Hallados los cadáveres de dos gemelas sexagenarias en una casa repleta de basura en Palencia
Los cuerpos de las hermanas fueron encontrados en su domicilio y rodeados de desperdicios, tras alertar los vecinos de que no las habían visto en mucho tiempo
La puerta del número 15 de la calle de Mallorca de Palencia (158.008 habitantes) llevaba meses sin abrirse. Las gemelas Elvira y María González, de 63 años, apenas se relacionaban con los vecinos del barrio. Hacía semanas que no salían a comprar junto al perrito que las acompañaba. Nadie atendía al timbre de la vivienda, una planta baja. La preocupación creció entre la única esperanza de que ambas se hubiesen marchado a una residencia. Los insectos alertaron al vecindario del ...
La puerta del número 15 de la calle de Mallorca de Palencia (158.008 habitantes) llevaba meses sin abrirse. Las gemelas Elvira y María González, de 63 años, apenas se relacionaban con los vecinos del barrio. Hacía semanas que no salían a comprar junto al perrito que las acompañaba. Nadie atendía al timbre de la vivienda, una planta baja. La preocupación creció entre la única esperanza de que ambas se hubiesen marchado a una residencia. Los insectos alertaron al vecindario del peor de los augurios y la Policía científica lo corroboró, este jueves, cuando hallaron los cuerpos sin vida de las hermanas rodeadas de inmundicia.
Una ventana abierta por los agentes para ventilar la casa revela, todavía hoy viernes, las condiciones insalubres de la vivienda donde murieron, aparentemente sin violencia, las solitarias hermanas. Elvira y María González llevaban viviendo en esa mala situación desde hacía tiempo, quizá desde hacía incluso cinco meses, según la estimación de la delegada del Gobierno en Castilla y León, Virginia Barcones.
Jorge Megía, un vecino de 42 años, avisó a la Policía este jueves alarmado por las sospechas sobre la desaparición que habían cundido en el barrio. El volumen de basura acumulada a la entrada de la casa obligó a las autoridades a pedir ayuda a los Bomberos, que necesitaron mascarillas y guantes para hallar, entre los desperdicios, los cadáveres. Ambos cuerpos estaban en el dormitorio, “en avanzado estado de descomposición”, según el comunicado de la policía.
Fuentes policiales afirman que ya han localizado a un familiar que se hará cargo de los cuerpos. Los resultados de la autopsia no han trascendido aún.
“Tenían cuatro cerrojos en la puerta”, expone Jorge Megía, el vecino que alertó. Otro habitante de la zona muestra desde el altillo de su casa el patio interior que las mujeres apenas abrían, si acaso para sacar a su perro. Las tejas descolocadas, las humedades, desconchones de las paredes y los hierbajos entre baldosas evidencian el escaso uso.
Elisa Escudero e Israel Jiménez, de 37 años, se asoman abatidos al portal con la vivienda precintada a unos pasos. “Se las veía mal, pasaban cojeando y cuando dejamos de verlas pensamos que las habrían llevado a una residencia”, señala Elisa. “Se encerraban días y días”, precisa. Hace un año, agregan ambos, la compañía eléctrica les retiró la conexión de luz, como demuestra el contador levantado y con la tapa colocada sobre las persianas de una habitación. Así pasaron el gélido invierno palentino.
Ambos vecinos aseguran que lo que más les duele es sospechar el desenlace de Elvira y María, sin familiares que las echaran de menos ni vida social en el barrio del Cristo del Otero, pese a los intentos del entorno de ayudarlas. Josefa Lizarraga, de 61 años, se dirige a la panadería y se asoma a las ventanas con rejas que preservaban la intimidad de las González. Llevaban unos ocho años en la zona, detalla, sin hablar con los residentes ni aceptar su apoyo cuando iban cargadas con bolsas o maletas. “Esto no pinta bien, estas están dentro, están muertas”, pensaba un día, tiempo después de que nadie respondiera a sus timbrazos.
Lizarraga se encontraba habitualmente con María cuando esta paseaba a su pequeño perro marrón o cuando acarreaba sus compras. La palentina arruga la nariz e indica que las gemelas caminaban con dificultad y que era esta hermana la que más salía de casa; la otra, Elvira, hacía meses que había dejado de asomarse a la puerta. Antes de eso, ya andaba agarrada a los ventanales y a otras verjas para alcanzar, con dificultad, la esquina de la calle.
El barrendero Saturnino Casado, de 47 años, suma ocho trabajando entre las calles humildes de la zona. Nunca obtuvo un simple buenos días cuando saludaba a la dupla de hermanas. Él también se percató de las premonitorias moscas. “No era buena señal, no era buena señal”, lamenta, ante el solitario final de las gemelas y su perrito. Casi todos los clientes del bar más cercano las recuerdan caminar por el barrio del Cristo y constataron cómo con el tiempo María se recluyó en casa y su gemela, también con dificultades motrices, se apañaba para sacar a tomar el aire a la mascota y comprar lo imprescindible. Hasta que también dejaron de verla.
El buzón da pistas del tiempo acumulado sin novedades sobre ellas: cartas del Ayuntamiento o folletos de comida rápida se agolpan y algunos de estos sobres, sellados en abril, están mojados por las últimas lluvias. Unos guantes azules han sido introducidos por la fuerza por la rendija desbordada del buzón. El cartero del barrio asume que “era de esperar” el terrible desenlace ante la nula atención dedicada a la correspondencia. La propaganda electoral de las últimas municipales también yace abandonada: probablemente, según los cálculos de los investigadores, ambas destinatarias estaban ya muertas cuando la recibieron. Al lado, otros sobres que incluyen en la parte del remitente los posibles motivos de devolución si nadie las recibe: “rehusado”, “dirección insuficiente” o, como última opción, “fallecido”.