Las migas de pan del PP valenciano
Si la dirección nacional apuesta por Mazón, el margen de maniobra de Bonig será “cero”. También la figura de Toni Cantó puede estar en el punto de mira de la calle Génova
Con el cambio de siglo, en las elecciones generales del año 2000, el PP liderado por José María Aznar obtuvo la mayoría absoluta avalada por 183 escaños. Una década después, en 2011, Mariano Rajoy repitió la misma gesta y se sentó en la Moncloa con el respaldo de un grupo parlamentario integrado por 186 diputados. Si Aznar sacó rédito electoral del brutal desgaste experimentado por el PSOE de Felipe González tras cerca de catorce años en el poder, el PP de Rajoy hizo lo propio, once años después, a cuenta de la Gran Recesión de 2008 y la cuestionada gestión que el gobierno socialista de Zapate...
Con el cambio de siglo, en las elecciones generales del año 2000, el PP liderado por José María Aznar obtuvo la mayoría absoluta avalada por 183 escaños. Una década después, en 2011, Mariano Rajoy repitió la misma gesta y se sentó en la Moncloa con el respaldo de un grupo parlamentario integrado por 186 diputados. Si Aznar sacó rédito electoral del brutal desgaste experimentado por el PSOE de Felipe González tras cerca de catorce años en el poder, el PP de Rajoy hizo lo propio, once años después, a cuenta de la Gran Recesión de 2008 y la cuestionada gestión que el gobierno socialista de Zapatero hizo de la misma. Los triunfos del PP en ambas citas electorales fueron posibles porque la formación conservadora logró concentrar todo el voto de centro derecha en torno a sus siglas; también porque miles de votantes socialistas decidieron, hastiados, migrar con sus papeletas al partido de la gaviota. Se calcula que la transferencia de votos del PSOE al PP se situó en torno a los dos millones de electores.
El próximo domingo, día 14, tendrán lugar los comicios catalanes. Las sondeos conocidos hasta la fecha no son indulgentes con Pablo Casado y los suyos. De confirmarse la amenaza del sorpasso de Vox al PP anunciada por el CIS, se cuestionará la estrategia de Casado y su equipo. Atentos a lo sucedido en el pasado, pretendían demostrar en las elecciones de Cataluña que sí es posible recuperar a los votantes que abandonaron el barco del PP para subirse a las grupas de C’s y Vox. Han estudiado a fondo la demoscopia electoral y saben que atraer de nuevo a sus siglas a los electores que las han ido abandonando en la España pluripartidista es condición sine qua non para garantizar futuros éxitos. La aspiración es que C’s y Vox se diluyan en el PP y hacer entender a los votantes de ambas fuerzas alternativas que la derecha no volverá a gobernar si el voto sigue disperso y no se concentra en una única opción política.
Lo que suceda el domingo en Cataluña puede acelerar un proceso de renovación de liderazgos autonómicos que el PP nacional viene dilatando y que afectará, entre otras autonomías, a la Comunidad Valenciana. Considerado como el “granero de votos del PP” durante las etapas de gobierno de Eduardo Zaplana y Francisco Camps, el territorio valenciano ha devenido en una autonomía arisca hacia los intereses electorales del partido conservador. En la planta noble de Génova -sede nacional del PP- se estudian los pasos a dar para encontrar el revulsivo que funcione y garantice el regreso “a casa” de los miles de electores valencianos que protagonizaron transferencia de votos hacia otras opciones del arco parlamentario. Los populares consideran que son recuperables buena parte de los más de 460.000 votos cosechados por Vox, y de los cerca de 200.000 alcanzados por C’s en las elecciones generales de 2019 en la Comunidad Valenciana. Ojo a la política de fichajes de dirigentes de C’s puesta en marcha por el PP en Cataluña. Una miguita. No acabará ahí la experiencia. En la Comunidad Valenciana la figura de Toni Cantó, dirigente autonómico de C’s, puede estar en el punto de mira de la calle Génova.
El primer revulsivo en el que se piensa desde la dirección nacional del PP es un cambio de liderazgo que pasaría por el relevo de Isabel Bonig como líder del PPCV y candidata a la presidencia de la Generalitat en las próximas elecciones autonómicas. Si nos atenemos a las declaraciones públicas de Bonig, ella asegura contar con el respaldo de la dirección nacional de su partido para seguir al frente de la organización y renovar la candidatura a presidir el Consell. Incluso se ha manifestado dispuesta, si irrumpe un candidato alternativo para dirigir el PPCV promocionado desde Madrid, a medirse con este en unas primarias.
Sin embargo, el PP nacional se ha preocupado de ir soltando unas miguitas para indicar el camino alternativo, según metáfora empleada por un destacado dirigente popular valenciano. La principal miguita tiene nombre y apellidos: Carlos Mazón, actual presidente de la influyente Diputación de Alicante.
Avalado por su sintonía manifiesta con el secretario general del PP y hombre de confianza de Pablo Casado, el murciano Teodoro García Egea, Mazón se muestra exultante, aunque cauto. Ni una palabra ha salido de su boca que pueda interpretarse como una censura hacia la labor política de Bonig, pero al mismo tiempo ha incrementado su presencia en Valencia y exprime al máximo el escaparate institucional que la diputación alicantina le presta para elevar el tono de sus reivindicaciones frente al Gobierno del Botánico, ocupar espacio informativo, e ir definiendo su liderazgo más allá de los límites provinciales.
Carlos Mazón tiene ambiciones políticas, pero sus aspiraciones más inmediatas no pasan por liderar el PPCV y ser candidato autonómico si la demoscopia electoral no le es favorable . No quiere convertirse en lo que los japoneses denominan un “madogiwa”, palabra que significa “al lado de la ventana” y que se aplica a aquellos empleados que no son despedidos pero se quedan sin competencias hasta que deciden irse voluntariamente de la empresa. Se dedican a mirar por la ventana. Aplicado a Mazón: prefiere seguir al frente de la Diputación de Alicante antes que languidecer como jefe de la oposición en las Cortes Valencianas durante cuatro años. Mirando por la ventana.
Su maestro y mentor, Eduardo Zaplana, también lo tuvo claro en 1994. Ese año se desató una auténtica batalla política entre los promotores de Zaplana como candidato a la presidencia de la Generalitat por el PP y los que alentaban el liderazgo de la entonces alcaldesa, Rita Barberá, para aspirar a la Presidencia del Consell. Guerra de dosieres informativos mediante que amenazaban el futuro político de Zaplana, este envió un mensaje muy claro a sus contrincantes: sólo aspiraba a ser Presidente de la Diputación de Alicante. La decisión de Barberá de mantenerse en la alcaldía -veía imposible desalojar al PSPV-PSOE de la Generalitat- y el famoso Pacto del Pollo condujeron a Zaplana, finalmente, al sillón de Molt Honorable. Cuando se hubiera conformado con ser el titular de la institución provincial. Pero, en fin, no hagamos historia virtual sobre lo que podría haber ocurrido en lugar de lo que ocurrió.
En el PPCV nadie se atreve a hacer pronósticos, aunque sí dan por hecho que si la dirección nacional del PP apuesta por Mazón el margen de maniobra de Bonig será “cero”.
La próxima miguita, el congreso regional que los populares valencianos tienen pendiente de convocatoria.