Abhir Hathi, el rapero indocanario: “Los hijos de los inmigrantes tienen más difícil arriesgar con lo que les va a dar de comer”
Hijo de padres hindúes, Abhir Hathi se crio en Escaleritas, en Gran Canaria. Estudió en Londres y, de regreso, se instaló en Madrid. Le comparan con el primer Kanye West, el que era un genio innovador. No renuncia a sus raíces indias ni a denunciar el racismo
Abhir Hathi (27 años, Gran Canaria) es un hombre corpulento, tiene la barba frondosa, arreglada, la ceja izquierda partida por la mitad, una hermana en Estados Unidos, un padre y una madre indios y una novia a la que ama y menciona varias veces durante la conversación. Es indocanario. Es rapero. Viste de negro, tiene varios tatuajes y de su cuello cuelga la cabeza de un elefante. Según El libro de las tierras vírgenes, de Rudyard Kipling, un animal no puede atacar a otro mientras el primero esté bebiendo. Por eso...
Abhir Hathi (27 años, Gran Canaria) es un hombre corpulento, tiene la barba frondosa, arreglada, la ceja izquierda partida por la mitad, una hermana en Estados Unidos, un padre y una madre indios y una novia a la que ama y menciona varias veces durante la conversación. Es indocanario. Es rapero. Viste de negro, tiene varios tatuajes y de su cuello cuelga la cabeza de un elefante. Según El libro de las tierras vírgenes, de Rudyard Kipling, un animal no puede atacar a otro mientras el primero esté bebiendo. Por eso, durante la era del miedo, la de la sequía, el elefante Hathi decide asumir el cargo de guardián del agua y proteger a todo aquel que necesite beber.
—Déjame que te invite a un café.
Tiene un nervio sujetado como si tirase hacia atrás de las riendas de su lengua. En el último concierto se hizo daño en el hombro. Enseña en su móvil el vídeo del momento: en él aparece un Abhir dominando el escenario, el público, la métrica. Algunos lo comparan con Kanye West antes de la megalomanía, antes de la era Kardashian. Abhir se sienta en la silla del estudio donde grabó su último disco, Brown Boy, junto al productor de origen logroñés Saint Lowe. Se quita de la muñeca el reloj, del dedo un anillo que dice “familia” y deja ambos encima de la mesa.
—¿Quieres algo? ¿Estás bien?
Brown Boy tiene de portada la foto de una mujer india el día de su boda. Abhir Hathi y Saint Lowe han construido un templo propio sin esquinas ni escondites. No hay exceso de ornamentación y las columnas que lo sostienen son firmes. No necesitan gritar ni hacer ruido. Junto a ellos están la Juicy BAE, Quevedo o Cruz Cafuné, con el que deja claro que el rap canario es al que hay rezar. Empieza con un “shanti, shanti” pero los mantras de Abhir están llenos de barras: “Soy marrón, no moreno, para un cerdo soy un vándalo”.
—Cuando me llegan los comentarios racistas, sé que estoy creciendo.
—¿Hay mucho racismo en el rap?
—Hay mucho racismo en España.
El padre y la madre de Abhir nacieron y se criaron en la India hasta los 10 años. La familia del padre emigró a Nigeria y, al poco, a Gran Canaria. La de la madre, aterrizó en Lanzarote. Ambos trabajaban en el negocio textil. El padre de Abhir vendía bañadores y conoció a la que sería su esposa y madre de Abhir en la tienda de la familia de ella, en Lanzarote. Juntos se mudaron al barrio de Escaleritas, en Gran Canaria.
“Los hijos de inmigrantes lo tienen más difícil para arriesgar con su vida y con lo que les va a dar de comer”. Desde pequeño, Hathi sabía que su familia había luchado para conseguir una vida más fácil. “Yo no iba a intentar ser atleta o artista. Lo normal es que tirase por una carrera. Esa iba a ser mi realidad”. Abhir emigró a Londres para estudiar Administración y Dirección de Empresas. Durante el verano trabajaba en unos grandes almacenes y cuando volvió a España, a Madrid, comenzó en el departamento de comunicación de una empresa de reclutamiento. Nunca devolvió el student loan, el préstamo que el Reino Unido ofrece a los estudiantes europeos y con el que Abhir pudo irse a estudiar a Londres, porque con su sueldo no llegaba.
Aquellos años fueron complicados. No sabía qué hacer, si apostar por su música, si se gustaba a sí mismo. “Tenía una sensación de estar incompleto todo el rato”. Empezó a tener ansiedad. Fue a terapia. Comprendió la diferencia entre la tristeza y el luto, el daño que le hacía ser excesivamente complaciente y que para sentirse en casa solo tenía que volver a su nombre: en Abhir el Bollywood nunca había dejado de sonar.
—Mis padres también escuchaban Il Divo, Coldplay…
El rap nació de un pen drive que le dio su primo. Uno idéntico al que reproduce So Sick, de Ne-Yo, de manera infinita y silenciosa en el tatuaje de su brazo izquierdo. Se empapó del hip hop y R&B estadounidenses y canadienses y con 16 años publicó su primer tema. Abhir lo busca en YouTube. Está en modo oculto. “Creo que me va a dar cringe [vergüenza]”, advierte. Suena el inicio de Feeling Good cantado por Nina Simone. La voz de Nina se distorsiona, entra la voz de Abhir rapeando en castellano. Resopla. “Prefiero progreso a Rolex, conexión que condones”, declama el Abhir de 16 años. “Como si fuera algo malo tener un Rolex, como si fuera malo follar”, le recrimina el Abhir de 27.
—Yo intentaba hacer rap con conciencia y, en realidad, no soy un salvador de nadie ni quiero serlo.
—¿Es religioso?
—Creo en la fe, pero no en la Iglesia. Me ha gustado saber que siempre tengo un hombro en el que apoyarme. A veces, pienso que Dios es la vida en sí, la naturaleza, la energía que nos hace levantarnos cada día.
Abhir se debate entre el misticismo y la casualidad. Habla de Palestina, de su relación con México y, entonces, le entra una llamada. “¿Me dejas un segundo?”, se disculpa. Al otro lado del teléfono, una voz ininteligible, algo nerviosa.
—Cris, no les des bola. Te llamo cuando termine. Un besito. Chao.
Abhir deja el móvil en la mesa. Lo vuelve a coger.
—Dame un segundo, perdona, ¿eh? No es que no quiera seguir…
Escribe enérgicamente por WhatsApp.
—Quería preguntar por las letras: “Mi piba me casa en Sari, bailando pa mis padres. Me da igual que se llame Dácil”.
—Yo voy a darle todos los regalos que pueda a mi familia. Y el mayor regalo que les puedo dar es casarme por lo hindú.
—”Sencillo no es lo mismo que simple. Es un sitar, no es un timple”.
—Eso es mi disco.
La entrevista sucedió días antes de que se hicieran las fotos. “Ya sabes lo que pasó, ¿no?”, pregunta antes de empezar la sesión. El día de la entrevista, Abhir acababa de estrenar un vídeo para el canal Gallery Sessions de YouTube junto a la artista multidisciplinar Cristina Vela, la Juicy Bae. En el momento en el que se anunció el vídeo, una horda de haters se lanzó a insultar a la Juicy. “Eran unos pibes machistas. Yo no tengo que defender a ninguna mujer de nada, pero yo metí a Cris en mi proyecto y la iba a proteger”.