Euforia y locura en Génova: el PP aplasta la hamburguesa
“Mi primera vez en el balcón”, dice Feijóo. Y larga un mandoble a Casado que se escucha en Palencia. “Hemos recuperado la mejor versión de nuestro partido. Centrado, ancho, donde caben todos”
En Madrid han abierto en los últimos tiempos un par de cadenas de hamburguesas que venden como factor diferencial el hecho de que la hamburguesa esté aplastada; es decir, que quepa en la boca. Esas hamburguesas tradicionales tan espectaculares, con varios panes y carnes, llenas de todos los ingredientes posibles, estaban diseñadas para mandíbulas de tiranosaurios. Al parecer alguien ha tenido la ocurrencia de salir a la calle, tomar nota de la extinción de los dinosaurios y hacer hamburguesas parecidas, pero aplastadas, para seres humanos. Que se puedan comer sin que se te descoyunte la mandíb...
En Madrid han abierto en los últimos tiempos un par de cadenas de hamburguesas que venden como factor diferencial el hecho de que la hamburguesa esté aplastada; es decir, que quepa en la boca. Esas hamburguesas tradicionales tan espectaculares, con varios panes y carnes, llenas de todos los ingredientes posibles, estaban diseñadas para mandíbulas de tiranosaurios. Al parecer alguien ha tenido la ocurrencia de salir a la calle, tomar nota de la extinción de los dinosaurios y hacer hamburguesas parecidas, pero aplastadas, para seres humanos. Que se puedan comer sin que se te descoyunte la mandíbula.
De camino a Génova, 13, sede del PP, se encuentra un par de ellas. Es probable que Feijóo haya tomado nota después del paréntesis de Casado. La gente quiere cosas ricas, sí, pero que se coman fácil. Hay cosas increíbles que la gente no solo no consigue digerir, sino que ni siquiera pueden meterlas en la boca. A las ocho de la tarde, en esa calle, frente a esa sede, con furgones de la policía rodeándola con las luces encendidas y vallas protegiendo el escenario, hay chavales frente a la puerta con banderas del PP y de España. También llega un grupo con una bandera colombiana. “Estoy desde las siete y media aquí, para coger sitio y porque no dudo de mi presidenta: mayoría absoluta”, dice Enrique, estudiante. Un hombre arrastra un carrito con banderas españolas; dentro de dos horas habrá vendido la mitad. En la pantalla gigante, un enorme Vicente Vallés presenta el especial de Antena 3 de la noche electoral, cadena elegida por el partido para seguirla.
A las 21.22, el animador da las buenas noches y dice: “Bienvenidos a esta fiesta”. Unos segundos de silencio. “Bueno, habrá fiesta. Seguimos con nerviosismo el recuento, pero habrá fiesta”. La música altísima, los negocios de alrededor llenos de gente, las calles mojadas por la lluvia, pero buen tiempo, fresco, ideal para un buen chaleco acolchado. El clima va con el PP; este frío extraño propicia un vestuario otoñal muy conservador y muy reconocible. A las 21.40, el gentío ya está empezando a botar. Fiestas curiosas estas, las políticas. La gente mira un balcón vacío en el que se espera a Feijóo, Ayuso y Almeida, DJ Pulpo pincha de todo. Un hombre mayor, muy enganchado al móvil, comunica a su alrededor que en Ferraz no hay un alma. “¡Y aquí empieza a no caber nadie!”, grita exaltado. Aplauso espontáneo. Pinta de que aquí hay mucha gente que hace cuatro años estaba de fiesta en la sede de Ciudadanos, incluso de Vox. La caída de Ciudadanos (su desaparición) se comenta entre la gente. Villacís pudo ser alcaldesa de Madrid (se lo ofreció el PSOE) y se va de la política. Ciudadanos pudo gobernar España (se lo ofreció el PSOE) y desaparece de España. El PSOE también está para mirarse al espejo.
Pero estos análisis son secundarios, ahora, en la agitación de banderas al viento cuando el speaker estalla: “¡Ha llegado Ana Pastor!”, y la ovación indica que la noche está para celebrarlo todo. El eufórico “¡ha llegado Ana Pastor!” dirigido a una multitud delante de la cabina de un DJ tiene un paralelismo secreto con aquella decisión que tomó alguien en Washington, absolutamente enloquecido, de espiar a Joaquín Almunia.
A las doce de la noche no ha salido nadie aún al balcón. Ha hablado, eso sí, Cuca Gamarra, para decir que los españoles se han pronunciado “con contundencia y rotundidad”, que es algo que los españoles siempre hacen cuando votan lo que les gusta a los líderes. Veinte minutos después de la medianoche, terminan de hablar los presidentes regionales del PP, así que ya pueden salir cuando quieran los líderes nacionales en el balcón de Madrid.
Lo hacen a las doce y media. Primero Ayuso, luego Almeida y después “el próximo presidente del Gobierno de España”, Alberto Núñez Feijóo, que saluda primero a Ayuso y luego a Almeida; les levanta los brazos a los dos encima de un gran cartel que dice ‘¡Gracias!’, mientras suena Coldplay. Aplausos, vítores y un grito de la muchedumbre: “Ayuso, Ayuso, Ayuso”. Almeida empieza primero (con el pesadísimo “¿cómo están los máquinas?”) y siguen Ayuso y Feijóo, al que le dedican un “presidente, presidente” que cuesta un poco arrancar, animada la gente por Almeida: “Qué cara de presidente del Gobierno se le está poniendo al de mi derecha”.
¿Y Feijóo? “Mi primera vez en el balcón”, dice. Y larga un mandoble a Casado que se escucha en Palencia. “Hemos recuperado la mejor versión de nuestro partido. El PP grande que sintonizaba con la mayoría de España. Centrado, ancho, donde caben todos”. Cientos de personas siguen escuchándolo a la una menos cuarto, y entonces, esta vez sin que Almeida los animase, la gente canta “Oa, oa, oa, Feijóo a La Moncloa” (“gracias, compañeros”, responde un poco lacónico Feijóo). Ya no hace frío a esas horas en la España que trasnocha, o al menos nadie se queja. Feijóo había aplastado la hamburguesa.
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