca fluvial, y el guijarro evita la evaporación y rebota la luz sobre las uvas. Aquí dominaban las cooperativas y el granel que nutría a bodegas prestigiosas. Su apuesta por la calidad, iniciada por Casa Gualda, ya está dando frutos, aunque todavía tienen que recorrer un largo y difícil camino hasta conseguir que toda su producción se venda embotellada, lo que dependerá en gran medida del esfuerzo en promoción y comercialización. Porque la bondad de sus vinos es ya un hecho indiscutible, particularmente los elaborados con cepas viejas de cencibel (tempranillo) y bobal.

Uclés (Cuenca)

Una de las más pequeñas y jóvenes con Denominación de Origen de España, nacida en 2002 bajo el decidido impulso de su actual presidente del Consejo Regulador, el empresario Jesús Cantarero, junto con un pequeño grupo de viticultores y bodegueros, deseosos de emanciparse de la Denominación de Origen La Mancha. Cuenta con 1.700 hectáreas de viñedo, la mayoría concentrado en Tarancón, y tan solo seis bodegas. Pero tiene poderosos argumentos para lograr sus objetivos: la mayor altitud de las zonas manchegas, con 1.200 metros en la zona de la sierra de Altamira, lo que genera gran variabilidad en su clima continental de influencia mediterránea, y una diversidad de suelos de textura arenosa y franco arenosa, con presencia de abundantes arcillas, a lo que añadir la abundancia de cepas viejas de cencibel (tempranillo) El resultado son producciones pequeñas de gran calidad.

Yecla (Murcia)

Hay zonas vitivinícolas que se sustentan prácticamente en un puñado bodegas, santo y seña de su calidad, que batallan por dignificar su potencial vitivinícola. Es el caso de la murciana Denominación de Origen Yecla, donde el viñedo, obligado a escalar campo arriba las escarpadas laderas de los montes y sus tierras de roca caliza, parece el último recurso ante los avances de la desertización. Aquí ha imperado el granel de calidad (y bien pagado) de su uva monastrell, prácticamente un monocultivo en la zona, capaz de soportar prolongados periodos de sequía. Con unas 4.500 hectáreas y tan sólo nueve bodegas, la mayor producción de vino, cerca del 94 %, se dedica a la exportación, lo que supone un riesgo, y evidencia su escasa presencia nacional y la falta de una adecuada promoción.

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