La bendita división de poderes

Las dudas sobre la honestidad de Pujol vienen de lejos. De su época de alto dirigente de Banca Catalana, aquella entidad que subió como la espuma en los años 60 y 70 antes de declararse en quiebra

Jordi Pujol asiste a la presentacion del libro de Artur Mas 'Cap fred cor calent'.Carles Ribas

Por fin se ha cerrado la instrucción del caso Jordi Pujol y familia ante la Audiencia Nacional. Habrá que esperar ahora al juicio oral y a la sentencia. Pujol es ya un anciano de 90 años, imagino que su esposa andará cerca de esta edad, y su tardía caída del pedestal puede haber sorprendido a muchos. Pero desconfiar del poder político es la mejor lección que podemos extraer de esta desgraciada historia.

Esta desconfianza respeto de quien ostenta el poder es, precisamente, la base del Estado liberal democrático. Uno de sus elementos principales, la división de poderes es clave par...

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Por fin se ha cerrado la instrucción del caso Jordi Pujol y familia ante la Audiencia Nacional. Habrá que esperar ahora al juicio oral y a la sentencia. Pujol es ya un anciano de 90 años, imagino que su esposa andará cerca de esta edad, y su tardía caída del pedestal puede haber sorprendido a muchos. Pero desconfiar del poder político es la mejor lección que podemos extraer de esta desgraciada historia.

Esta desconfianza respeto de quien ostenta el poder es, precisamente, la base del Estado liberal democrático. Uno de sus elementos principales, la división de poderes es clave para ello y este caso lo pone especialmente de relieve: “que el poder frene al poder”, decía Montesquieu. Y los padres fundadores de Estados Unidos añadían: el gobierno de una nación está basado en una serie de poderes que deben controlarse mutuamente. Sin ello no podríamos disfrutar ni de libertad ni de igualdad. También ciudadanos y funcionarios públicos ejemplares son imprescindibles para que la democracia no sea una palabra vacía.

La desconfianza respeto de quien ostenta el poder es, precisamente, la base del Estado liberal democrático

Este ha sido el caso. La señora Victoria Álvarez denunció las irregularidades financieras del hijo mayor de la familia porque había sido testigo de cómo los fajos de billetes abarrotaban el maletero de su coche al viajar hacia Andorra. A partir de la denuncia, la policía empezó a tomar cartas en el asunto y trasladó sus primeras averiguaciones a la justicia por si había indicios de delito. Algunos dirán que todo eso es una campaña contra Cataluña: los tópicos de las “cloacas del Estado” y de una “justicia politizada”. Las palabras se desgastan cuando se usan en exceso. Lo que funcionó fue la división de poderes.

El juez instructor de la Audiencia Nacional José de la Mata ha elaborado un auto de más de 500 páginas detallando lo averiguado en su investigación y ha concluido, en términos generales, que la familia Pujol actuaba al modo de una organización criminal. Ya saben: la madre superiora, el mossén, el misal como sinónimo de un millón de pesetas... Esto pasaba en la Cataluña pujolista, ¿sigue pasando ahora? Utilizar el Palau de la Música para financiar a Convergència, ya probado por sentencia firme, es la profanación de un símbolo nacionalista. Por tanto, además, escrúpulos pocos, ni siquiera los justos.

Las dudas sobre la honestidad de Pujol, sin embargo, venían de lejos. De su época de alto dirigente de Banca Catalana, aquella entidad financiera que subió como la espuma en los años 60 y 70 antes de derrumbarse súbitamente y declararse en quiebra. Al final, presionado por el regulador bancario, la compró el Banco de Vizcaya por una peseta. Los accionistas perdieron todo su dinero, muchos lo habían invertido por amor a su patria, porque se llamaba Banca Catalana y porque la dirigía Jordi Pujol. ¿Fueron engañados?

Muchos accionistas de Banca Catalana habían invertido por amor a su patria y porque la dirigía Jordi Pujol

Porque, ¿cuántas acciones tenía Pujol en el momento de su venta? Me gustaría saberlo. Lo intentó la Fiscalía General del Estado encargando a dos fiscales, Carlos Jiménez Villarejo y José María Mena, una investigación que fue rechazada por una gran mayoría de la Audiencia Territorial —entonces no existía todavía el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña— si bien con ocho votos discrepantes, entre ellos el de Margarita Robles, hoy ministra de Defensa. La resolución de la Audiencia suscitó muchas dudas. Cuando Pujol declaró en 2014 que desde 1980 estaba depositada en el extranjero una deixa de su padre las dudas volvieron a mi memoria. Quizás el juez de la Mata se refiera a ello en su auto.

Tras ser elegido como president de la Generalitat de Cataluña en 1984, pocos días después de hacerse pública la querella de la fiscalía, desde el balcón de la Generalitat y aclamado por la muchedumbre allí congregada, dijo que la acción de los fiscales había sido un ataque indigno a Cataluña cometido por el Gobierno español. Victimismo, ignoraba lo que era la división de poderes.

En todo caso, sabemos dos cosas importantes. Que lo que hasta ahora denominábamos llegat [legado] ahora se le debe llamar deixa, un cambio sustancial, y que la señora Victoria Álvarez es una ciudadana ejemplar, la única a la que se puede dar este calificativo de los muchos catalanes y no catalanes que conocían las tropelías de los Pujol. Quizás habría que pensar en dedicarle un monumento o una calle con su nombre. Además, por último, a todos los miembros de la familia Pujol se les debe reconocer la presunción de inocencia. Así lo garantiza la Constitución española.

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