Acuicultura, un sector que evoluciona para alimentar a las generaciones futuras
Con miles de años de antigüedad, la acuicultura incorpora innovaciones para conseguir una producción de especies marinas y de ríos que nos ayuda a abastecer la demanda alimentaria sin acabar con las reservas naturales.
Los mares y ríos han sido desde el principio de los tiempos una de las mayores reservas de alimentos para el ser humano. El pescado, pero también los moluscos o las algas, son una de las bases de la dieta equilibrada, y una fuente de nutrientes como el Omega 3, fundamentales para mantener una buena salud. La acuicultura, actividad que se define como el cultivo y producción de pescado en su medio natural, es una técnica cuyas primeras prácticas datan de hace 3.500 años y que se ha desarrollado de distintas maneras a lo largo del tiempo, pero que ahora resulta más interesante que nunca. Los recursos naturales para una población que, en el año 2050, se estima que llegará a los 9.700 millones en todo el mundo, hacen necesario una manera de producir estas especies de manera sostenible.
Actualmente, la acuicultura produce algo más del 50% del pescado que se consume anualmente en todo el mundo, según datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), aunque muchas veces el consumidor no sea consciente de su origen. Este método de cultivo se ha ido perfeccionando y añadiendo innovaciones técnicas para asegurar no solo una producción de mayor calidad, sino también más respetuosa con el medio ambiente y asegurando el bienestar animal.
Variedades de la acuicultura
La práctica de la acuicultura, que en España se remonta a la década de los 40 del siglo pasado, inicialmente se centró en el cultivo de mejillón en las costas gallegas, para luego ir diversificándose. “Hay pescados que han ido ganando relevancia, como la trucha, con una producción anual de unas 15.000 toneladas, y desde los 80 y 90 se fueron incorporando otras como la dorada, la lubina, el rodaballo, la corvina y el lenguado”, explica Aurelio Ortega, jefe del área de acuicultura del Instituto Español de Oceanografía. Todas ellas, además de moluscos y algas, forman parte de una producción que, en 2020, alcanzó las 327.309 toneladas.
De esas bateas utilizadas para los mejillones, precursores de la acuicultura, las opciones de esta técnica se han diversificado y sofisticado hasta la actualidad. “Existen viveros flotantes en el mar o ríos, como en el caso de la trucha, y también la llamada acuicultura de recirculación, en instalaciones en tierra, cerca de costas o ríos para utilizar su agua, que se limpia y se recicla más tarde para ser devuelta a su entorno”, apunta Ortega.
Innovación y sostenibilidad
Las instalaciones destinadas a la acuicultura, así como la tecnología aplicada para su práctica, han avanzado para ofrecer unas mejores condiciones a las especies que se producen, al mismo tiempo que consiguen provocar un impacto menor en su entorno. “Los viveros flotantes se sitúan en lugares con una buena corriente de agua, muchas veces más alejadas de la costa, de manera que el medio sea de la mejor calidad posible”, apunta Aurelio Ortega. “El objetivo es que el agua sea de la mejor calidad posible, con buena cantidad de oxígeno, y que los residuos que producen estas especies tengan buena renovación, que su impacto sea absorbido por el medio”.
Algo similar sucede en las instalaciones en tierra. “Se lleva el agua de la costa desde zonas más limpias y fuera de las zonas más productivas del mar, para que no afecten a la flora, en los que se pueda extraer sin afectar al entorno, y se recircula una vez utilizada y limpiada”. De esta forma, prosigue Ortega, “se consigue producir un alimento de mayor calidad y más sostenible”. De igual manera, la alimentación de estas especies está cada vez más cuidada. “Se buscan materias primas más sostenibles, que no dependan tanto de harinas de pescado, primando las derivadas de subproductos de la pesca, microalgas o vegetales”.
La tecnología también se aplica a la reproducción y la mejora de los ejemplares de especies producidas a través de la acuicultura. “Se están aplicando técnicas de mejora genética en tanques reproductores en tierra”, señala Ortega. “Se cultivan en las mejores condiciones posibles para generar alevines, en una fase de criadero con condiciones muy controladas, hasta que son llevadas a las instalaciones en su medio natural”. Todas estas técnicas permiten generar alimentos básicos ante las necesidades del futuro. “La acuicultura tiene una capacidad de crecimiento relativamente elevada y, sobre todo, sostenible en el tiempo. Ese es el objetivo que intentamos buscar”.