Se busca pastor de drones

Ocho conceptos que contribuyen a entender el devenir de la convivencia en la Tierra

Pastor de drones de la película Planet City, de Liam Young.Driely S

Una profesión con futuro? El pastoreo de drones. ¿Un material de construcción? El hormigón de cáñamo. Arquitectos de todo el mundo vislumbran una vida cívica marcada por la tecnología y la amenaza de la crisis climática. Ocho conceptos que contribuyen a entender el devenir de la convivencia en la Tierra....

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Una profesión con futuro? El pastoreo de drones. ¿Un material de construcción? El hormigón de cáñamo. Arquitectos de todo el mundo vislumbran una vida cívica marcada por la tecnología y la amenaza de la crisis climática. Ocho conceptos que contribuyen a entender el devenir de la convivencia en la Tierra.

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byJiménez (EPS)

— Un momento estelar de los años cincuenta del siglo XX fue cuando el jefe de planificación urbana de Nueva York, Robert Moses, dijo que únicamente “un grupito de madres” estaba en contra de sus planes (construir una autovía que atravesara la histórica plaza de Washington Square). Asimismo, relacionó maliciosamente la palabra “histeria” con esa contestación encabezada por la legendaria activista vecinal y periodista especializada en arquitectura Jane Jacobs. En los días siguientes a esa declaración, centenares de mujeres, muchas de ellas con sus cochecitos y sus bebés, protestaron airadamente en la plaza y consiguieron derrotar por primera vez al hasta entonces todopoderoso Moses (quien, por cierto, no tenía carnet de conducir).

— La mecha sensibilizadora que prendieron aquellas mujeres marca definitivamente el futuro de las ciudades y la arquitectura, aún en manos de los hombres hasta extremos agotadores (¿por qué los colegios de arquitectos españoles no cambian su nombre a un término inclusivo como, por ejemplo, colegios de arquitectura?). Si la presencia de las mujeres en las aulas de esta especialidad es ya casi igualitaria, y si en la media europea el porcentaje de arquitectas alcanza ya el 42%, su participación en los centros de poder profesional sigue siendo mínima.

— Así todo, un número cada vez mayor de arquitectas exquisitas, que podrían estar representadas por las irlandesas Yvonne Farrel y Shelley McNamara (Grafton Architects), premio Pritzker de Arquitectura en 2020, retoma la senda de Jane Jacobs para rehumanizar la ciudad. Un ejemplo: su proyecto aún en construcción de la sede de la firma ESB en la calle de Fitzwilliam de Dublín. Con gran sutileza y efectividad, Farrel y McNamara recuperan el perfil georgiano de la memoria histórica dublinesa, pues en los años sesenta del pasado siglo fueron destruidos allí 12 edificios contiguos de ese estilo en una onda especulativa que demolió multitud de pequeños bloques y dañó irreparablemente la escala de la capital irlandesa.

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— La diseñadora de vestuario de la serie El cuento de la criada, Ane Crabtree, es autora de unas sugerentes prendas para personas dedicadas al pastoreo de drones, a la recolección de algas subacuáticas, al desciframiento de lenguajes codificados o a la apicultura urbana. Este vestuario aparece en la película de 15 minutos Planet City (Ciudad Planeta, 2020). Su director, Liam Young, arquitecto y artista visual australiano afincado en Los Ángeles, es autor de algunas de las propuestas más singulares del pensamiento arquitectónico actual (les pide a sus colegas, por ejemplo, que dejen de hacer casas caras para los ricos y se concentren en crear las arquitecturas de los videojuegos).

— En Planet City, que también se presenta en formato de libro, Young describe un apocalíptico éxodo masivo consecuencia de siglos de colonialismo, globalización y un expansionismo extractivo sin fin. Ello provoca la concentración de los 11.000 millones de habitantes de la Tierra previstos para 2050 en una metrópolis hiperdensa, autorreciclada y autoalimentada, con cero residuos. Una ciudad continua y vertical, con 1,4 millones de barriadas, 4.311 millones de bicicletas, 42.877 millones de árboles frutales y 42.457 canales de televisión, que solo ocuparía el 0,02% de la superficie (como un Estado de Estados Unidos). En su utopía-distopía, Liam Young exprime el concepto del periodista Tony Hiss y el biólogo E. O. Wilson acerca de la necesidad de preservar la mitad del mundo (Half-Earth) como reserva natural para revertir el colapso de los ecosistemas.

— En otra de sus películas, Seoul City Machine (2019), Young plantea el dilema de la Ciudad Máquina, un mundo poshumano protagonizado por robots autónomos. Seúl, la capital de Corea del Sur, se convierte en un icono planetario de experimentación urbana de consecuencias impredecibles, con cielos de drones, un envoltorio a gran escala de realidad aumentada y toda la gente conectada con todo (el guion se generó en una conversación con un chatbot, o programa de inteligencia artificial que simula la comunicación humana).

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— Europa tiene que casar “la sostenibilidad con el estilo”. Con esta idea, la presidenta de la Comisión Europea, la alemana Ursula von der Leyen, lanzó en enero pasado la Nueva Bauhaus Europea, conectada con el Pacto Verde Europeo que busca detener para 2050 la emisión de gases de efecto invernadero. Resulta interesante que al definir este proyecto continental, el órgano ejecutivo de la UE se sirva de las palabras “estilo” y “estética”. Y también supone toda una declaración de intenciones la referencia a la Bauhaus, la escuela de arquitectura y diseño que revolucionó desde las ciudades alemanas de Weimar, Dessau y Berlín en los años veinte del siglo pasado el mundo de la construcción moderna.

— Ahora, esta renacida Bauhaus se propone lograr un “nuevo proyecto cultural para Europa” que la convierta en líder de la economía circular, según las declaraciones de Von der Leyen. Arquitectos, diseñadores, empresarios, ingenieros, científicos, estudiantes y ciudadanos determinarán qué métodos y prototipos pueden servir de modelo para ser diseminados por ciudades y ­poblaciones europeas. En otoño se anunciarán los primeros proyectos de este plan en diferentes países de la UE. Se promoverá “el uso de materiales edificatorios orgánicos, cómo poner el diseño al servicio de soluciones a la crisis climática y cómo transformar desde una estación de tren hasta un teatro de ópera en edificios sostenibles”, dijo Von der Leyen.

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— Singapur es una metrópolis pionera en la venta de pollo de laboratorio, servido en forma de bocaditos empanados y fritos (nuggets). Desde el pasado enero, en el restaurante 1880 un plato del menú se llama Bao Bun con sésamo crujiente y nuggets de pollo cultivado. Es decir, creado in vitro con células musculares extraídas previamente del ave. Sus promotores afirman que se abre una nueva dimensión alimentaria en el mundo. Por 19 euros, los comensales saborean por primera vez un producto ético que no procede de animales sacrificados. Es la llamada “carne limpia”, fabricada por la compañía Eat Just, una joven empresa tecnológica de San Francisco que ha conseguido que el pequeño país asiático sea el primero en atreverse a regular la venta de carne de laboratorio.

— El desafío del futuro pasa por alimentar a los 7.300 millones de habitantes del planeta disminuyendo al mismo tiempo las emisiones de carbono. La posibilidad de que se afinen y abaraten los procesos hasta lograr que se extienda el consumo de carne cultivada pondría freno al sacrificio para consumo humano de 50.000 millones de pollos al año.

— A esto se une otro gran reto: la renaturalización progresiva de las ciudades. “Un obsoleto aparcamiento de muchos pisos es la granja urbana ideal”, escribió el arquitecto británico Norman Foster en The Guardian refiriéndose a la creación de puntos verdes productivos en las metrópolis. Las formas de cultivo hidropónicas (que prescinden de la tierra) están cada vez más avanzadas. Y aumenta el número de invernaderos ultratecnológicos para el cultivo de vegetales, gigantes de la era digital con los fantasmagóricos leds que crean una atmósfera lumínica irreal. Como el de Koppert Cress, cerca de La Haya, que tiene unas dimensiones de unos 23 campos de fútbol y que para Rem Koolhaas simboliza la “arquitectura poshumana” por la escasez de operarios que se necesitan para gestionarlo. El arquitecto holandés escogió este lugar para posar en un reportaje de The New York Times por considerarlo uno de los enclaves prototípicos de una nueva forma de lo sublime.

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— En el mundo de la arquitectura y el diseño todo ha de poder ser reutilizado, desde los escombros hasta las mascarillas de la covid, los pantalones vaqueros o las boñigas secas de las vacas (con las cuales el empresario agrícola lombardo Gianantonio Locatelli fabrica relucientes vajillas aplicando procesos industriales). Hoy cobran protagonismo palabras como “rehabilitación”, “demolición” o “deconstrucción” (es decir, que las constructoras están llamadas a reinventarse en el reaprovechamiento de lo que ya existe). Los biomateriales son clave en la concepción circular de la nueva arquitectura y diseño adaptados a los cambios medioambientales. Y proyectos en este sentido se extienden por todo el mundo.

— Un llamativo caso: el cannabis. Con cáñamo, la cepa no psicoactiva de alto crecimiento de la planta, el equipo Practice Architecture construyó en el Reino Unido, en el condado de Cambridgeshire, la Flat House (2019). Está hecha con paneles prefabricados de hormigón de cáñamo (celulosa vegetal, cal, arena y agua; hempcrete, en su denominación en inglés). Este proyecto redescubre el cáñamo como una planta llena de virtudes, inocua y con capacidad regeneradora del aire y del suelo, de múltiples aplicaciones.

— También los pantalones vaqueros se ciñen a la arquitectura en la búsqueda de la codiciada huella cero de CO2. Dos de las industrias más contaminantes y globalizadas, la de la construcción y la de la confección, se han aliado para impulsar empresas que reutilizan los jeans para la fabricación de eficaces planchas de aislante térmico en los edificios.

— Otra iniciativa nos conduce a la India, donde la empresaria Lakshmi Menon fundó la firma Pure Living en Kocki (Kerala), dedicada a reciclar las mascarillas y las batas de los sanitarios. Mediante un trenzado especial, se reutilizan creando colchones para que descansen los pacientes de covid y las personas sin techo.

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— La construcción en California, en Coachella Valley, cerca de Palm Springs, de una urbanización con 15 casas impresas en 3-D, la primera de este tipo en Estados Unidos, se suma a numerosas iniciativas con este sistema de creación robótica de volúmenes a partir de diseños digitales. Las viviendas californianas, autosuficientes energéticamente, están realizadas con un composite de piedra de gran dureza resistente al fuego, al agua y a las termitas, y montadas con paneles modulares fabricados en otro lugar. Salen al mercado a un precio muy elevado, unos 497.000 euros. Pero su viabilidad comercial abre puertas a otros prototipos mucho más asequibles. Por ejemplo, el desarrollado por el estudio italiano de Mario Cucinella, la Casa TECLA, cerca de Rávena, una especie de elegante doble cebolla impresa en 3-D con pura y simple tierra.

— Las técnicas de 3-D son solo un sector muy prometedor dentro de una industria cada vez más sofisticada. La progresiva serialización compartimentada de los procesos constructivos reduce al mínimo los tiempos de ejecución. Las diferentes partes de los edificios se ensamblan. Los materiales se diversifican y modulan (la dureza estructural de los tableros contralaminados multicapa, o CLT en sus siglas en inglés, que permiten construir rascacielos de madera, es solo un ejemplo de las posibilidades que se presentan). Por ahora, algunas de estas técnicas van demasiadas veces en detrimento de la arquitectura como proceso artístico, dando pie a edificios poco pensados, feos y faltos de detalle. Sin embargo, así se abren vías para paliar la carencia de viviendas e instalaciones dignas en el mundo. ­Especialmente en las macrociudades en expansión de Asia y África.

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— A sus 46 años, el que ha sido niño prodigio de la arquitectura contemporánea, el danés Bjarke Ingels (estudio BIG), lanza este año su Masterplanet (juego de palabras con Master Plan, o plan maestro, pero a escala planetaria). Lo anunció en 2020 en la revista Time, de acuerdo a su concepto de “sostenibilidad hedonista”. La idea de este arquitecto, que desarrolla con la NASA un plan para la Luna de construcción de edificios en 3-D con materiales del suelo del satélite, es detener con las tecnologías existentes el desastre medioambiental que se avecina en la Tierra. Un ejemplo: todos los paneles solares deben estar interconectados, de forma que cuando sea de noche en una parte de la Tierra, la energía sin coste ni daño ambiental proceda de la parte donde es de día. Un Masterplanet holístico, de planificación a largo plazo y de diversificadas sinergias intelectuales y científicas.

— Las ciudades, que albergarán en 2050 hasta el 70% de los 11.000 millones de habitantes que se prevén para entonces, deben devolver el liderazgo a los arquitectos, según esta propuesta que se divide en 10 secciones. Las cinco referidas a la polución incluyen el transporte, la energía, el aprovisionamiento de comida, la industria y el manejo de los residuos. Las otras cinco, que se centran en la vida sostenible, incluyen biodiversidad, agua, polución, salud, y arquitectura y urbanismo.

— El manifiesto recuerda el libro de 1969 del arquitecto Richard Buckminster Fuller: Manual de operaciones para la nave espacial Tierra. Y las críticas a su ­Masterplanet no han tardado en lloverle a Bjarke Ingels. Significativamente por parte del arquitecto australiano Liam Young, que aprovecha el carácter polisémico de la palabra master en inglés (que también significa amo) para denunciar la propuesta del “arquitecto estrella” danés como “una continuación del proyecto colonialista a cuya imagen ya está hecho el master plan del planeta”, según declaró a la revista Dezeen. Para Liam Young, la premisa en esta discusión debe ser que la ­crisis climática no es tecnológica, sino ideológica, “enraizada en la cultura y la política”.

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— El colonialismo y el racismo tocan de lleno la arquitectura de las ciudades. Y como reflexión, el Museo de Arte Moderno de Nueva York (MoMA) ha organizado la exposición Reconstrucciones, arquitectura y negritud en América (hasta el 31 de mayo). Diez figuras de la arquitectura, el arte y el diseño afroamericano (cuatro mujeres y seis hombres, entre ellos la arquitecta Amanda Williams y el arquitecto Germane Barnes) exhiben sus trabajos como denuncia de la estructuración racial de las ciudades estadounidenses. Las políticas de segregación por barrios; las viviendas mayoritariamente ocupadas por negros en zonas próximas a factorías contaminantes; las dificultades de acceso a los centros económicos, educativos y universitarios, o las prisiones repletas de afroamericanos son referentes sociológicos en la muestra comisariada por Sean Anderson y Mabel O. Wilson. Es la primera exposición dedicada por el museo a los profesionales de la arquitectura de raza negra (que representan solo un 2% del colectivo estadounidense). Una comunidad que ha contado en ese país con figuras destacadas como Paul Revere Williams, Amaza Lee Meredith, Vertner Woodson Tandy o Phil Freelon, ­mientras que los dos arquitectos negros con mayor proyección internacional de la actualidad son el británico-ghanés David Adjaye y Diébédo Francis Kéré, de Burkina Faso y afincado en Berlín.

— Los participantes en la exposición se presentan como colectivo y han redactado un manifiesto cuya frescura enlaza con el activismo por los derechos civiles de la segunda mitad del siglo XX. Denuncian que la arquitectura ha actuado de manera cómplice, consistente y deliberadamente “con aspectos represivos del actual sistema”. “Esto llega ahora a su fin”, proclaman. “Nos comprometemos a aniquilar las anteojeras voluntarias que han permitido a la arquitectura continuar profesando su eurocentrismo como virtud”. Y piden que la disciplina no sea “un instrumento para el imperialismo y el sojuzgamiento, ni un medio para el engrandecimiento del ego, sino un vehículo para la liberación y la alegría”.

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