Territorios míticos
El angioma que el fallecido Gorbachov presentaba en la frente tenía forma de mapa. Un mapa se distingue enseguida, con independencia de que represente un territorio real o imaginario. Aunque no hemos hallado ningún país con los contornos del que llevaba dibujado en la cabeza el mandatario ruso, tampoco podíamos dejar de suponer que existía en alguna de las infinitas dimensiones de la realidad. Sospechamos que el propio Gorbachov, al descubrírselo de niño en el espejo, se pre...
El angioma que el fallecido Gorbachov presentaba en la frente tenía forma de mapa. Un mapa se distingue enseguida, con independencia de que represente un territorio real o imaginario. Aunque no hemos hallado ningún país con los contornos del que llevaba dibujado en la cabeza el mandatario ruso, tampoco podíamos dejar de suponer que existía en alguna de las infinitas dimensiones de la realidad. Sospechamos que el propio Gorbachov, al descubrírselo de niño en el espejo, se preguntó también si había algún remoto reino cuya cartografía, por razones del destino, solo hubiera quedado impresa sobre su piel.
Si en ese país lejano, como en la isla de la novela de Stevenson, hubiera habido un tesoro, alguien le habría arrancado la piel de la frente para disponer de esa información en exclusiva. Hay mapas dibujados sobre pieles de distintos mamíferos que no solo son de una belleza atroz, sino que gozan de un plus de verosimilitud por el soporte sobre el que se han impreso. Un mapa tatuado sobre la piel es un mapa hecho deprisa y corriendo, con desesperación.
Yo me fijaba mucho, en fin, en el mapa de Gorbachov, casi no veía otra cosa de él cuando aparecía en la tele. Trataba de imaginar cómo me habría relacionado con él si hubiera sido mío. Y lo que pienso es que lo habría convertido en la representación de un territorio mítico a cuyo descubrimiento dedicaría mi existencia, aunque quizá solo daría con él al expirar. Tal vez Gorbachov se ha instalado por fin en el destino que llevaba escrito en la frente. Ojalá en esa comarca alcance la felicidad que no le dio la URSS