Qué hacer 24 horas en Lloret de Mar, mucho más que playa y discotecas

Esta población gerundense es la mayor aglomeración turística de la Costa Brava, famosa por su marcha nocturna. Pero la Capital Catalana de la Cultura 2023 sorprende con sus casas de indianos, su cementerio o el mejor jardín botánico mediterráneo de Europa

La caleta d’en Trons y el castillo de Lloret de Mar, en la Costa Brava (Girona)Xavier Fores Y Joana Roncero (Alamy)

No es sol y focos de discotecas todo lo que reluce en Lloret de Mar. Sí, 1.100.000 personas vienen cada año a esta localidad de la Costa Brava atraídas por esos fulgores, pero al despertar de la siesta en la playa o en el hotel, descubren toda una Capital Catalana de la Cultura 2023.

Las calles de esta localidad gerundense despliega monumentos modernistas, casas de indianos, jardines históricos y un castillo recién abiert...

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No es sol y focos de discotecas todo lo que reluce en Lloret de Mar. Sí, 1.100.000 personas vienen cada año a esta localidad de la Costa Brava atraídas por esos fulgores, pero al despertar de la siesta en la playa o en el hotel, descubren toda una Capital Catalana de la Cultura 2023.

Las calles de esta localidad gerundense despliega monumentos modernistas, casas de indianos, jardines históricos y un castillo recién abierto al público en el que se ofrece una experiencia inmersiva sobre la crisis climática. Aquí hay mucho más por hacer que disfrutar de sol y playa (que también).

9.00 Un castillo con sorpresa

Una buena forma de empezar el día, con energía, es pasear por el abrupto y bellísimo litoral de Lloret de Mar con rumbo Este, siguiendo el sendero GR 92, que está perfectamente señalizado con letreros y trazos de pintura blanca y roja. En tres horas de caminata se llega a la vecina Tossa de Mar (1), de donde se puede regresar cómodamente en autobús. Pero con ir a la cercana caleta d’en Trons (2) y volver ya es un buen paseo de una hora.

El Castell de Lloret, junto al Mediterráneo, es uno de los lugares más fotografiados de la Costa Brava.Prisma Bildagentur / Universal Images / Getty Images

Por el camino se bordea el Castell de Lloret (3), uno de los lugares más fotografiados de la Costa Brava, que no es, como parece, una fortaleza medieval. Se trata de una casa de verano particular de 1935, cuyas estancias han sido recientemente acondicionadas para que los visitantes alucinen con el espectáculo virtual No Time Left (No queda tiempo), sumergiéndose en océanos contaminados y sintiendo el calor asfixiante de los incendios forestales.

12.00 Ruta de los Indianos

Brutal, como el cambio climático, ha sido el crecimiento de Lloret, que en la década de los sesenta del siglo pasado tenía 3.627 habitantes y hoy cuenta con 38.941, de 110 nacionalidades. Ahora es un gigante turístico con más de 120 hoteles y 29.000 plazas: el quinto mayor destino playero de España. Recuerdo del viejo Lloret, anterior al turismo, es Can Garriga, la casa de indianos que alberga el Museo del Mar (4). Construida en 1877, otra casa-museo de indianos preciosa, modernista, es Can Font (5).

El paseo de Jacint Verdaguer de Lloret de Mar y, al fondo, el Ayuntamiento de la localidad gerundense. luna marina (getty images)

Con el dinero de los indianos enriquecidos en América se levantó la Casa de la Vila (6), se llenó de palmeras el paseo de Jacint Verdaguer y se embelleció la iglesia de Sant Romà (7). E indianos fueron muchos de los que se hicieron enterrar fastuosamente en el cementerio modernista de la ciudad (8), uno de los principales ejemplos de arte fúnebre del siglo XIX en Cataluña, con obras de Josep Puig i Cadafalch, Antoni M. Gallissà, Vicenç Artigas Albertí, Bonaventura Conill, Ismael Smith y Eusebi Arnau.

La iglesia de Sant Romà, en Lloret de Mar (Girona). Vladislav Zolotov (getty images)

14.30 Comer en el monte o en la playa

Siguiendo las huellas doradas de los indianos, una buena idea es dirigirse a Sant Pere del Bosc (9), un antiguo monasterio dominico escondido en el monte, a unos cinco kilómetros de Lloret, que compró tras la desamortización Nicolau Font, el de Can Font, y lo dedicó a un hospital, encargándole la reconstrucción a Puig i Cadafalch. Ahora es un hotel romántico, elegante y solitario, con un restaurante sobresaliente (algo lento, quizá).

Sin salir de la ciudad, otro restaurante excelente, en un entorno embobador, es Gammarus (Av. Canyelles, 1) (10), que semeja un barco varado en la arena de cala Canyelles, con mesas de madera envejecida y toldos de fibra de coco. Aquí el cuerpo pide paella y marisco.

16.00 Jardines de Santa Clotilde

Si sestear en la playa no nos seduce (en Lloret hay nueve kilómetros de costa, cinco amplios arenales y un montón de calas), se puede dar un paseo digestivo por los jardines de Santa Clotilde (11). En un acantilado con vistas al mar, entre la playa urbana de Fenals y Cala Boadella, se extiende este parque de 15 hectáreas, considerado como el mejor jardín botánico mediterráneo de Europa. Su estilo imita al del Renacimiento italiano y fue diseñado en 1919 por Nicolau Maria Rubió i Tudurí, discípulo del gran arquitecto paisajista francés Jean-Claude Nicolas Forestier, con quien ajardinó la montaña de Montjuïc de Barcelona. Muchos de sus setos son de laurel, la planta que ha dado nombre a Lloret.

Los jardines de Santa Clotilde en Lloret de Mar.Endless Travel / Alamy

Otro plan, ya que hablamos de plantas que se comen, es salir de excursión con el gastrobotánico Evarist March, de la empresa Naturalwalks, que desde hace 10 años nutre de ellas al archifamoso restaurante El Celler de Can Roca, en Girona.

19.00 Un daiquirí en Cala Banys

Avanzando a pie por la costa desde la playa de Lloret de Mar, con rumbo Oeste, se llega en 10 minutos a Cala Banys (12). En esta recóndita ensenada, apartada del turístico ruido, una coctelería con vistas al mar prepara un óptimo daiquirí. Fue un tal Constante, cantinero y dueño de El Floridita, en La Habana (Cuba), quien perfeccionó esta bebida que Hemingway se encargó de popularizar en el mundo entero: “Mi mojito en La Bodeguita, mi daiquirí en El Floridita”. Constante, también conocido como Big Constant, se llamaba en realidad Constantí Ribalaigua i Vert y era natural de Lloret.

Al ir a Cala Banys y al volver hay una parada obligada en el mirador sobre el que se alza la Dona Marinera, una alta mujer de bronce, obra de Ernest Maragall, que se despide eternamente de todos los loretenses que fueron a buscar fortuna allende los mares.

21.00 Por la noche, tapeo

Para una cena informal son perfectos el ambiente desenfadado de La Terrassa del Bella (Plaça Espanya, 5) (13), sus tapas (bravas con salsa especial, tartar de carne Angus, piruletas de langostinos, calamares a la andaluza…) y sus hamburguesas premium… Está en un edificio del siglo XIV, el más antiguo de Lloret.

Para una velada más seria, o más romántica, el lugar indicado es el restaurante Atics (Josep Tarradellas, 1), que domina la playa de Lloret de Mar desde el promontorio que se alza al Oeste de la misma, y el plato más recomendable, su bacalao gratinado con alioli de miel. Antes que restaurante, Atics fue uno de los muchos clubs nocturnos de Lloret. De hecho, está al lado de la avenida de Just Marlés Vilarrodona, más conocida como La Riera, donde se suceden una detrás de otra 20 grandes discotecas, algunas con capacidad para 3.000 personas. Tropics (14) y St. Trop’ (15) son las más populares.

00.00 Dos buenas opciones para dormir

A un paso de la zona más marchosa de la ciudad se encuentra el hotel L’Azure (16), un cuatro estrellas grande (tiene 411 habitaciones) y nuevecito (se inauguró en 2021), con espacio reservado para adultos en la azotea, piscina infinita y vistas al mar.

Quien busque silencio y soledad, no vendrá a Lloret de Mar y, si lo hace, se alojará en el muy lujoso y muy apartado hotel Santa Marta (17), en la cercana playa de Santa Cristina.

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