Barcos que vuelan a 100 kilómetros: así es la Fórmula 1 del mar
Cádiz recibirá este fin de semana a los catamaranes voladores de SailGP, una joven competición que aspira a revolucionar el universo de las competiciones de velocidad, promoviendo además valores ecológicos e inclusivos. Estuvimos con el equipo español en Copenhague
Nueve barcos se cruzan desafiantes en las aguas del puerto de Copenhague. Son catamaranes voladores F50, una adaptación del AC50s que navegó en 2017 en la Copa del América de las islas Bermudas, diseñados para alcanzar los 100 kilómetros por hora y cuadruplicar la velocidad del viento. Pronto van a medir fuerzas si la naturaleza lo permite. Ayer lo intentaron, pero el viento nunca llegó, y los nueve equipos que com...
Nueve barcos se cruzan desafiantes en las aguas del puerto de Copenhague. Son catamaranes voladores F50, una adaptación del AC50s que navegó en 2017 en la Copa del América de las islas Bermudas, diseñados para alcanzar los 100 kilómetros por hora y cuadruplicar la velocidad del viento. Pronto van a medir fuerzas si la naturaleza lo permite. Ayer lo intentaron, pero el viento nunca llegó, y los nueve equipos que compiten en SailGP (Nueva Zelanda, Suecia, Dinamarca, España, Estados Unidos, Francia, Australia, Gran Bretaña y Japón) tuvieron que regresar a tierra. Hoy, para tranquilidad de todos, los molinos eólicos que rodean el puerto no paran de moverse y todo apunta a que habrá regata.
En su casa de Madrid, el periodista Nico Abad se pone los cascos y se dispone a narrar una competición casi desconocida. A la gente que no es experta en vela, pero ama la velocidad, se le conquista diciéndole que es la fórmula 1 del mar. “No hay que saber para disfrutar de SailGP porque es una competición de velocidad. Todos estamos aprendiendo”. Abad ha tenido que estudiar para ser la voz en español de este Gran Premio. “Si en MotoGP hay que saber traumatología porque siempre están en el suelo, aquí tienes que aprender física de fluidos y aerodinámica”, apunta. Abad recibe la señal desde Londres y pone voz a las imágenes que le pincha un realizador, luego todo se manda de vuelta y se emite en español a través del canal geolocalizado de YouTube de SailGP. “Ninguna gran cadena está apostando por este evento y creo que es un error”, opina el periodista.
Empieza la carrera. No quieren que se le llame regata. No hablan de nudos, sino de kilómetros; no hay timón, sino rueda, y a la vela prefieren llamarle ala. Los tripulantes, casi todos medallistas olímpicos y competidores de la Copa del América, equivocan los términos y se autocorrigen todo el tiempo. Más tarde, Russell Coutts, CEO de SailGP, explicará a El País Semanal: “Queremos ser mainstream y para eso tenemos que hablar su lenguaje náutico tradicional, pero para crecer hay que hacer más comprensible este deporte”.
SailGP fue creada por Russell Coutts y Larry Ellison, cofundador de Oracle. La primera temporada se celebró en 2019 con seis equipos y España entró en la segunda (2021-2022), reemplazando al equipo chino. Coutts cuenta que para crearla se inspiró en otras grandes competiciones como la NBA y el UFC (Ultimate Fighting Championship). “Nos gustan sus formatos cortos y ágiles, más alineados con los hábitos de consumo de los jóvenes”. En su cabeza tenían una gran competición global de vela, de máxima audiencia y en localizaciones espectaculares. Este año ya han pasado por Bermudas, Chicago, Plymouth, Copenhague y Saint-Tropez.
La tripulación española va en el F-50 Victoria —un homenaje a la nao que dio la primera vuelta al mundo—; Jordi Xammar, el piloto, ha conseguido reunir el talento disperso de una generación que competía por separado en vela olímpica. “Hasta ahora, España no estaba en una élite que parecía exclusiva de los anglosajones”, dice satisfecho. En esa élite “anglosajona” hay auténticas leyendas de la navegación como Tom Slingsby, en el equipo australiano, o Ben Ainslie, en el de Gran Bretaña. María del Mar de Ros, CEO del equipo español, recuerda que en 2017 los españoles viajaron a Bermudas a la Red Bull Youth America’s Cup. “Hacían autoestop, dormían ocho en una cama y pedían autógrafos a esos ídolos que cinco años después se convirtieron en sus rivales”. Entre los objetivos de María del Mar está buscar un patrocinio sólido. “Nos permitiría entrenar más con el barco o contratar más horas en un simulador del F50 que está en Belfast, usarlo cuesta 8.000 dólares al día”, apunta.
En SailGP los barcos no son propiedad de los equipos, sino de la organización. Esto significa que todos son exactamente iguales. “Nadie puede decir que ha perdido por el barco. Aquí decide el factor humano, la estrategia y la destreza de la tripulación”, dice Cyrille Douillet, analista de rendimiento de SailGP. Es experto en interpretar datos de navegación y este evento es un lujo para él. “En la Copa del América los barcos son secretos, aquí todo se sube a una nube compartida, desde la velocidad y la altura del vuelo hasta las conversaciones de cada tripulación”.
Xammar es uno de los que no duermen consultando los datos de los que consiguen hacer podio, sobre todo de Australia, el gran favorito. Por un lado, analiza la estrategia: cómo encontrar el mejor punto para salir; por otro, copia la táctica: dónde colocarse para ir más rápido y molestar a los otros. Así ha diseñado las buenas salidas de España en Bermudas y Chicago. Xammar consiguió una medalla en Tokio 2020, pero insiste: “Esto no tiene nada que ver con la vela olímpica, es como llevar una nave espacial, y tengo menos experiencia pilotando barcos que vuelan, aunque los datos son una herramienta brutal, se aprende muy rápido viendo a los regatistas de élite”.
Diego Botín es el fligh controler del equipo español. “El barco despega y mi trabajo es conseguir volar más rápido y más alto, tengo que buscar el mejor ángulo para conseguir la menor fricción posible con el agua”. Diego es subcampeón del mundo de clase 49er junto a Florian Trittel, trimmer de ala de la tripulación. Tiene a su cargo los números de una liga paralela que se disputa en este mundial, la de bajo impacto ambiental. Cada equipo debe conseguir la neutralidad de su huella de carbono; además, deben avanzar en la inclusión y la diversidad. España ha incorporado a tres mujeres. “Lo ideal es que seamos veganos, pero de momento somos consumidores conscientes”, matiza Trittel, que el día antes de la carrera no quería mojarse el pelo porque tocaba pesarse. “No podemos superar los 486 kilos entre los seis”. Los pesan antes de cada campeonato; si no dan las medidas, tienen una segunda oportunidad con una noche por medio para corregirlo. “Esa noche no se come”, avisa. Otro método es preguntar quién no ha pasado por el váter. “Puede haber hasta 1,4 kilos de diferencia porque alguien no haya ido al baño”, asegura. Durante la carrera, a Trittel se le ve saltando de un lado a otro del catamarán. Hablan entre ellos todo el tiempo, pero están prohibidos los insultos. Su misión es trimar el ala; esto es, ajustar el perfil de la vela al flujo del viento, que suele ser muy inestable.
A España no le ha ido bien en Copenhague. Se han aliado todos los enemigos posibles, incluido un crucero enorme que los dejó sin viento. Nico Abad no veía el barco español en la señal internacional. “También hay que saber contar que vas de último porque eso es lo bonito del deporte, gente que tiene problemas y debe resolverlos”. Este fin de semana compiten en casa. Cádiz será el siguiente destino.