Las aguas muertas del río Besòs

La población de peces apenas ha mejorado un año después de la catástrofe medioambiental

En la imagen el río Besos a la altura de La Llagosta.MASSIMILIANO MINOCRI (EL PAÍS)

“El agua ya está en buen estado. Pero no es suficiente. Allí donde se produjo el vertido, la densidad de peces sigue al 30%. Igual que un edificio en llamas, una vez recuperada su estructura, ahora toca mejorar lo de dentro: las algas, los invertebrados, los recovecos para que los peces se refugien… Decir cuándo se volverá a la situación anterior es incierto. Lo dirá el tiempo”. Dolors Vinyoles es doctora en biología de la Universidad de Barcelona (UB) y miembro del equipo encargado de analizar ...

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“El agua ya está en buen estado. Pero no es suficiente. Allí donde se produjo el vertido, la densidad de peces sigue al 30%. Igual que un edificio en llamas, una vez recuperada su estructura, ahora toca mejorar lo de dentro: las algas, los invertebrados, los recovecos para que los peces se refugien… Decir cuándo se volverá a la situación anterior es incierto. Lo dirá el tiempo”. Dolors Vinyoles es doctora en biología de la Universidad de Barcelona (UB) y miembro del equipo encargado de analizar el impacto sobre la población de peces del grave vertido en el río Besòs, producido en diciembre de 2019 tras el incendio en la planta de reciclaje Ditecsa en Montornès del Vallès (Barcelona). La experta cree que aún se tardará tiempo en recuperar la fauna perdida. “El olor a disolvente duró días…” recuerda la bióloga en el primer aniversario.

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Más de un año después de la catástrofe medioambiental, Vinyoles explica que si bien los animales ya han dejado de morir en el caudal, el problema es que ahora quieran volver a habitarlo. En concreto, que lo hagan en el tramo de 18 kilómetros afectado, situado entre Montornès y la desembocadura, en Sant Adrià de Besòs.

El día del accidente, algunos contaminantes superaron en más de diez veces las concentraciones permitidas, centenares de peces murieron y un fuerte olor pudo percibirse durante días entre una visible espuma tóxica. Fue un flashback del pasado y supuso un duro golpe a la progresiva recuperación en los últimos años de un río que en los años 70 y 80 se ganó el apodo de “cloaca a cielo abierto” y fue considerado uno de los más contaminados de Europa. Era la época en la que la bióloga Begoña Bellete solía preguntarse cada día de camino a la escuela “a ver de qué color pasa hoy el río”.

El Departamento de Agricultura, Ganadería, Pesca y Alimentación concluyó el pasado febrero que los peces del río se recuperarían del último vertido “en dos o tres años”. Con todo, los biólogos prefieren, valga la expresión, no terminar de mojarse. “Es mejor no aventurarse en fechas exactas”, dice Vinyoles.

Los últimos análisis realizados en junio por la Agencia Catalana del Agua (ACA) evidenciaron la desaparición de tóxicos en todo el tramo salvo en una zona de aguas subterráneas ubicada a unos 300 metros de donde se produjo el accidente. Este foco tóxico está siendo acotado y tratado por la planta química, que deberá abonar cerca de 800.000 euros, según la Generalitat.

El último análisis sobre la fauna de junio realizado por el equipo de la UB desvela que en la zona cero donde se produjo el vertido, en el municipio de Montornès, la población de llopet de riu (cobitis paludica), el pez más común en el río, lejos de mejorar incluso ha empeorado. Desde que se realizó el primer muestreo una semana después de la catástrofe, su población ha bajado de 300 ejemplares por hectárea. La buena noticia es que se han vuelto a detectar otros peces (aunque escasos) como la barb de muntanya (Barbus meriodionalis), bagre catalana (squalius laietanus) y la carpa (cyprinus carpio). La famosa anguila (anguilla anguilla), sin embargo, sigue sin aparecer en el tramo. En las aves, el impacto no fue tan devastador, según Xavier Larroy, biólogo que colabora con el Consorcio del Besòs.

La situación no cambia mucho cien metros encima de la zona exacta donde se produjo el incendio tóxico, en la confluencia de los ríos Congost y Mogent. Allí, la población de peces de llopet de riu ha pasado de 800 por hectárea una semana después del accidente a solo 200 seis meses después. El número de bagre catalana, sin embargo, sí ha mejorado y sus poblaciones han pasado de 200 a casi 400 ejemplares por hectárea. “Se tiene que tener en cuenta que el temporal Gloria (entre el 20 y el 23 de enero) también tuvo graves consecuencias para el medio”, recuerda Vinyoles. La ACA se ha comprometido a realizar controles de fauna durante al menos los dos próximos dos años.

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