Del cortejo de Blas Piñar a Le Pen padre al frente común de Abascal con Le Pen hija

La extrema derecha española lleva desde los años ochenta tratando de emular el éxito de la francesa, en vano. Vox ha conseguido engrasar una relación no exenta de tensiones

Santiago Abascal y Marine Le Pen, líderes de Vox y Reagrupamiento Nacional, respectivamente, sentados juntos durante la convención Viva 24, celebrada en mayo en Madrid.Ana Beltran (REUTERS)

Casi 37 años separan el 8 de junio de 1987 del 19 de mayo de 2024. En la primera fecha Blas Piñar y Jean-Marie Le Pen, fundador del Frente Nacional francés, compartieron en Madrid un mitin regado de alertas contra la amenaza del sida, la permisividad sexual, el aborto y la caída demográfica. En la segunda, hace poco más de dos meses, también en Madrid, Santiago Abascal compartió con Marine Le Pen una convenci...

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Casi 37 años separan el 8 de junio de 1987 del 19 de mayo de 2024. En la primera fecha Blas Piñar y Jean-Marie Le Pen, fundador del Frente Nacional francés, compartieron en Madrid un mitin regado de alertas contra la amenaza del sida, la permisividad sexual, el aborto y la caída demográfica. En la segunda, hace poco más de dos meses, también en Madrid, Santiago Abascal compartió con Marine Le Pen una convención política centrada en el rechazo a la inmigración. Entre el acto del fundador de Fuerza Nueva con Le Pen padre y el acto del presidente de Vox con Le Pen hija han pasado cerca de cuatro décadas marcadas por un patrón: el anhelo —insatisfecho— de la ultraderecha española de alcanzar los niveles de éxito de la francesa, con la que ha mantenido una relación marcada por los intentos de acercamiento pero también por las tensiones y discrepancias. La victoria de la extrema derecha en las legislativas francesas coincide con un momento de especial sintonía entre los dos principales partidos de esta familia a uno y otro lado de los Pirineos, Reagrupamiento Nacional (RN) y Vox.

Francisco Franco aún vivía cuando Jean-Marie Le Pen fundó en 1972 el Frente Nacional (FN), expresión de duelo nacionalista francés por la pérdida de Argelia, que se nutrió de un conglomerado de expartidarios del régimen de Vichy, neofascistas, anticomunistas, tradicionalistas católicos y antiguos milicianos de ultraderecha. Tras unos inicios en la marginalidad, su primer gran éxito llegó en 1984, cuando logró diez escaños en las elecciones europeas. En España las cosas iban a otro ritmo. Con el país estrenando democracia, los nostálgicos de la dictadura que se negaban a posar de demócratas de toda la vida tenían como líder a Blas Piñar, fundador de Fuerza Nueva, que en 1982 no logró revalidar el escaño en el Congreso obtenido en 1979. Quedaba claro que la exaltación brazo en alto de “la noble Cruzada” encontraba poco eco en aquella España de Naranjito, mascota de la copa del mundo de fútbol, que iba quemando etapas para su incorporación a la Comunidad Europea. Así que en 1986 Piñar tomó nota de la pujante ultraderecha francesa y fundó el Frente Nacional para darle un nuevo barniz a su proyecto. Ni se molestó en buscar un nombre parecido para su partido. Le puso directamente el mismo, traducido del francés.

No era la primera fuerza española que trataba de imitar al Front National. Como detalla Xavier Rius Sant en Vox, el retorno de los ultras que nunca se fueron, antes se habían inspirado en el partido de Le Pen las llamadas Juntas Españolas, un grupúsculo ultra nacido en 1984 a raíz de un llamamiento del diario El Alcázar. Respaldadas por el golpista Antonio Tejero, las Juntas tenían como líder de su rama juvenil a Jorge Cutillas, hoy dirigente de Vox en Madrid. Pero fue Piñar el que más relieve dio a su proyecto tras encontrar un activo valioso: el respaldo del propio Le Pen, que selló su compromiso con Piñar acudiendo a un mitin de su campaña para las europeas de 1987, aquel en Madrid centrado en la alerta por la expansión del sida.

El líder del Frente Nacional francés, Jean-Marie Le Pen (derecha), en una visita a Madrid en abril de 1987 para apoyar la candidatura de Blas Piñar en las elecciones europeas que se celebrarían en junio.EFE

Hubo más actos conjuntos. El notario español asistió en 1989 a un encuentro de líderes europeos en apoyo de Le Pen en Estrasburgo y este volvió a la capital de España aquel mismo año. El sueño de Piñar, que había empezado a cortejar a Le Pen en la etapa de Fuerza Nueva, era importar a España el auge de la ultraderecha francesa, que en 1988 ya había logrado más de un 14% en las presidenciales. Pero se quedó lejos. Ni en 1987 ni en 1989 logró Piñar escaño en la Eurocámara.

Las relaciones entre ambos líderes no fueron fáciles. Piñar, como él mismo contó en su libro La pura verdad, siempre desoyó el consejo de Le Pen de dejar de reivindicar la figura de Franco. Ha sido una constante a lo largo de las décadas: al norte de la frontera la ultraderecha siempre han tenido más claro que había que limar los aspectos más duros del discurso para ganar electores. La pretensión de Blas Piñar de cuajar un frente común entre su Frente Nacional, el partido de Le Pen y el posfascista Movimiento Social Italiano, predecesor de los Hermanos de Italia de Giorgia Meloni, quedó finalmente en proyecto frustrado.

Después de Piñar, la admiración por el FN ha sido moneda corriente entre la miríada de partidos que uno tras otro han ido fracasando en su intento de consolidarse como fuerza de referencia de la ultraderecha española. La imitación más lograda fue Plataforma per Catalunya (PxC), partido fundado en 2002 por Josep Anglada que logró más de 60 concejales en 2011 y se quedó cerca de entrar en el Parlament antes de acabar devorado por Vox en 2019. Como narra Xavier Rius Sant en su investigación, Anglada montó PxC “mirando de reojo” al FN para aprender cómo canalizar el sentimiento antiinmigración ante la llegada de marroquíes a Vic (Barcelona). El intento de expansión de PxC a la llamada “Cataluña francesa” dinamitó sus relaciones con los lepenistas, cuya líder desde 2011, Marine Le Pen, quedó “horrorizada” al comprobar que en actos de Anglada se referían despectivamente a los marroquíes como “moros”, explica Rius Sant en conversación telefónica.

Vox, entre la “fascinación” y los “recelos”

La extrema derecha española no logró volver al Congreso hasta 2019. Lo hizo con Vox, partido nacido en 2013 donde siempre ha habido “fascinación” por el éxito de los Le Pen, que han logrado una transversalidad de clase y de género en su electorado que es la “envidia” de Abascal y los suyos, explica Rius Sant. Al mismo tiempo, añade el periodista especializado en extrema derecha, en Vox ha sido frecuente el “recelo” ante la “desdiabolización” emprendida por Marine Le Pen, una moderación en las posiciones en temas de sexualidad y la familia que ha culminado con decisiones tan controvertidas para el electorado conservador como el respaldo del derecho al aborto.

“Marine Le Pen trata de presentar a su partido como una fuerza republicana y laica, dejando atrás el tradicionalismo católico de su padre, y eso la aleja de Vox en temas de valores. Ahí está la diferencia ideológica fundamental entre los dos partidos”, explica desde París Arsenio Cuenca, investigador sobre extrema derecha y tecnología en la École Pratique des Hautes Études. Esta discrepancia no es el único factor que ha dificultado las relaciones entre ambas formaciones, que pertenecen a familias diferentes dentro de la UE. Los franceses, a Identidad y Democracia; los españoles, a Conservadores y Reformistas.

Santiago Abascal y Marine Le Pen se saludan en la convención Viva 24 celebrada en mayo en Madrid.A. Pérez Meca (Europa Press)

No obstante, los incentivos para el entendimiento han pesado más que las diferencias. Aunque Abascal ha mostrado como líder de Vox más sintonía con la extrema derecha polaca, húngara o italiana —en este caso, desde la irrupción de Giorgia Meloni— que con la francesa, jamás ha dejado que las discrepancias se impongan a las coincidencias. Ni tampoco ha descuidado las relaciones con Le Pen y los suyos. Los encuentros entre dirigentes de uno y otro partido no han sido infrecuentes. En 2016 Abascal logró reunirse con el vicepresidente del Frente Nacional, Louis Aliot, elevando el perfil internacional de un proyecto que España aún movía a la mofa en redes sociales por la escasa asistencia a sus actos. En 2017 la propia Marine Le Pen se fotografió junto a Abascal en Perpiñán, cuando ella era ya toda una aspirante al Elíseo y él una mera promesa.

Con la progresiva conquista de poder institucional de Vox a partir de 2018, las relaciones con Reagrupamiento Nacional se han ido estrechando y el perfil de sus encuentros ha ido subiendo. En 2022 experimentaron un hito cuando Abascal logró que Marine Le Pen acudiera a una cumbre de líderes de su familia política organizada por Vox en Madrid. El último acontecimiento ha sido la asistencia de Le Pen en mayo a Viva 24, la convención de Vox, donde la líder de RN se colocó bajo los focos con un discurso cargado de entusiasmo y protagonizó una foto con Abascal, los dos todo sonrisas. Ambos se dedicaron muestras de afecto y se sentaron juntos durante el acto. El acercamiento ha quedado subrayado con unas declaraciones en junio que parecían diseñadas para complacer a Vox. La líder de RN amenazó a Carles Puigdemont con poner fin a su actividad política desde Francia en cuanto pueda hacerlo.

Sin pretender llevar la relación más lejos de lo que permiten los delicados equilibrios de la variopinta familia ultraderechista europea, tanto Abascal como Le Pen se reconocen como miembros de un bloque común, el soberanista y defensor de la “Europa de las naciones”. En las cuentas de redes sociales de Vox cada vez son más frecuentes las muestras de apoyo a la líder francesa. Tanto Cuenca como Rius Sant coinciden en que Vox y RN atraviesan la etapa de mayor proximidad desde el nacimiento del partido de Abascal. ¿Qué factores lo explican? El fundamental, explica Rius Sant, es que la mujer que podría llegar a presidenta francesa en 2027 es hoy “una referencia de toda la extrema derecha europea”, tanto en Identidad y Democracia como en Conservadores y Reformistas, y a todos los partidos les conviene “cuidar las relaciones con ella”, que a su vez está necesitada de aliados externos para consolidar su imagen de “líder europea”. Cuenca da una clave más, importante dentro de Vox: “Reconquête [Reconqusita, el partido fundado en 2021 que ha tratado de hacer competencia a Le Pen] despertó muchas expectativas en Vox, pero ahora se está desinflando y eso está decantando con mayor claridad a sus líderes por Le Pen, más aún cuando ella está en claro ascenso electoral y el ala más liberal o neoliberal de Vox, la de Iván Espinosa de los Monteros, la que miraba con mayor desconfianza a Le Pen, ha perdido peso”.

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