El Área Metropolitana de Barcelona alerta de que si no se actúa faltará agua potable en 2050
El ente propone medidas de ahorro y tres nuevas infraestructuras para potabilizar y regenerar agua del Besòs
En un escenario de cambio climático que apunta a episodios de sequía en el futuro, el Área Metropolitana de Barcelona (AMB, el ente que agrupa la capital y los 35 municipios de su entorno), ha presentado este jueves su Plan Estratégico del Ciclo Integral del Agua en vistas al año 2050. Es la hoja de ruta para garantizar los recursos hídricos (agua potable o no potable pero ap...
En un escenario de cambio climático que apunta a episodios de sequía en el futuro, el Área Metropolitana de Barcelona (AMB, el ente que agrupa la capital y los 35 municipios de su entorno), ha presentado este jueves su Plan Estratégico del Ciclo Integral del Agua en vistas al año 2050. Es la hoja de ruta para garantizar los recursos hídricos (agua potable o no potable pero apta para otros usos). El vicepresidente de Ecología del AMB, Eloi Badia, ha alertado de que en el escenario más pesimista, de sequía, en 2050 los municipios de la gran Barcelona tendrán un déficit de agua potable de 43 hectómetros cúbicos.
Actualmente, el territorio metropolitano dispone de unos recursos hídricos anuales que permiten cubrir sobradamente las necesidades: hay 800 hectómetros cúbicos de agua y la demanda es de 400. Pero en 2050, y en un contexto de sequía, la ecuación empeora. La disponibilidad caerá en picado: sería de 476 hectómetros, y la demanda total para todos los usos se mantendría en 395 hectómetros, pero faltarían 43 de agua potable. Sin sequía, también habría déficit, aunque menor: sería de 11 hectómetros cúbicos.
Para subsanar este déficit, el plan estratégico prevé dos líneas de actuación. En primer lugar, medidas de ahorro en el consumo de agua: desde cuestiones domésticas, hasta que las ciudades no gasten agua potable para regar parques. Y en segundo, la construcción de tres grandes infraestructuras: una potabilizadora y una regeneradora de agua del río Besòs y una tubería entre las cuencas de este río y el Llobregat que pasaría por Rubí. Estas tres infraestructuras tienen un coste de 132 millones de euros, un importe muy menor a la construcción de una desaladora, ha asegurado Badia. El coste global del plan supera los 2.000 millones en casi 30 años, un importe que el vicepresidente ha explicado que corresponde al actual presupuesto de gestión y mantenimiento.
“En la situación actual tenemos más que garantizada la disponibilidad de agua, pero el cambio climático prevé un 12% de reducción del agua del Ter y el Llobregat y un 9% de los acuíferos”, ha explicado, al tiempo que ha apuntado la necesidad de atender la mayor demanda que pueda haber vinculada al aumento de consumos por crecimientos urbanísticos y de población, o a un incremento de necesidades agrícolas.
De los 43 hectómetros de agua potable que faltarán, solo con medidas de ahorro, eficiencia y buenas prácticas se podrían ganar 27. Cuestiones como instalar aireadores en los grifos domésticos o sistemas de recirculación del agua (para aprovechar la que se tira antes de que salga caliente), utilizar aguas grises, de piscinas... o dejar de regar con agua potable allí donde todavía no se utiliza agua freática. Otra fórmula para ahorrar agua es mejorar el mantenimiento de la red para reducir las pérdidas.
Y la otra solución al estrés hídrico es construir infraestructuras para obtener nuevas fuentes de agua: una nueva potabilizadora en el río Besòs, una estación regeneradora también en el Besòs y construir una tubería para trasvasar agua hasta el Llobregat, pasando por Rubí. Las dos nuevas infraestructuras junto al Besòs todavía no tienen ubicación concreta, pero sería por encima de Montcada i Reixac.
María Indurain, técnica del plan, ha apuntado que el plan estratégico metropolitano se enmarca en planes y regulaciones de ámbitos superiores: como la directiva europea del agua, el plan hidrológico nacional, o el de las cuencas fluviales de la Agencia Catalana del Agua (ACA). Para elaborar el plan se ha partido de cuatro preguntas: qué recursos tiene el territorio metropolitano (ríos, acuíferos, lluvia...), qué infraestructuras (plantas, depuradoras, sistemas de riego); qué tipo de agua, y qué usos es necesario cubrir (doméstico, agrícola...).
El plan actual llega tras un amplio proceso participativo, ha señalado Badia. Entra ahora en fase de exposición pública y la idea es que el Consejo Metropolitano lo apruebe a finales de este año. El plan no hace ninguna mención a la voluntad de los comunes de municipalizar la gestión del agua. “El plan estratégico no entra en la gestión”, ha aclarado el vicepresidente.