Más allá del juicio
Lo que ha demostrado el caso por el que se juzga a Laura Borràs es que dentro el movimiento independentista existe un fenómeno político que se puede llamar ‘borrasismo’
Hace ahora unos pocos días empezó el juicio por los presuntos delitos de corrupción asociados a las prácticas de asignación de contratos de la Institució de les lletres Catalanes que ven imputada -junto a otras personas- a la ex presidenta del Parlament de Catalunya, Laura Borràs, en su etapa al frente de esa institución, bajo el mandato del último gobierno de Artur Mas.
Se han visto las confesiones -...
Hace ahora unos pocos días empezó el juicio por los presuntos delitos de corrupción asociados a las prácticas de asignación de contratos de la Institució de les lletres Catalanes que ven imputada -junto a otras personas- a la ex presidenta del Parlament de Catalunya, Laura Borràs, en su etapa al frente de esa institución, bajo el mandato del último gobierno de Artur Mas.
Se han visto las confesiones -autoinculpatorias, no está de más recordarlo- de las personas en favor de las cuales se resolvió esa contratación presuntamente fraudulenta (y que por ello, gracias a un pacto con la Fiscalía esperan rebajar la entidad de las condenas que se pedirán), el testimonio de una funcionaria que declara haber alertado de las posibles irregularidades, y de dos ex consellers de cultura que, en cambio, dijeron que en ningún momento tuvieron noticia de posibles prácticas irregulares.
Este lunes comenzaron las declaraciones de la propia Borràs y de algunos péritos y probablemente a lo largo de los días se irá desplegando la anunciada estrategia defensiva de la dirigente de Junts, orientada a demostrar que las pruebas a partir de las cuales se instruyó la causa (unos correos electrónicos en que parece patente la práctica fraudulenta) fueron obtenidos de manera irregular, y, por lo tanto, no se pueden utilizar en el juicio (aunque las confesiones de los otros imputados han confirmado su sustancia en el aula del TSJC).
No es posible saber cómo acabará el juicio, y poco prudente aventurar previsiones. Porque la justicia funciona -y debe funcionar- con independencia de lo que pensemos quienes no operamos en ella, aunque intentemos formarnos una opinión fundamentada y porqué -por suerte-, toda persona imputada merece la presunción de inocencia hasta que no esté dictada y confirmada la sentencia.
Sin embargo, y más allá del juicio, lo que ha demostrado toda esta vicisitud -e independientemente del cómo se acabe resolviendo en el tribunal- es que dentro el movimiento independentista existe un fenómeno político que se puede llamar borrasismo. Una suerte de versión nacionalista catalana de un populismo que existe en todas las sociedades occidentales, integrado por sectores de clase media y a menudo de cierta edad, excitados nacionalmente, sustancialmente conservadores en las cuestiones socioeconómicas, familiarizados con unos argumentos polarizadores y antipolíticos, y con una presencia importante en las redes más que en las estructuras partidistas clásicas.
Se fortaleció en torno a la figura indudablemente carismática de Laura Borràs especialmente después de 2017, canalizando una parte de la frustración generada por la resaca de los hechos de octubre. Hasta ahora ha demostrado ser especialmente fuerte entre las bases del independentismo movilizado en torno a Junts, al punto de precipitar -a través del voto de la militancia y en contra de la opinión del grueso de los dirigentes del espacio postconvergente- una decisión de un calado tan trascendental como la salida del partido del gobierno Aragonés.
En sus coordenadas sociales e ideológicas en buena parte coincide con aquellos sectores de la ANC que critican el pragmatismo sobrevenido de los partidos independentistas y plantean una narrativa y una práctica intransigente. Habrá que ver si en el futuro tendrá expresión política y electoral autónoma o bien será incluido -con el consecuente impacto sobre sus opciones-, en un espacio del nacionalismo independentista conservador aún en profunda remodelación.
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