Pedro Sánchez adelanta las elecciones generales al 23 de julio ante el fiasco de las autonómicas
El presidente convoca y fuerza a los progresistas a decidir si se movilizan para impedir un Gobierno PP-Vox
Noche electoral dramática para el PSOE y reacción drástica y rápida de Pedro Sánchez a la mañana siguiente. El presidente del Gobierno ha decidido adelantar las elecciones generales al 23 de julio ante el riesgo de que un desgaste más largo de su Ejecutivo en los próximos meses, con una derecha envalentonada tras ...
Noche electoral dramática para el PSOE y reacción drástica y rápida de Pedro Sánchez a la mañana siguiente. El presidente del Gobierno ha decidido adelantar las elecciones generales al 23 de julio ante el riesgo de que un desgaste más largo de su Ejecutivo en los próximos meses, con una derecha envalentonada tras su rotundo éxito electoral, acabe con una mayoría absoluta rotunda del PP y Vox. “He tomado esta decisión a la vista de los resultados de las elecciones autonómicas y municipales. Muchos presidentes y alcaldes socialistas con gestiones impecables se van a ver desplazados, incluso a pesar de ver aumentado su apoyo. Esas instituciones pasarán a ser gobernadas por el PP y Vox. El sentido del voto traslada un mensaje que va más allá. Asumo en primera persona los resultados y creo necesario dar una respuesta y someter nuestro mandato a la voluntad popular. El Gobierno ya ha sacado adelante las grandes reformas comprometidas. Nuestro país se dispone a desempeñar una responsabilidad muy importante como es la presidencia de turno del Consejo de la UE. Todo esto aconseja una clarificación de los españoles sobre las fuerzas políticas que deben liderar esta fase y las políticas a aplicar. Solo hay un método infalible, que es la democracia. Lo mejor es que los españoles tomen la palabra para definir sin demora el rumbo político del país”, ha dicho Sánchez durante una breve comparecencia en las escalinatas de La Moncloa con gesto muy serio. El Consejo de Ministros extraordinario de esta tarde dará forma jurídica a la decisión, que fue comunicada antes al jefe del Estado, Felipe VI.
Sánchez, acostumbrado a las decisiones arriesgadas en toda su carrera, ha optado por la más peligrosa de todas ellas, pero también la única que nadie esperaba en la noche electoral. El presidente pone así a los votantes, en especial a los progresistas, ante la tesitura de tener que decidir casi inmediatamente si quieren consolidar el resultado de las elecciones autonómicas y municipales, que entrega casi todo el poder al PP y Vox, y permitir que eso sea lo que llegue también a La Moncloa, o se movilizan para impedirlo. Sánchez incluso renuncia así al escaparate que suponía la presidencia española de la UE y llama a los españoles a decidir ya, en pleno arranque del semestre. Las elecciones llegarán en pleno verano y cuando se estén conformando los gobiernos de PP y Vox, algo que en La Moncloa confían en que movilice a la izquierda. El propio Alberto Núñez Feijóo reconoció que este lunes ya había hablado con Santiago Abascal sobre ese resultado electoral tan favorable para ambos. Feijóo también ha lanzado ya la campaña: “Pido desde ya una mayoría clara. Debemos dejar atrás cinco años para olvidar. A los que proponen una legislatura de más de lo mismo debemos responderle en las urnas. Ayer dimos el primer paso, pero el sanchismo aún no ha sido derogado”.
En 2019, también contra todo pronóstico y cuando llevaba solo unos meses gobernando tras la moción de censura de 2018, Sánchez también se lanzó a un adelanto electoral arriesgado en abril, que resultó exitoso. En ese momento hubo una gran movilización de la izquierda española ante la amenaza de que gobernara Vox, que venía de dar la campanada en Andalucía en diciembre de 2018. Han pasado cuatro años y Vox ya no es una hipótesis, sino una realidad creciente, según los resultados del domingo. Y el PP se ha recuperado mucho desde 2019, cuando obtuvo los peores resultados de su historia tanto en las generales como en las autonómicas. Ahora, el riesgo de que el PP gobierne con Vox no es algo difuso, sino casi una certeza. Por eso, Sánchez se la juega a todo o nada muy rápidamente, en un movimiento típico de él, para intentar a la desesperada que una movilización extraordinaria de la izquierda, que no se ha visto por ningún sitio en las municipales y autonómicas, pueda obrar el milagro de frenar la ola conservadora que ya se ha visto en varios países de Europa y ahora llega a España.
El presidente podría haber tomado otro tipo de decisiones drásticas, como cambiar su Gobierno, romper la coalición o anunciar algún tipo de cambio en sus alianzas, pero ninguna de ellas era tan radical como esta y todas implicaban una maduración de meses para llegar finalmente en una posición similar a las elecciones de diciembre. Sánchez pone así a sus propios votantes potenciales y a los de los otros grupos de la mayoría ante la tesitura de decidir si dejan que gobiernen PP y Vox con los votos que lograron este domingo ―que según la extrapolación realizada por EL PAÍS no les daría la mayoría absoluta, aunque podrían mejorar su resultado en generales― o se movilizan de forma rotunda para impedirlo.
El riesgo que asume el presidente ―y con él el PSOE, Unidas Podemos y todos los grupos de la mayoría― es que el voto llegue en un momento de subidón anímico de la derecha, que ha mostrado una movilización extraordinaria alrededor del mensaje de “derogar el sanchismo”, y esta decisión acabe por mejorar incluso la mayoría de PP y Vox y hundir aún más a la izquierda. Pero Sánchez ya ha tomado decisiones de este tipo en el pasado, como el adelanto electoral de 2019 y, sobre todo, la repetición de las elecciones ese mismo año.
Esta última decisión, también muy arriesgada, fue totalmente fallida. Sánchez la tomó convencido de que los ciudadanos progresistas culparían a Podemos del fracaso de las negociaciones y él tendría un resultado mucho más amplio al llevarse una parte de los votos de Ciudadanos. No pasó. El PSOE perdió tres escaños y no se llevó ninguno de los 47 que perdió Albert Rivera. Y Podemos, que perdió siete escaños, aguantó. Y eso obligó a Sánchez, esa misma noche electoral, como ahora, a tomar una decisión rápida y drástica: a la mañana siguiente ya estaba llamando Iván Redondo al entonces jefe de Gabinete de Pablo Iglesias, Pablo Gentili, para cerrar la coalición. En esa repetición electoral empezaron a fraguarse algunos de los problemas del PSOE: porque con el resultado anterior la coalición habría tenido 10 escaños más, y necesitaría mucho menos a ERC y nada a Bildu. Y, además, el PSOE siempre tenía un plan b en la recámara porque sumaba 180 escaños con Ciudadanos. Esa repetición estrechó el espacio de los socialistas y además los obligó a pactar con muchos partidos para sacar adelante cada una de sus reformas.
Con este movimiento, Sánchez también evita meses de discusiones a su izquierda para ver cómo se organiza Sumar. Fuerza a ese espacio que lidera Yolanda Díaz a reagruparse rápidamente para intentar recuperarse a la desesperada del fiasco de las autonómicas y municipales, donde ha quedado muy claro que la división mata a la izquierda. Podemos se ha quedado fuera de varios parlamentos y eso ha sido decisivo para que la izquierda perdiera la Comunidad Valenciana y algunos ayuntamientos decisivos. Díaz respondió rápidamente: “Desde este mismo momento estamos trabajando para ganar el próximo 23 de julio. Asumo el reto. Son tiempos de audacia. Frente a la España negra de Feijóo, salimos a ganar. La gente nos está esperando”, señaló en Twitter. Todo irá muy rápido. Sánchez ha cortado de raíz con meses de discusión entre Podemos y Yolanda Díaz: en 10 días tiene que haber un acuerdo o una ruptura para presentar la candidatura de posibles coaliciones electorales. Así que tienen que cerrar ya su disputa. De hecho, ya han empezado las primeras conversaciones para hacerlo.
De paso, el líder del PSOE también anula cualquier debate interno en su partido sobre su campaña y su responsabilidad en la caída de presidentes y alcaldes socialistas que estaban bien valorados y confiaban en repetir, pero se han visto arrollados por una ola con un gran componente de política nacional. No hay tiempo ya para discusiones internas o peticiones de cambios en el Gobierno o en el partido: el PSOE se pone desde hoy en campaña y todos los ajustes de cuentas quedarán para después de las elecciones.
El sueño del presidente y su equipo es que suceda algo como lo de 2008. Entonces, el desgaste del Gobierno y la desmovilización de la izquierda, también entonces en parte crítica con los acuerdos con los nacionalistas catalanes para reformar el Estatut, llevó al PSOE a perder las elecciones municipales de 2007 por 150.000 votos frente al PP con una derecha muy movilizada y manifestándose en las calles contra su política antiterrorista. Pero después, José Luis Rodríguez Zapatero y su equipo, dirigido por José Blanco, el mentor de Sánchez, lanzaron en 2008 una campaña electoral con un mensaje rotundo: “si tú no vas, ellos vuelven”, decían los carteles enormes con la foto de Eduardo Zaplana y Ángel Acebes. Y así lograron una movilización extraordinaria de la izquierda alrededor del PSOE —Zapatero devoró el voto de IU— que le llevó a ganar a Mariano Rajoy por más de un millón de votos.
Ahora las cosas son mucho más difíciles para el PSOE, que está mucho más débil —tiene 120 escaños frente a los 164 de Zapatero cuando llegó a los comicios de 2008— y sobre todo, porque las municipales han mostrado una gran debilidad a su izquierda. Además de presidente, Sánchez también es secretario general del PSOE, y con esta decisión también puede intentar salvar los muebles de su partido con una elección rápida sin esperar al desgaste de los próximos meses. De momento ya ha perdido muchísimo poder, y los barones y alcaldes se han llevado una patada que probablemente era para el Gobierno, pero con este movimiento Sánchez puede intentar que los socialistas queden en una mejor posición para el futuro si no logran gobernar.
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