María Pagés en pos de la libertad

La bailaora y coreógrafa estrenó la pasada semana en el Teatre Grec de Barcelona un emocionante e intenso espectáculo titulado ‘Paraíso de los negros’

Maria Pagés en el espectáculo 'El Paraíso de los Negros'.MARIA ALPERI

La bailaora y coreógrafa María Pagés (Sevilla, 1963) estrenó la pasada semana en el Teatre Grec de Barcelona un emocionante e intenso espectáculo titulado Paraíso de los negros. Una pieza que habla de derribar muros mentales; se trata de su particular denuncia contra el racismo y las fronteras que coartan la libertad de movimiento del ser humano, aspectos que cobran una gran actualidad en estos tiempos. En este montaje Pagés baila en soli...

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La bailaora y coreógrafa María Pagés (Sevilla, 1963) estrenó la pasada semana en el Teatre Grec de Barcelona un emocionante e intenso espectáculo titulado Paraíso de los negros. Una pieza que habla de derribar muros mentales; se trata de su particular denuncia contra el racismo y las fronteras que coartan la libertad de movimiento del ser humano, aspectos que cobran una gran actualidad en estos tiempos. En este montaje Pagés baila en solitario, arropada por unos excelentes músicos, cantaoras y la potente dramaturgia de su pareja artística y personal, El Arbi El Harti. Esta bailaora no volvía al Grec desde 2010, cuando presentó con Sidi Larbi Cherkaoui, el inolvidable Dunas.

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El que ha presentado ahora es, después de Una oda al tiempo (2018), la segunda parte de la trilogía dedicada a las sombras que envuelven al hombre, a esa natural tendencia que lleva a uno a someter a los demás. Paraíso de los negros es una pieza que bebe de diferentes fuentes: de la novela de 1926, con el mismo título, del escritor y fotógrafo Carl Van Vechten (Iowa, 1880, Nueva York, 1964) que trata del racismo en la sociedad neoyorquina; de los versos de Federico García Lorca en Poeta en Nueva York, del mito de la caverna y el del carro alado.

Al comenzar el espectáculo se ve el inmenso espacio escénico del anfiteatro limitado por largas cadenas en vertical, que lo convierten en una jaula, una prisión o una frontera, que enmarca un excelente diseño de luces de Pau Fullana, que va indicando caminos a seguir, caminos que no llevan a la libertad, sino al confinamiento. La escenografía está firmada por Pagés y El Harti. En esta especie de gran jaula la bailaora expresa su dolor, su furia y su lucha interior a través de diez escenas y de diferentes palos del flamenco. Su baile es sobrio, el zapateado es un grito de dolor, mientras su extraordinario, bello, expresivo, inteligente y cautivador braceo se debate en lucha constante. A través de palos como el taranto, tangos, zorongo y bulerías Pagés muestra su grandeza como intérprete.

La apoteosis llega en la secuencia final, cuando María Pagés, descalza y haciendo alarde de su fértil y versátil movimiento contemporáneo baila con una intensidad que estremece el corazón del espectador y que logra que las cadenas cedan y ella quede libre. Imposible describir la intensidad y calidez de los aplausos que siguieron.

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