La sequía aboca a restricciones de agua en Barcelona 14 años después

El Govern calcula que si la falta de lluvia persiste, la declaración de alerta puede llegar en septiembre. La medida supone limitaciones domésticas, agrícolas e industriales

Un grupo de jóvenes se refrescan en las fuentes de agua del parque del Tibidabo el pasado 16 de julio.Albert Garcia

La persistente falta de lluvia acerca a la gran Barcelona a imponer restricciones de agua por segunda vez en el siglo XXI. Fuentes de la Agencia Catalana del Agua (ACA), el máximo órgano en gestión fluvial de la comunidad, explican que de seguir la tónica actual (no llueve lo suficiente en la cabecera de los ríos), se podría llegar a esta situación en septiembre, fecha en la cual el Govern calcula que, a este ritmo, las rese...

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La persistente falta de lluvia acerca a la gran Barcelona a imponer restricciones de agua por segunda vez en el siglo XXI. Fuentes de la Agencia Catalana del Agua (ACA), el máximo órgano en gestión fluvial de la comunidad, explican que de seguir la tónica actual (no llueve lo suficiente en la cabecera de los ríos), se podría llegar a esta situación en septiembre, fecha en la cual el Govern calcula que, a este ritmo, las reservas se situarán por debajo del 40%. La declaración de este estado de alerta, como ocurrió en 2008, supone limitar el consumo máximo a 250 litros por día y habitante, reducir un 25% el riego al sector agrícola e industrial o prohibir llenar fuentes ornamentales, entre otras medidas.

Hoy, los recursos de los cincos embalses que abastecen Barcelona y toda su área metropolitana (Baells, Llosa de Cavall, Sau, Santa Ponç y Susqueda) están al 46% de su capacidad, 30 puntos menos que la media de la última década. Si bien todavía queda un margen de 6 puntos por encima de la frontera a partir de la cual se imponen restricciones, la situación no se prevé que mejore porque es verano, estación en la que las reservas se reducen exponencialmente por la temporada de riego y el calor. El uso de agua para regar los campos agrícolas supone el uso del 70% del agua, según la Unesco, motivo por el cual la curva de los gráficos de reservas que la ACA publica a diario llevan semanas cayendo de manera pronunciada.

Es precisamente el sector primario el que verá más perjudicada su actividad en caso de declararse el estado de alerta. El decreto de sequía estipula una reducción del agua en un 25% o la sustitución del líquido utilizado por el de agua regenerada (líquido previamente tratado para reutilizarlo). En caso de llegar a esa situación, Barcelona seguiría la seca estela de otras importantes regiones europeas como Lombardia, en Italia, donde las autoridades regionales decretaron el estado de emergencia hídrica al menos hasta el 30 de septiembre para limitar el consumo de agua al mínimo indispensable.

2022 ha sido uno de los años más secos en algunas zonas. Barcelona registró el mes de mayo con las temperaturas más altas desde que el Servicio Meteorológico de Catalunya (Meteocat) tiene registros. La declaración de la emergencia hídrica en la ciudad de Barcelona y los 35 municipios que la envuelven (3,5 millones de personas) solo se declaró en 2008, cuando los recursos de los embalses del Ter-Llobregat, el sistema que abastecen a la capital catalana y su área metropolitana, llegaron incluso a situarse por debajo del 30%. Las restricciones impuestas por el entonces consejero de Medio Ambiente, Francesc Baltasar, del Govern tripartito del socialista José Montilla, como llenar piscinas, regar jardines o lavar coches, se alargaron hasta los 15 meses. Otras, como llenar fuentes ornamentales, se alargaron incluso hasta 2010.

El jefe de Recursos Hídricos de la ACA, Enric Velasco, alertó el pasado martes en una entrevista en la agencia de noticias ACN que las restricciones que actualmente afectan a 15 municipios de la comarca de la Anoia (Vilanova del Camí, Vallbona d’Anoia, la Torre de Claramunt, Santa Maria de Miralles, Santa Margarida de Montbui, la Pobla de Claramunt, Orpí, Òdena, la Llacuna, Jorba, Igualada, Carme, Capellades y Cabrera d’Anoia) puede extenderse al resto de Cataluña. Con todo, Velasco aseguró que era “poco probable” que la situación se agravara tanto como en la gran sequía de entre 2007 y 2008. El alto responsable alegó que “pocas veces” una primavera tan seca venga acompañada de un otoño tan seco. Velasco apeló a a la ciudadanía a un consumo responsable.

Un portavoz de la ACA recuerda que en enero de 2018 también se vivió una situación de estrés hídrico, cuando los embalses se situaron al 43%. La diferencia es que entonces el colchón fue suficiente para aguantar hasta los meses de lluvias, que en cuestión de semanas azotaron con fuerza. Ahora, sin embargo, todavía quedan por delante meses todavía secos y lo previsible es que el cielo se mantenga vacío de tormentas hasta otoño.

La desalinización ralentiza las medidas

La gran sequía de 2008 (así se refieren los barceloneses a ella) fue un gran aviso de la emergencia climática que Cataluña y la cuenca mediterránea ya padecen. También un punto de inflexión en la política hídrica en la comunidad, especialmente expuesta al cambio climático y la falta de recursos a causa de su elevada densidad poblacional (Barcelona, con más de 15.000 habitantes por kilómetro cuadrado, es uno de los territorios más densos de Europa). Cataluña optó por construir desalinizadoras y plantas potabilizadoras (que suponen un elevado coste energético) para afrontar la falta de lluvias que los científicos, ya alertaban, traería el cambio climático. Por entonces, todavía no había entrado en funcionamiento la desalinizadora de El Prat (lo hizo en 2009), la locomotora que garantiza el suministro de agua en la capital catalana (puede generar hasta 60 hm3 al año) a través de la potabilización de agua de mar.

Hoy, la instalación está al 80% de su capacidad desde principios de año, un nivel muy elevado y que en situaciones normales se situaría en torno al 30%. Jamás desde su inauguración había producido a una capacidad tan alta durante tantos meses. En los últimos seis, la producción de agua desalinizada en la comunidad ha llegado a su cifra histórica con 30 hectómetros cúbicos. Sin su aportación es probable que Barcelona ya hubiera tenido que aplicar restricciones.

Fuentes del Ayuntamiento de Barcelona explican que durante el año, pese a no haber entrado en la fase de alerta, ya se han tomado medidas de ahorro en las fuentes ornamentales para ahorrar en el consumo de agua potable. Se usan reservas subterránea y técnicas de recirculación de agua. “En condiciones normales, una gran parte de parques y jardines de la ciudad ya se riegan con agua freática (agua de subsuelo). En la limpieza la cifra es del 90%”, explica un portavoz del Consistorio.

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