Cádiz está harta, pero no arde
Las históricas altas tasas de paro, la división geográfica y la falta de infraestructuras lastran a una sociedad cada vez más desencantada y desunida
La columna de humo negro es bien visible desde la acomodada urbanización gaditana de Bahía Blanca. Arden tuberías, palés y rastrojos sobre el asfalto de la carretera Industrial que da acceso a los astilleros. En pocos minutos, el fuego irrita los ojos, solivianta a la masa de más de 2.000 trabajadores del metal y colapsa la bahía de Cádiz. Unos 20.000 empleados del sector más combativo de la provincia están en huelga por la pérdida de poder adquisitivo que denuncian sufrir. Pero, en la capital, la mayoría parece más preocupada por el desbarajuste en el tráfico de la manifestación que por lo que la ha provocado. Más de 1,25 millones de gaditanos sufren la dejadez de quien se sabe en la periferia: históricas tasas de paro, falta de infraestructuras y de oportunidades. Aunque el desencanto y la desunión enfrían la mecha de la contestación social.
Juan José Cumplido nunca podrá olvidar ese 22 de febrero de 2007. A las nueve de la mañana, un grito recorrió la fábrica de Delphi: “¡Parad máquinas que esto cierra!”. Semanas después, 50.000 personas salieron a la calle para apoyar a los casi 2.000 trabajadores que acabaron perdiendo su empleo. 14 años, un divorcio y 150 cursos formativos después, a Cumplido le recomiendan ocultar en su currículum que trabajó para la multinacional automovilística y se enciende cuando, en el mercado de Puerto Real, hay quien le increpa llamándole “privilegiado”. “Lo que ha ocurrido en esta provincia es el ‘divide y vencerás’”, resume el también sindicalista de CGT que, a sus 56 años, sobrevive con una ayuda de 450 euros y lo que aún guarda de los 60.000 euros de indemnización del despido.
En la provincia de Cádiz, los desencantos empresariales se acumulan: Tabacalera, Visteon, Delphi, Gadir Solar y, ahora, Airbus Puerto Real. “Todas se han ido. Todas son promesas incumplidas”, denuncia Antonio Montoro, secretario de la Federación de Industria, Construcción y Agro de UGT Cádiz, justo antes de la manifestación del metal que este pasado miércoles colapsó Cádiz. La última Encuesta de Población Activa de octubre dio un respiro a las siempre sombrías estadísticas del paro gaditanas con una una tasa de 23,16%, 137.000 desempleados. El porcentaje deja atrás los malos datos de la pandemia y está lejos del 40,6% que alcanzó en febrero de 2013 por la anterior crisis económica. Pero la recuperación del presente se oscurece, si se tiene en cuenta que la provincia es la segunda de España en desempleo —por detrás de Huelva— y que ese 23,16% está lejos del 14,57% de media en el conjunto del país.
“En un ranking, alguien siempre tiene que estar el último, la clave es que la diferencia con el primero no sea grande”, reflexiona Manuel Arcila, profesor de Geografía de la Universidad de Cádiz. Pero lo es y desde hace ya demasiado. El origen de la crisis de la provincia bien se puede fijar con la pérdida definitiva del comercio de Ultramar que, desde el siglo XVI y hasta finales de XIX, había poblado la provincia de una burguesía cosmopolita y adinerada. En la década de los 70 y 80 se acentuó con las reconversiones pesqueras y navales, “a las que se les dio soluciones que no fueron acertadas”, apunta el geógrafo. Los que este pasado miércoles clamaban por sus salarios y por carga de trabajo son, en muchos casos, hijos y nietos de aquellos trabajadores de Astilleros que quemaron la bahía.
Desde entonces, nadie ha sabido dar con la clave para revertir la tendencia. “¿Por qué está como está? Nadie tiene la respuesta. Hay factores nacionales, regionales, provinciales. Cádiz tiene un potencial tremendo, pero no terminamos de desarrollarlo”, reflexiona José Ramón Ortega, diputado socialista en el Congreso por la provincia. Aunque Arcila esboza algunos motivos: “Dependemos demasiado del sector servicios y naval y no hemos sabido dar valor añadido a nuestros productos agroalimentarios —Cádiz es la segunda exportadora de Andalucía— y a la industria 4.0″. “Son problemas propios de las periferias de un país”, apunta el profesor de la UCA.
Tampoco ayuda que, de facto, exista una tricapitalidad integrada por la propia capital, Jerez y Algeciras, cada una con sus propias necesidades y que sufren una carencia histórica de infraestructuras del transporte entre ellas y hacia el exterior, como es el caso de la conexión ferroviaria del puerto algecireño con el corredor Mediterráneo. Sin embargo, esa demanda tan necesaria para la infraestructura portuaria más importante del país parece no importar mucho a los habitantes de la bahía de Cádiz, ensimismados en otras ausencias, como la falta de inversión para la Ciudad de la Justicia o de carga de trabajo para sus astilleros. “La identidad al territorio es muy potente y con la capital es distinta a otras provincias. Es una provincia grande, peculiar con mucha distancia. Tenemos que elevar la mirada”, reflexiona Ana Mestre, delegada del Gobierno de la Junta de Andalucía en Cádiz.
Desencantados
Distanciados por los localismos, perjudicados como periferia y enfrascados en una crisis económica de décadas en la que solo el turismo —y su marcada estacionalidad— despuntan, los gaditanos están hoy lejos de una movilización social inminente. “La gente ya no se cree nada y, con tantas mareas, estamos divididos”, denuncia Antonio Montoro. Arcila atisba un “cansancio social” y una mirada más “individualista” de los ciudadanos de Cádiz, muy distinta a las plataformas sociales que están surgiendo en Jaén, Teruel o la España vacía. La preocupante abstención de las últimas Elecciones Generales, en noviembre de 2019, da pistas del hartazgo. La Línea de la Concepción (con 42,25%), Puerto Serrano (41,71%) y Sanlúcar de Barrameda (39,15%) lideraron la espantada de votantes en las urnas, justo las tres localidades gaditanas que suelen tener preocupantes indicadores de renta per cápita, desempleo o pobreza.
Frente a ello, el diputado Ortega esgrime que los próximos Presupuestos Generales destinarán a la provincia “454,72 millones de euros, un 24,9 % más que el ejercicio anterior”. Mestre barre para casa y asegura que la Junta hará lo propio con sus cuentas: “Más 455 millones de euros, la segunda provincia en inversión”. Pero ni una ni otra administración se han planteado por ahora una solución socioeconómica exclusiva para la zona, más allá del plan contra el narco puesto en marcha en el Campo de Gibraltar en 2018. Aunque Ortega reconoce que “es posible que Cádiz necesite una solución singular”, aunque sin precisar si es algo que el Gobierno se vaya a plantear a corto plazo.
Cumplido no quiere ni oír hablar de una promesa política más. Se confiesa harto de fotos, reuniones y compromisos nunca materializados o que incluso le ha buscado problemas con la Justicia, a cuenta de unos cursos remunerados por la Junta para más de 400 exDelphi que resultaron ser irregulares. Lola Patiño, una desempleada chiclanera de 36 años y con dos niñas pequeñas a su cargo, directamente pasa de los políticos. Estudióuna licenciatura de Psicología, aunque hasta ahora, solo ha podido acceder a trabajos temporales como camarera en verano, muchos de ellos sin declarar. “Los ocho meses restantes en Chiclana vivimos de la familia. Yo no llevaré más de un año cotizado”, calcula la mujer, que ahora reconoce vivir con los 1.000 euros de su marido y lo que consigue vender en plataformas online de segunda mano.
Patiño estuvo ligada en sus tiempos universitarios al Movimiento 15-M, curioseó en Podemos y participó en muchas manifestaciones. Hasta que se cansó: “Para qué salir, si no va a servir de nada”. Ahora, se limita a vivir al día, sin pensar en el futuro, para “intentar ser feliz”. Su mayor preocupación en estos días es intentar conseguir “algunos juguetes de segunda mano” para poderle poner Reyes a sus dos pequeñas. Esa mezcla de falta de oportunidades y hartazgo no es única de la joven y es justo lo que más inquieta a Manuel Arcila. “Esta sociedad se ha mantenido recurriendo a cuestiones más alegales. En lo político, si no tengo nada que perder, voy donde me ofrezcan algo. Eso puede derivar en búsqueda de posiciones más extremas. Los partidos moderados deberían estar muy preocupados”, zanja el geógrafo como advertencia.
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